En Barcelona no hay Estudio General (Universidad) hasta este año, por disposición del rey ALFONSO V y bula del papa NICOLÁS V. Funcionaban, sin embargo, prestigiosas escuelas fundadas por los dominicos y franciscanos. Desde hace 49 años, la ciudad ya dispone del Estudio General de Medicina, fundado por el rey Martín I el Humano, pero ni el Consejo de Ciento ni otras altas instituciones de la ciudad lo han aceptado, porque lo consideran una intromisión en sus jurisdicciones. En cambio, el privilegio de Alfonso el Magnánimo es concedido a petición del Consejo de Ciento, que siempre ha considerado la institución universitaria creada en 1450 como el Estudio General de la ciudad, que ya tenía bajo su control y patrocinio.

GIROLAMO (Jerónimo) SAVONAROLA -nacido en Ferrara (Italia), en 1452- decide entrar en religión y hacerlo en la Orden de Predicadores (Dominicos). El Convento de Santo Domingo de Bolonia abre las puertas al que habrá de convertirse en uno de los personajes más contradictorios y discutidos de cuantos han ingresado en la Orden.

Por bula de 17/10/1483 del Pontífice SIXTO IV, el tribunal de la Inquisición también se extiende a la Corona de Aragón y Valencia, siendo el dominico fray Tomás de TORQUEMADA el primer inquisidor designado para este reino (Al mismo tiempo lo es también de Castilla). Se producen, no obstante, protestas y graves alteraciones del orden, tanto en Zaragoza como en Barcelona y Valencia. Precisamente el citado Tomás de Torquemada se convertirá en el símbolo por excelencia de la dureza del tribunal inquisitorial. Desde este año, pues, el tribunal de la Inquisición es común a los dos reinos, Castilla y la Corona de Aragón, convirtiéndose en un instrumento de castellanización y en una fuente de conflictos con las instituciones catalanas.

INOCENCIO VIII, preocupado por la brujería, promulga, el 5 de diciembre de 1484, la bula “Summis desiderantes affectibus” en la que reconoce su existencia, derogando así el Canon Episcopi de 906 donde la Iglesia sostenía que que creer en brujas era una herejía. Envía a Alemania a los inquisidores Heinrich Kramer y James Sprenger (“el apóstol del rosario”) donde realizará la que es considerada como la primera “caza de brujas” de la historia. Esta bula papal será la base para que los dominicos publiquen, en 1487, la obra Malleus Maleficarum o “Martillo de brujas” que aunque nunca ha sido reconocida por la Iglesia se convertirá en el texto básico para la descripción, caza, enjuiciamiento, tortura, quema, condena y castigo de las brujas.

FERNANDO e ISABEL, tras la muerte del Gran Inquisidor, Tomás de Torquemada, podrían haber renunciado al proyecto de dar sucesor al inquisidor y abolir la inquisición, pero se apresuran a proponer al papa al dominico Diego DEZA como continuador (1498-1507). Apenas comienza sus funciones cuando despliega tanta o más severidad que Tomás de Torquemada, redactando unas ordenanzas que de más actividad al tribunal, añadiendo también varios artículos referentes a la confiscación que es el objeto de constante atención para el rey y el Santo Oficio.

En Santo Domingo, los frailes dominicos se caracterizaron por la defensa de los derechos de los taínos, quienes poblaban la isla al momento de la ocupación española y esran sometidos a una explotación despiadada por parte de los conquistadores, bajo un sistema conocido como “encomiendas” o reparto de tierras y esclavos a los colonizadores. Es de destacar el famoso “sermón de Adviento” pronunciado en la fecha, por Fray Antón de Montesinos, en el cual reivindica la condición de seres humanos de los aborígenes y denuncia el maltrato por parte de los encomenderos.

Leyes de Burgos: fueron promulgadas como resultado de las quejas de los dominicos ante los excesos cometidos por los colonizadores de La Hispaniola (Santo Domingo) en el trato con los indios. Se autorizaban las encomiendas, pero se regulaba el trabajo, la alimentación, la vivienda, etc. del indio.

JUAN TETZEL, fraile dominico a quien el arzobispo Alberto ha encomendado la predicación de la indulgencia concedida por LEÓN X con el objeto de construir la basílica de S.Pedro de Roma, no cumple su oficio con la suficiente dignidad; en lugar de atenerse al uso tradicional de la Iglesia, se atiene a las instrucciones de Alberto, según las cuales para ganar la indulgencia basta la entrega de la limosna. Es fácilmente explicable y nada injusto que alguien levante su protesta.

El papa LEÓN X tiene noticias de un fraile alemán, agustino, doctor de Wittenberg que regenta la cátedra de Sagrada Escritura de aquella Universidad de Sajonia, de 34 años, que se llama Martín LUTERO y que mantiene constantes disputas teológicas con otro fraile dominico llamado TETZEL, otro fraile dominico, que tiene a su cargo la campaña para recoger fondos con destino a la construcción de la nueva basílica de San Pedro.

Pronto, Alemania entera no habla de otra cosa. Reina un gran descontento -en parte justificado- con la actitud del Papado y con lo que sucede en Roma. Si, en estas circunstancias, LEÓN X aclarase la doctrina de las indulgencias, como hará luego, tal vez la «Reforma» nunca se hubiese producido. Pero obra con lentitud y deja que siga la controversia, fomentada por la rivalidad entre los agustinos y los dominicos. Muchos se sienten entusiasmados por el hecho de que alguien llame por fin públicamente por su nombre a la penosa situación de la Iglesia católica y lo hace, además, en un lenguaje claro y comprensible para todos. Por otra parte, a Lutero le mueve el mismo afán que a los reformadores anteriores: el nacionalismo. Wyclif había apelado a los nacionalistas ingleses que objetaban que el dinero iba siempre a parar a los cofres italianos del Papa. De la misma manera, Hus invocó el nacionalismo bohemio y ahora Lutero hace otro tanto con el nacionalismo alemán. Pero Lutero dispone de algo que les faltó a Wyclif y Hus: la imprenta.