EEUU. y las otras potencias occidentales desoyen las peticiones de ayuda desde una Hungría a punto de ser aplastada por el coloso soviético. No mueven ni un dedo. El secretario de Estado norteamericano, John Foster Dulles, lo deja claro: “No vemos a esta nación como a un aliado militar potencial”. El único país que se ofrece para ayudar militarmente a Hungría es la España franquista. Sin embargo, la oferta no se ha concretado. Pero constituirá lo que posteriormente se denominará “una historia romántica”, que quedará rodeada por el misterio.

El sentimiento renovador que se estaba dando en toda Europa, no se detuvo ni siquiera ante el Telón de Acero. En la primavera de 1968 surgió en Checoslovaquia un movimiento de reforma que se apoderó incluso del Partido Comunista. Alexander Dubcek fue elegido jefe del partido y dio a conocer los nuevos objetivos: democratización y liberalización. Debía crearse un “socialismo con rostro humano”. Muchas personas de todo el mundo pusieron grandes esperanzas en aquella Primavera de Praga y apostaron por una “tercera vía” entre el capitalismo y el comunismo. Pero eso era, precisamente, lo que querían impedir los gobernantes de los demás Estados del bloque oriental. Temían la Primavera de Praga como a un “bacilo de libertad”, pues también ellos creían en una especie de teoría del dominó.

En la noche del 20 de agosto de 1.968, tropas del Pacto de Varsovia entraron en Checoslovaquia, pusieron fin al experimento y volvieron a colocar a unos dirigentes fieles a Moscú. Pero el “bacilo de la libertad” siguió haciendo efecto a pesar de los tanques y las alambradas.

Willy Brandt (55 años), es nombrado canciller de la República Federal de Alemania. Primer canciller socialdemócrata, emprenderá la Ostpolitik, estrategia de acercamiento a los países comunistas. Willy Brandt, capta el estado de ánimo que se esta reflejando en toda Europa y promete en su declaración de gobierno atreverse a incrementar la democracia. Así, pues, la “nueva política para el Este” del canciller alemán Willy Brandt tiene mucho que ver en toda la situación en Europa. Ha sido ideada, ante todo, para mejorar las relaciones con la RDA y los demás Estados de Europa oriental.

Como consecuencia de la política que sigue Willy Brandt, abierta hacia el Este, los contactos entre personas del Este y el Oeste van constantemente en aumento, lo que propicia la propagación del “bacilo de la libertad”. El deseo de acceder a un mayor número de bienes de consumo va haciéndose también cada vez más fuerte entre la gente del Este europeo. Cuanto más conocimiento tienen sobre el nivel de vida al otro lado del Telón de Acero, mayor descontento les causa su propia situación. No quieren seguir esperando la llegada de las bendiciones prometidas del socialismo. Desean más, y no en algún momento futuro sino lo antes posible. Algunos políticos comunistas inteligentes se tomaron en serio aquel estado de ánimo y propusieron reformas para salvar el conjunto del sistema. Sin embargo, en un primer momento dominaron las “cabezas de cemento”, para quienes las reformas eran tan sólo un signo de debilidad.

Las cosas no cambian hasta que, en marzo de 1985, accede al poder en Moscú el joven Mijaíl Gorbachov. Gorbachov está convencido de que si los Estados comunistas quieren tener un futuro, es necesario reformarlos. Sus predecesores se han dejado arrastrar por el presidente norteamericano Ronald Reagan a una nueva carrera de rearme que ha devorado enormes sumas de dinero y ha causado a la URSS grandes dificultades económicas. Por tanto, nada más acceder, en la fecha, a su cargo de secretario general del PCUS, Gorbachov se pone en contacto con Reagan para poner fin a la locura del rearme. Quiere utilizar los escasos medios del país en reformar la Unión Soviética. Perestroika (“reorganización”, “renovación”) y glasnost (“apertura”, “transparencia”) son las palabras clave que dan la vuelta al mundo en estas fechas. Sin embargo, Gorbachov es presa de un dilema. Quiere modernizar y liberalizar el país mediante una “revolución desde arriba”, pero sin renunciar a las pretensiones del Partido Comunista a dirigirlo ni abandonar el control estatal de la economía. Pronto se oyen voces en contra que exigen reformas de mayor alcance. El monopolio del poder del Partido Comunista se viene abajo con mayor rapidez de lo que cualquiera habría considerado posible.

