El denominado Caso Dreyfus inicia el 26 de septiembre de 1894 cuando Madame Bastian, una analfabeta que realiza servicios domésticos en la embajada alemana en París, pero que cobra también de los servicios secretos franceses, encuentra un papel con unas líneas. Como todos los papeles que encuentra, lo guarda y se lo da a su espía jefe. Ese papel, que pasa a ser conocido como el ‘bordereau’ indica que existe un militar galo que conoce ciertos manejos importantes, aunque no tantos, que trabaja para los alemanes. Los responsables de la investigación resuelven pronto las cosas. Dentro de los que pueden saber lo que se dice en el ‘bordereau’ hay un capitán judío, Alfred Dreyfus, que para colmo ha nacido en Alsacia, 35 años atrás, cuando esa zona aún pertenecía a Francia, antes de ser anexada a Prusia, y luego al II Reich, tras la derrota gala en la guerra de 1871. Sólo le falta ser izquierdista para completar todo el espectro infeccioso contra el que prepara su vademécum la derecha de ese país, sobre todo la de corte más autoritario.

En la fecha, un tribunal militar condena a cadena perpetua al oficial del Ejército francés de origen judío, Alfred Dreyfus, acusado de espionaje en favor de Alemania.

En la fecha, el capitán francés Alfred Dreyfus, acusado de alta traición y espionaje para Alemania, es degradado por un tribunal militar. La única evidencia en su contra es un trozo de papel manuscrito dirigido al mayor Max von Schwartzkoppen -agregado militar alemán en París- encontrado en un tacho de basura y cuya caligrafía apenas se asemeja a la de Dreyfus. Dreyfus es hijo de un rico fabricante judío de Alsacia, y está casado con la hija de un diamantista de París. Tanto su posición económica como su ascendencia avivan una violenta campaña de nacionalismo antisemita en gran parte de la prensa, que llega a formular toda una teoría sobre un complot judeo-alemán contra Francia. Durante el juicio público, la muchedumbre, incitada por la prensa anti-semita, hostiga a Dreyfus con gritos e insultos.

El capitán francés Alfred Dreyfus es transferido a la Isla del Demonio en la Guyana Francesa y es puesto en una celda, solo.

En el caso Dreyfus, en 1896, se descubre evidencia que implica a Ferdinand Walsin Esterhazy como el autor del espionaje. A pesar de un intento militar por suprimir la evidencia.

En 1897 la valiente denuncia de un complot en el seno del Estado Mayor cobra su primera víctima del caso Dreyfus, el vicepresidente del senado Scheurer-Kestner es objeto de una despiadada campaña de calumnias. M. Félix Faure preside el gobierno.

Esterhazy es juzgado en 1898, aunque el tribunal militar lo absuelve en un juicio que dura apenas unos minutos. Este mismo tribunal destituye al teniente coronel Picquart, uno de los mandos convencidos de la inocencia de Dreyfus. Éste es el detonante de una grave intensificación de acres polémicas, disturbios y manifestaciones. “El caso Dreyfus” se ha convertido en un problema político de primer orden. Numerosas voces se levantan pidiendo la revisión del proceso, y comienza a tomar cuerpo la sospecha de un complot de los mandos militares y las fuerzas de derecha para promover un movimiento de carácter nacionalista, chauvinista y antisemita.

Zola dirige una carta abierta el 13 de enero de 1898 al presidente Faure publicada desde el diario L’Aurore y titulada J’Acusse. (‘Yo Acuso’). Sus fulminantes efectos dividirán a Francia durante varias décadas: “mi deber es el de hablar, yo no quiero ser cómplice”, “La verdad está en marcha y nada la detendrá”. Zola acusa ante el Presidente a seis generales del Estado Mayor de haber inventado el caso Dreyfus condenando a un inocente y acusa también a los diarios L’Éclair y L’Écho de Paris de apoyar maliciosamente la condena. El artículo de Zola tiene el efecto de una bomba. Se venden más de 200.000 ejemplares de L’Aurore. Emile Zola es finalmente procesado y condenado a un año de prisión en medio de un clima amenazador y descontrolado enturbiado por la acción de la prensa amarilla, durante seis meses se suceden las instancias de apelación por vicios procesales. Zola, amenazado, perseguido y difamado debe fugarse a su pesar a Inglaterra y es condenado en rebeldía. El escándalo que es seguido por la prensa extranjera trasciende Europa y su causa movilizará durante su destierro forzozo crecientes adhesiones y reconocimientos de franceses y extranjeros. La verdad finalmente no se detendrá , Dreyfus será nuevamente juzgado y condenado a una pena menor en medio de nuevos desórdenes. Las evidencias de la conspiración comienzan a salir a la luz, uno de los conjurados se suicida.

El periódico “L’Aurore” publica el primer documento de apoyo en el caso Dreyfus, firmado por Anatole France, Emile Duclaux (director del Instituto Pasteur), el joven Marcel Proust, Daniel Halévy, y otras personalidades. Es la primera aparición en grupo de los que se llamarán a partir de entonces los “intelectuales”, término que se empleará en sentido despectivo por los oponentes de Zola. El escritor ha sabido en cada momento a lo que se exponía. “Al formular estas acusaciones -comenta Zola -, no ignoro que me arriesgo a ser atacado por difamación, con arreglo a los articulos 30 y 31 de la ley de prensa del 29 de julio de 1881. Y corro voluntariamente ese riesgo. Porque no conozco a quienes acuso, ni tengo contra ellos rencor ni odio. No son para mi más que entidades, espíritus de un mal social. Y el acto que realizo aquí no es sino un medio revolucionario para acelerar la explosión de la verdad y la justicia”.

El 7 de febrero de 1898 comienza el proceso contra Emile Zola, acusado de difamación por el ministro de la Guerra. El dramático juicio se prolongará hasta el 23 del mismo mes. Zola es condenado a un año de prisión y al pago de 3.000 francos de multa. Huye a Inglaterra, y pasa un año en el exilio, con el falso y filosófico nombre de Sr. Pascal.