Los musulmanes establecidos en Sicilia, capturan Bari, al sur de la península itálica y convierten la ciudad en centro del emirato que aterrorizará el sur de Italia y el Adriático.

En 860, vencida toda resistencia en Sicilia (excepto Siracusa y unos puntos más en la costa oriental) con una ulterior represión feroz, los musulmanes tratan a los vencidos con espíritu conciliador y humanitario, instalando un periodo de convivencia pacífica que se verificará con un fuerte desarrollo civil y económico. Toda la Isla gozará de grandes ventajas, gracias a la civilización musulmana. Estos introducirán sustanciosas innovaciones en el campo de la agricultura con el cultivo de agrios, de higos chumbos y con la cría de gusanos de seda. La economía y las artes renacerán; la artesanía se enriquecerá con nuevos elementos decorativos y técnicas innovadoras. La arquitectura desarrollará nuevas formas con la construcción de las mezquitas, del Palacio Real de Palermo y otros monumentos de los que actualmente quedan solamente pocos pero significativos vestigios. La corte de los Emires musulmanes será frecuentada por literatos, poetas, filósofos y hombres de ciencia, Palermo y Sicilia se convertirán en un centro de civilización y cultura siendo la vía hacia el Occidente todavía bárbaro y feudal.

Fallece, el ultimo de los doce imanes legítimos reconocidos por el chiísmo, Muhammad al-Muntasar. Será considerado como el “imán oculto”, siempre vivo.

Expansionistas, algunos turcos toman el camino del oeste, acosando a los bizantinos a partir del siglo X. Al sur, chocan con los árabes en Asia central. Numerosos turcos se enrolarán entonces como mercenarios (mamelucos) al servicio de los abasíes y los samaníes.Con los años, los árabes serán sustituidos por los turcos como potencia dirigente en el mundo islámico. Bajo la presión turca se desintegrará también progresivamente el imperio bizantino hasta reducirse a la comarca en torno a Constantinopl

AGAPITO II -papa- (10.5.946 – 8.11.955). El apoyo que le brinda OTON I de Alemania, ayuda grandemente al pontífice en su obra regeneradora. AGAPITO II, hombre de gran inteligencia e iniciativa, sostiene con energía los derechos de la Iglesia de Roma sobre el resto de las iglesias del imperio, enfrentándose a las pretensiones de reyes y príncipes. En este pontificado se renuevan las acometidas de los árabes contra las costa del sur de Italia, pero tienen que retirarse una y otra vez debido a las ofensivas cristianas.

Los hachemíes, llegan a convertirse hacia el año 1201 en guardianes de los santos lugares de la Meca y Medina. El ser descendientes de Hashem (bisabuelo de Mahoma), les facilitará el control de la provincia de Hedjaz y les dará a lo largo de los próximos siglos una autoridad “extra” sobre el resto de musulmanes árabes.

Además de muchas mercancías llegaron también a Europa occidental conocimientos médicos y naturalistas, el sistema de números arábigos y, en particular, el legado de la Antigüedad, cultivado por los árabes. Exagerando un poco se podría decir que las cruzadas consiguieron lo contrario de lo que habían pretendido: Los cristianos se pusieron en marcha para liberar Tierra Santa de las garras de una gente a la que se consideraba primitiva y pagana. Pero una vez llegados allí hubieron de reconocer que aquellas personas eran más cultas que ellos -los cristianos pudieron aprender de los musulmanes, y no al revés- . De este modo, a pesar de todo, Occidente obtuvo un provecho de las cruzadas.

Por cuenta del sultán turco, Mehmet Alí, virrey de Egipto por el Imperio otomano, pasará a Arabia para derrotar a los wahhabíes, una secta musulmana puritana fundada recientemente, y que ha tomado el control de La Meca y Medina, las dos ciudades santas del Islam. En 1818, Mehmet Alí domina la orilla oriental del mar Rojo. Mehmet Alí perfeccionará los métodos de regadío, introducirá nuevos cultivos, reformará la administración gubernamental e incluso tratará de implantar industrias.

Junto a los precedentes del sionismo internacional surge un nacionalismo árabe. Así, el resurgimiento de los nacionalismos árabe y judío son fenómenos eminentemente paralelos. Aunque entre ellos existen variantes, en lo fundamental se identifican en el ideal nacionalista. En 1904, el palestino Nagib Azury funda en París el partido de la “Liga de la Patria Árabe” y reclama la construcción de un imperio árabe que se extendería desde el Tigris y el Eufrates hasta el Mediterráneo, y desde el golfo Pérsico hasta el Sinaí. Nacidos en una misma época, el sionismo y el nacionalismo árabe, viven, al principio, en una coexistencia pacífica, dado que ambos movimientos tienen demasiadas dificultades que superar, como para advertir la diferencia esencial que un día podrá oponerles.

En 1946, la lucha se generaliza. Los árabes que han asistido impotentes y estupefactos al incremento de la violencia entre judíos y británicos y que padecen los estados de sitio impuestos por la potencia administradora, deciden pasar a la acción. En febrero se decreta en Palestina una huelga general. reafirmándose el carácter árabe de Palestina. Posteriormente la Liga Árabe reunida en Bludán (Siria) alcanza acuerdos contra los intereses norteamericano-británicos en sus tierras, caso de no ser atendidas sus reclamaciones sobre Palestina.