Al final de 259, el emperador VALERIANO se traslada a Edesa, pero una epidemia diezma sus tropas, debilitando las posiciones romanas. Por circunstancias que se ignoran (posiblemente fue traicionado por su prefecto pretoriano Macrino) es hecho prisionero por los persas, sin que llegue a firmar la paz con SAPOR I. Se cree que es cruelmente ultrajado ya que el rey persa SAPOR I lo retiene como esclavo, utilizándolo a menudo como escabel para sentarse en su trono. Además es obligado a tragar oro fundido y posteriormente ejecutado, como mínimo en 260. Es el primer emperador que cae prisionero del enemigo. Con su piel los persas han confeccionado un trofeo que muestran en su templo principal. Tras la muerte de Valeriano, Siria, Cilicia y Capadocia son ocupadas y devastadas por los persas. La más completa anarquía se apodera del Imperio aprovechando el Senado estas circunstancias para fortalecer su poder. Los prisioneros romanos son esclavizados y utilizados para construir una densa red de irrigación hidráulica en el Khuzistán, todavía utilizada en la actualidad, ya que esta obra de ingeniería servirá de base para la red actual.