Después de la Primera Guerra Mundial se han adherido a Bélgica algunos cantones alemanes. Estos están situados en la esquina oriental de la provincia de Lieja. Así, pues, Bélgica tiene tres idiomas oficiales: el neerlandés, el francés y el alemán. Por una parte, tenemos, pues, dos extensos grupos de población que conviven el uno al lado del otro: la Comunidad Flamenca de habla neerlandesa al norte, en Flandes, y la Comunidad de habla francesa al sur, en Valonia. Bruselas es bilingüe, aunque principalmente francófona. Y finalmente, los cantones alemanes de Lieja. Bélgica tiene, pues, cuatro regiones lingüísticas: 3 regiones con una sola lengua (la neerlandesa, la francesa y la alemana) y la región bilingüe de Bruselas-Capital. Su situación geográfica, en la línea divisoria entre las culturas latina y germánica, explica la diversidad lingüística del país.

Bélgica se enfrenta a un problema lingüístico. Alrededor de las tres quintas partes de la población hablan flamenco, un idioma íntimamente relacionado con el holandés. La mayoría del resto de habitantes utiliza el francés. Este último es la lengua de la capital y tiene mayor prestigio, por lo que ha sido declarado oficial desde la fundación del Estado en 1830. El concepto de autodeterminación, fijado al término de la primera guerra mundial, hace difícil mantener este dominio de una lengua minoritaria, y a partir del 1 de enero de 1922 Bélgica implanta el bilingüismo. El flamenco es colocado en pie de igualdad con respecto al francés, si bien la fricción entre las dos comunidades culturales se mantendrá. Los Países Bajos, por su parte, se distancian de cualquier movimiento que se proponga fomentar el descontento entre la población belga de habla flamenca, y se abstiene de sugerir que las regiones flamencas deben ser anexionadas a los Países Bajos.

En Bélgica son numerosos los partidarios de la idea de Bélgica como una nacionalidad propia, no artificial. La idea de un Flandes independiente ha ido ganando terreno sin llegar a ser mayoritaria. Sus defensores pertenecen, sobre todo, al catolicismo más integrista y a la derecha más autoritaria.

En Bélgica, tras la Segunda Guerra Mundial se ahonda en las diferencias entre las dos comunidades, flamenca y valona. Entre ambas existe una gran incomprensión y un profundo desconocimiento. Los flamencos se sienten oprimidos pese a beneficiarse de un considerable desarrollo económico. Según ellos, aportan demasiado dinero al sur, donde los valones sufren el estancamiento de la industria pesada, sector de importancia esencial.

En los setenta las secciones valona y flamenca de las principales fuerzas políticas de Bélgica se separan para formar partidos diferentes. En Flandes, un tercio de la población apoya el índependentismo.

En Bélgica, en las elecciones de 1991, se da un retroceso de los partidos tradicionales y un aumento del voto contestatario (extrema derecha y ecologistas). Tras unos meses de negociación, socialistas y socialcristianos acuerdan formar un gobierno, encabezado por Jean Luc Dehaene, con el objetivo de realizar una reforma constitucional que solucione el conflicto entre flamencos y valones.

En Bélgica, la creación de las nuevas instituciones que regirán el país debido a su evolución hacia el federalismo para evitar una posible secesión, finaliza en el parlamento nacional el 14 de Julio 1993 con la promulgación de la nueva constitución. De modo que el primer artículo que encontramos en la constitución belga expone que “Bélgica es un Estado Federal que consta de comunidades y regiones.” De esta reforma han emergido cinco puntos principales: la reforma de las instituciones, las nuevas transferencias de poderes, la financiación de las Comunidades y de las Regiones, la división de la provincia de Brabante y la protección de las minorías lingüísticas.

ALBERTO II, rey de los belgas (1993- ). Sucede a su hermano mayor, el Rey Balduino I. La vida política estará marcada por la transición de un estado unitario a otro federal. Por su parte, la extrema derecha, representada por partidos como el Bloque Flamenco, se beneficiará de un fuerte aumento de votos. ALBERTO II continuará con la política de su hermano Balduino de mediar entre las comunidades flamenca y valona. ALBERTO II está casado con PAOLA. Los nuevos monarcas tienen tres hijos.

En Bélgica, algunos pueblos situados en territorio flamenco, la minoría francófona (en algunos casos, ya es una mayoría, por influencia de Bruselas, donde apenas se habla neerlandés) tiene derecho a votar a candidatos valones. En el 2003, el Tribunal Constitucional declara esta situación incompatible con la ley y apremia al gobierno a realizar los cambios oportunos. Ninguno de los últimos ejecutivos lo logrará.

La extrema derecha modera su ascenso y los liberales caen en las municipales belgas. El partido xenófobo Vlaams Belang pierde Amberes, su bastión tradicional.