CONCILIO ECUMÉNICO 17 (de Basilea-Ferrara-Florencia) (1431-1442)

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El Concilio de Basilea (Concilio ecuménico XVII) convocado por Martín V, comienza sus tareas.


El Concilio de Basilea (Concilio ecuménico XVII) convocado por Martín V, siete años antes, en 1424, comienza sus tareas el 23 de julio de 1431 con escasa concurrencia de prelados. Los principales objetivos de la asamblea son: la extirpación de las herejías, la paz de la cristiandad y la reforma de las costumbres. El telón de fondo sobre el que discurren todos sus debates es la discusión acerca de la configuración de la Iglesia: si ésta es una organización monárquica, cuya cabeza es el Pontífice, sucesor de san Pedro, o si se trata de una comunidad de fieles, representada en el Concilicuya presidencia ostenta el papa EUGENIO IV. Este tema, ira creciendo en intensidad durante la celebración del Concilio hasta derivar en un insalvable enfrentamiento y en la rebelión conciliar. En el Concilio de Basilea se trata de evitar un nuevo cisma, pero es manifiesta la ambición de algunos obispos que no quier estar sometidos al Papa. Las distintas sesiones del Concilio son tempestuosas; unas veces el Papa disuelve el Concilio y otras los Padres conciliar declaran herético al Papa, por no reconocer la superioridad del Concilio.

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El telón de fondo sobre el que discurre toda la política europea analizada en el Concilio de Basilea es el debate acerca de la configuración de la Iglesia.


El telón de fondo sobre el que discurre toda la política europea analizada en el Concilio de Basilea es el debate acerca de la configuración de la Iglesia; si ésta es una organización monárquica, cuya cabeza es el Pontífice, sucesor de san Pedro, o se trata de una comunidad de fieles, representada en el concilio, cuya presidencia ostenta el Papa. El debate, bastante anterior, ira creciendo en intensidad durante la celebración del concilio hasta derivar en un insalvable enfrentamiento y en la rebelión conciliar. Aparentemente, superadas las desconfianzas iniciales, se reproducirán las tensiones en razón de los más diversos episodios de la vida del Concilio. La fuerza de las doctrinas conciliaristas alcanzaba un triunfo aparentemente completo en diciembre de 1433

Los husitas moderados deciden asistir al Concilio de Basilea donde se reconcilian con la Iglesia


Los husitas moderados deciden asistir al Concilio de Basilea (1431-1437) donde se reconcilian con la Iglesia y con el emperador SEGISMUNDO, dando su apoyo a ambos en la lucha contra los husitas extremistas y derrotándolos en 1434.

El Concilio de Basilea, a partir de su sesión XVII, puede considerarse ecuménico.


El Concilio de Basilea que había iniciado sus tareas en julio de 1431 llega a su sesión XVII. A partir de ésta puede considerarse como ecuménico: Concilio Ecuménico de Basilea/Ferrara/Florencia (17º Concilio Ecuménico).Su legislación ofrece medidas muy oportunas y beneficiosas, especialmente las que se refieren a la reforma del clero, culto, liturgia, fiestas religiosas, etc. Debe destacarse de modo particular el importante decreto de la sesión XXXIV, que encontrará extraordinaria resonancia en el sentir del pueblo cristiano, en especial de las regiones más devotas de la Santísima Virgen. Porque el concilio aprueba como piadosa la creencia general de la inmaculada concepción de la Madre de Dios. (Aunque no será hasta el 8 de diciembre de 1854 que el papa Pío IX, mediante la bula Ineffabilis Deus, definirá el dogma de la Inmaculada Concepción).

Paralelamente, en el concilio de Basilea se desarrolla la tendencia de la supremacía conciliar.