Protestas populares en contra del Gobierno de Alemania Oriental se vuelven más extendidas y audaces. Entre los dirigentes del bloque del Este, Honecker, líder del SED, es quien se opone más rotundamente a las reformas políticas y económicas de Mijaíl Gorbachov en la URSS, las famosas glásnost y perestroika. En enero, tan sólo un mes después de que Gorbachov anunciara en la Asamblea de la ONU una reducción significativa de las tropas soviéticas en Europa del Este, Honecker se jacta de que el muro de Berlín permanecerá en pie durante otros 50 o 100 años. En realidad, la advertencia de Gorbachov , con la que deja claro que la URSS no intervendrá militarmente en apoyo de sus tutelados (como ha hecho en 1953 en la RDA, en 1956 en Hungría y en 1968 en Checoslovaquia), va dirigida a Polonia y Hungría. Las huelgas del sindicato Solidaridad en protesta por el aumento decontrolado de los precios, así como las masivas manifestaciones cívicas de los húngaros por cuestiones internas, han puesto contra las cuerdas a los gobiernos de los dos países.

En estos momentos se permite también a los “países socialistas hermanos” organizar su política con independencia y seguir su propio camino. Los grupos de oposición de aquellos países, sobre todo el sindicato independiente polaco Solidaridad, fundado ya en 1980 con el apoyo de la Iglesia católica, plantean asimismo una exigencia de reformas. El sindicato, que es prohibido en un primer momento, sigue actuando en la clandestinidad, y es tan poderoso que en 1989 puede obligar a los gobernantes comunistas a celebrar elecciones. En efecto, en Polonia, las elecciones celebradas el 4 de junio de 1989 dan la victoria a “Solidaridad”. Es evidente que el partido comunista POUP no puede seguir ejerciendo el poder contra una oposición tan claramente manifestada por la población. Así, pues, los polacos eligen el primer gobierno multipartidista en un país del bloque del Este. Hungría y Checoslovaquia siguen pronto el ejemplo de Polonia. Los gobernantes comunistas de Europa del Este darán pasos uno tras otro a gobiernos elegidos democráticamente.

El sucesor de Honecker como Jefe de Estado y secretario general del SED, Egon KRENZ, anuncia en una accidentada conferencia de prensa, a través de un nervioso -y atosigado por los periodistas- portavoz miembro del politburó, que todos los alemanes orientales pueden ir al lado occidental “con efecto inmediato” a pesar de que la nota de KRENZ no menciona una fecha concreta. Esto ocurre a las 18:53. Comienza la estampida. En minutos, berlineses orientales sitian los puestos de guardia fronteriza. A partir de las 23 horas se abren los pasos fronterizos y dejan pasar, primero ordenadamente y después sin control alguno a sus eufóricos conciudadanos. Nadie quiere asumir la responsabilidad de ordenar el uso de la fuerza. Al otro lado les reciben con los brazos abiertos los berlineses occidentales, que también han acudido en masa a la frontera tras enterarse de la noticia. En medio de escenas de júbilo, unos y otros se dirigen al muro, se suben a él y empiezan a derribarlo.

La guerra fría se acaba. El Telón de acero que durante 28 años ha dividido Berlín, Alemania y Europa en dos bloques antagónicos cae simbólicamente en apenas unas horas convirtiéndose en el inicio de un proceso de reunificación a través de un programa de Diez Puntos, presentada por el ex-Canciller Helmut Kohl. Con el tiempo se comprobará que la traca final del muro de Berlín ha sido el fruto de cuatro elementos decisivos: la elección de Juan PABLO II (1978), el nacimiento del sindicato Solidarnosc en Polonia (1980), el triunfo del presidente Reagan en EEUU. (1981) y la subida alpoder de Gorbachov en la URSS (1985)