FELIPE IV el Grande (Rey de España)(1621-1665)

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Las Cortes de 1626 y de 1632 quedan inconclusas. Los catalanes no aceptan las exigencias del monarca.


Las Cortes de 1626 y de 1632 quedan inconclusas ante la negativa de los catalanes a aceptar las exigencias del monarca. Sin duda, todo un éxito del marco constitucional e institucional de los catalanes, que se convertía, más que nunca, en un obstáculo para una monarquía que necesitaba cada vez más recursos. Los ministros y sus asesores jurídicos alegaban que “la necesidad no tiene ley” y que, por tanto, era necesario priorizar las urgencias del monarca por encima de las leyes de los catalanes. A menudo, el constitucionalismo catalán era incomprensible e insoportable para unos ministros acostumbrados a imponer la voluntad del soberano en otros territorios.

El virrey y los oficiales reales ignoran -o prefieren ignorar- el marco jurídico catalán.


El virrey y los oficiales reales ignoran -o prefieren ignorar- el marco jurídico catalán. Esto origina una escalada constante de la tensión con la Generalitat, que es el organismo encargado de denunciar cualquier posible conculcación de las leyes hecha por los representantes de la corona. Y, evidentemente, el hecho de que los jueces de la Real Academia, nombrados por el monarca, sean los responsables de juzgar estas posibles conculcaciones no contribuye nada a disminuir la tensión, porque a menudo acaban juzgando las propias actuaciones, con las consiguientes sospechas de escasa imparcialidad.

CARLOS I Estuardo es vencido en la guerra contra España (1626).


La preocupación principal de CARLOS I Estuardo durante el inicio de su reinado es la política exterior. FEDERICO V, Elector Palatino, marido de su hermana ISABEL, ha perdido sus tierras hereditarias en el Palatinado a manos del emperador FERNANDO II de Habsburgo, comenzando la llamada Guerra de los Treinta Años, la cual originalmente es sólo una guerra para mantener la hegemonía de los Habsburgos católicos como reyes electos de Bohemia, aunque esto terminará convirtiéndose en una espiral sin control que acabará en una guerra civil y confesional entre los protestantes y los católicos en Europa. Así, CARLOS I Estuardo, emprende una guerra con el rey FELIPE IV de España, al cual espera poder forzar para que interceda con el emperador en su favor, pero es vencido.

El modelo de organización política castellano es el que quiere imponerse en los otros reinos.


Para evitar este inconveniente, el conde-duque se fija un doble propósito. En primer lugar impulsar un cambio profundo en las estructuras de la Monarquía, adecuando las instituciones a las necesidades del momento. Como Castilla es la que menos obstáculos pone a las peticiones de la política imperial, es el modelo de organización política castellano el que debe imponerse en los otros reinos. En segundo lugar, OLIVARES se propone acabar con el exclusivismo castellano en la administración, ofreciendo cargos públicos (políticos, militares o administrativos) a gentes de todos los reinos, es decir, a cualquier vasallo real. Ambos propósitos coinciden en un mismo objetivo: construir un país unido y compacto que deje atrás lo que el conde-Duque consideraba diferencias arcaicas.

El conde-duque de OLIVARES prepara un audaz plan contra Francia que finalmente no se realizará.


El conde-duque de OLIVARES prepara un audaz plan contra Francia que, en líneas generales, consiste en concentrar en Catalunya (convertida en Plaza de Armas de España) a un poderoso ejército de 40.000 hombres (de los cuales 10.000 alistados en la Corona de Aragón) dispuesto para atacar a Francia por los Pirineos, mientras las fuerzas de Flandes, lo harán por aquella frontera. (Este plan se pone a la consideración del Consejo de Estado que finalmente no lo aprueba.)

Las Cortes de Aragón y Valencia no ven motivos para complicarse en el pleito que es de Castilla.


La primera sorpresa de OLIVARES es que no resulta tan sencillo como imagina que intervengan en la contienda todos los territorios españoles, aún independientes entre sí. El conflicto se desarrolla en posesiones de la corona de Castilla, por lo que a las otras les tiene sin cuidado. Consultadas, en la fecha, las Cortes de Aragón y Valencia, los diputados correspondientes no ven motivos para complicarse en el pleito y sólo bajo presión oficial convienen en colaborar con la “Unión de armas” aportando cada una un tercio de infantería.

FELIPE IV exige a las Cortes Catalanas dieciséis mil soldados, o su equivalente en metálico.


Las Cortes Catalanas, cuando el Rey abre la sesión de las Cortes, exigen que antes de hablar de nuevos subsidios se pase repaso a los agravios que tienen con la administración central, desde las últimas Cortes celebradas en 1599. Los diputados presentan nueve proyectos de ley que llevan a la práctica sus demandas, pero FELIPE IV los corrige hasta dejarlos inservibles. Por otra parte exige dieciséis mil soldados, o su equivalente en metálico, así como las rentas reales que no se cobran desde el tiempo de su abuelo. De otro modo se marchará y allá se las compongan. Las Cortes de Barcelona se disuelven sin llegar a ningún acuerdo.

El ultimatum del rey sienta mal, pues los catalanes, no están obligados a ninguna clase de servicio.


El ultimatum del rey sienta mal, pues los catalanes, según sus fueros, no están obligados a ninguna clase de servicio y, además, las rentas atrasadas equivalen a la ruina para muchas poblaciones. Por otra parte, hay una tregua en el conflicto europeo y no se entiende a que vienen tantas prisas con los soldados. Pero sin el monarca, las cortes -único cuerpo legislativo del territorio- quedan suspendidas y sus reformas van a quedar en el aire. Así, se decide, tras numerosas resistencias, a reanudar las Cortes suspendidas.