Paralelamente, en el concilio de Basilea se desarrolla la tendencia de la supremacía conciliar. En marzo y abril de 1436, se dictan disposiciones sobre la elección del pontífice y la provisión de las altas dignidades eclesiásticas y se impone al papa electo la obligación de jurar que observará las resoluciones dogmáticas de los concilios ecuménicos (léase Constanza y Basilea) y que continuará celebrando concilios generales. También se limita el número de los componentes del sacro colegio, que será en los sucesivo de veinticuatro cardenales, para cuyo nombramiento el papa necesitará del previo consentimiento de los demás purpurados. Mientras Basilea vive agitada por estas tendencias, Roma es conmovida por la revolución de Fortebraccio, y el papa, arrojado de su ciudad, ha encontrado un asilo en Florencia, donde mora en forma muy precaria. Esta adversidades no restringen los ánimos de EUGENIO IV, cuya obsesión es reunir de nuevo a toda la cristiandad sobre la base inconmovible de Pedro, mediante la reconciliación con los cismáticos griegos.

La negociación con los griegos se convierte en otra nueva fisura entre el Papa y Concilio, que culmina en la propia división de éste.


Otras decisiones conciliares, adoptadas en marzo de 1436, significan una inaceptable intromisión conciliar en la esfera de la autoridad pontificia y vienen a tensar todavía más las ya difíciles relaciones. La negociación con los griegos se convierte en otra nueva fisura entre el Papa y Concilio, que culmina en la propia división de éste, en mayo de 1437, y en el argumento que decide al sector conciliarista de la asamblea a la acción definitiva contra el papa EUGENIO IV.

Los activos Padres de Basilea conocen los deseos del santo padre y toman la iniciativa para lograr la unión.


Los activos Padres de Basilea conocen los deseos del santo padre y toman la iniciativa para lograr la unión. Pero otra vez viene junto al orgullo la confusión de Babel, y la asamblea se divide en multitud de opiniones acerca del sitio donde se han de celebrar las reuniones para llegar a la ansiada concordia: para unos Aviñón, para otros, alguna ciudad de Saboya, Florencia, Udine o simplemente cualquier población italiana. El papa aprovecha este momento de confusión para decretar la suspensión del concilio. Con verdadera intuición, contempla alarmado el desarrollo de los acontecimientos que desembocarán en el temido cisma. Por esto el 18 de septiembre de 1437 el papa EUGENIO IV, viendo que es imposible le diálogo, declara disuelto el concilio y lo convoca de nuevo en Ferrara para estudiar la unión con la iglesia cismática griega. Por parte conciliar la respuesta es contundente también: se declara contumaz al Papa y se anuncia que el Concilio procederá en consecuencia. No puede caber duda de los proyectos del Concilio de no mediar una rendición incondicional del Papado.

Un decreto conciliar expone ampliamente las acciones de EUGENIO IV como orientadas a dificultar la labor del Concilio.


Ninguna de las naciones representadas en el Concilio duda de la gravedad de la situación: algunas embajadas protestan formalmente de las medidas contra el Papa; los más partidarios del concilio reclaman cautela. Todo en vano. En octubre, un decreto conciliar expone ampliamente las acciones de EUGENIO IV como orientadas a dificultar la labor del Concilio, y justifica la labor de la asamblea con argumentos evangélicos, escriturísticos y de los decretos del Concilio de Constanza. Se otorga a EUGENIO IV un plazo de cuatro meses para rectificar, anunciándose que, en caso contrario, se le declarará temporalmente en suspenso en sus funciones; al cabo de dos meses de suspensión temporal, ésta se convertirá en definitiva y el concilio decidirá las medidas a adoptar. Papa y Concilio se lanzan a una intense ofensiva diplomática tratando de justificar su actuación y de lograr apoyos internacionales. Algunas potencias afirman desde el primer momento su voluntad de mantenerse junto al Papa; otras alaban la actividad conciliar, incluso se detecta una profunda simpatía hacia la asamblea, pero el temor a un nuevo Cisma les hace tomar distancias. Sólo Alfonso V de Aragón y su aliado, el duque de Milán, apoyan, al parecer sin reservas, al Concilio, dispuestos a obtener las máximas ventajas políticas.

Los obispos contrarios a EUGENIO IV reunidos en Basilea declaran al papa EUGENIO IV suspenso y privado de todo poder.


Los obispos contrarios a EUGENIO IV reunidos en Basilea declaran al papa EUGENIO IV suspenso y privado de todo el poder espiritual y temporal y declaran asimismo que ellos como Concilio toman la dirección de la Iglesia mientras dure la suspensión eligiendo a FELIX V -antipapa- (1438 -1449), promoviendo un nuevo cisma.