El Imperio del SIRG pasa a FERNANDO, rey de Hungría, hermano de CARLOS (V). El Imperio de los Habsburgo, queda dividido. FERNANDO I se convierte en jefe de la rama de los Habsburgo de Austria, reinando también sobre Bohemia y Hungría. (Su sobrino FELIPE, lo será de la rama de los Habsburgo en España)

En la fecha, CARLOS (V) dejando a sus dos hermanas en la corte, en Valladolid, se retira en soledad con un reducido séquito, al monasterio de Yuste (Cáceres). Se ha hecho construir, en el recinto del monasterio de Yuste, una casita de dos plantas, rodeada por un jardín de naranjos y de limoneros. Es en este lugar apacible y retirado donde CARLOS (V) pasará los últimos meses de su vida, entre los paseos solitarios, la oración y el cultivo de las flores, siguiendo desde lejos los acontecimientos del mundo. Probablemente es más feliz en su retiro de lo que nunca lo ha sido como emperador. Al sentir próxima la muerte, hace un testamento en favor del hijo ilegítimo que ha tenido de Bárbara Blomberg, el joven don JUAN de Austria, futuro vencedor de Lepanto.

Asistido por el obispo CARRANZA y por el hermano VILLALBA, que se alternan en sus cuidados, CARLOS (I) de España y (V) del SIRG cae en una crisis de la que ya no se recupera, falleciendo en las primeras horas del 21 de septiembre de 1558 en Yuste. A pesar de estar apartado del trono imperial, durante sus últimos días CARLOS (V) sigue conservando una agudo interés por los asuntos internacionales. En sus funerales, el orador sagrado compara a CARLOS (V) con el David bíblico y a FELIPE II con su hijo Salomón, así como recuerda la gran batalla de S. Quintín el día de S.Lorenzo. Quizá estas referencias inspiran al joven rey para la construcción de un gran monumento religioso en el que honrar al mártir protector de su ejército: el monasterio de S. Lorenzo el Real, a los pies del Guadarrama.

Procesión fúnebre en Bruselas por el fallecido CARLOS (V) . Cada uno de los estados pertenecientes a CARLOS (V) está representado mediante el estandarte y el caballo enjaezado con las armas. Al final de más de treinta años de guerra, los resultados obtenidos pueden parecer engañosos. Ya conocemos las causas: el sueño de una monarquía universal no se correspondía ya con las distintas realidades europeas. No podía existir ya un Estado que reuniese naciones sin vínculo alguno, separadas por grandes distancias, en las que se hablaba francés, flamenco, español, italiano, alemán, sin reconocer las peculiaridades de cada una. La misma paz de Augsburgo lo ponía de manifiesto. A pesar de la aparente inferioridad material de Francia, ésta tenía la ventaja de la unidad. Europa, y sobre todo sus gobernantes, no estaban preparados para valorar la riqueza de la diversidad y el respeto. El absolutismo impedía a los príncipes considerar que servían a personas en su función de gobierno.