En 1597, CLEMENTE VIII saca provecho a su cambio de alianzas cuando, en octubre de 1597 muere sin descendencia Alfonso II, duque de Ferrara, y el papa ve la ocasión de anexionar los territorios del fallecido a los Estados Pontificios. España no comparte el proyecto de Clemente y maniobra para que César de Este, un primo ilegítimo de Alfonso, de continuidad a la dinastía. Es entonces cuando el papa acude a ENRIQUE IV de Francia que le promete la ayuda militar necesaria para llevar a término su plan. FELIPE II, que por estas fechas parece comprender que restan pocas hojas en su calendario particular, no quiere abrir un nuevo frente de lucha y desiste de la pelea. Las tropas pontificias pueden así entrar en Ferrara sin obstrucción, ocupar la ciudad e integrarla en las posesiones de la Iglesia. Conseguido su objetivo, el papa CLEMENTE media entre España y Francia para que entablen negociaciones de paz que culminan el 2 de mayo de 1598 con el Tratado de Vervins. España devolverá además el Vermandois y otros territorios, confirmando la Paz de Cateau-Cambrésis.

En beneficio del campesinado, que supone más del 90% de la población y que ha sufrido los saqueos y la devastación de la guerra, ENRIQUE anula los atrasos debidos por arriendos y los impuestos sobre la tierra, prohíbe que los acreedores embarguen el ganado o las herramientas, pone en venta las tierras públicas por debajo del precio de mercado y restringe los derechos de caza de los nobles sobre los campos cultivados. Para promover el comercio construye canales, draga ríos, restaura y construye puentes y carreteras. Atrae a Francia a artesanos extranjeros para desarrollar nuevas industrias e introduce el cultivo de las moreras, de las que se alimentan los gusanos de seda, para asegurar el abastecimiento de seda en bruto para la industria de este sector.

En la fecha, FELIPE II firma con Francia (Enrique IV) la paz de Vervine y adopta en los Países Bajos la solución planteada sobre este conflicto. Abdica de la soberanía de los Países Bajos a favor de su hija ISABEL CLARA (6/5/1598-13/7/1621) y de su futuro esposo, el archiduque ALBERTO. Con ello se procura mantener la fidelidad de las provincias católicas del sur (la futura Bélgica), mantener su defensa y aplazar para un momento más oportuno el asalto a las provincias del norte. Pero la ruptura entre el norte y el sur es ya definitiva y la independencia “de hecho” que no “de derecho” de las siete Provincias Unidas puede considerarse irreversible. El período de “los archiduques” goza de una consideración positiva general, por parte de los historiadores belgas, como etapa de relativa paz.

El reinado de ENRIQUE IV, a partir de 1598, supone para Francia un periodo de recuperación tras las guerras de Religión y el comienzo de un crecimiento económico. La mayor parte de este periodo transcurrirá en paz y las finanzas reales se restablecerán. En beneficio del campesinado, que supone más del 90% de la población, ENRIQUE anula los atrasos debidos por arriendos y los impuestos sobre la tierra, prohíbe que los acreedores embarguen el ganado o las herramientas, pone en venta las tierras públicas por debajo del precio de mercado y restringe los derechos de caza de los nobles sobre los campos cultivados. Para promover el comercio, construye canales, puentes y carreteras y draga ríos. Atrae a Francia a artesanos extranjeros para desarrollar nuevas industrias e introduce el cultivo de las moreras, de las que se alimentan los gusanos de seda, para asegurar el abastecimiento de seda en bruto para la industria de este sector. A finales de la primera década del siglo XVII, la economía será floreciente y la autoridad real estará de nuevo firmemente establecida. El clero católico se opone a la tolerancia oficial hacia los hugonotes.

Muere envenenada Gabrielle d’Estrées, amante del rey francés Enrique IV. Se allana el camino hacia el trono para María de Medici, que finalmente será reina de Francia.

Fallece Jean Nicot. Ha sido embajador de Francia en Portugal de 1559 a 1561. Allí conoce el tabaco y lo introduce en su país. El alcaloide tóxico que contiene esa planta se llama «nicotina» y deriva del apellido del embajador.

Matrimonio de ENRIQUE IV de Francia con MARÍA de Médicis. Tendrán seis hijos.

Fallece el matemático francés Franciscus Vieta. Se ha convertido al catolicismo cuando lo ha hecho Enrique IV. Trabaja para él como criptógrafo, descifrando los mensajes secretos de Felipe II de España. El airado monarca acusa a Francia de brujería y se queja ante el Papa. Vieta, en un libro de álgebra de 1591, utiliza por vez primera x e y de la manera que hoy nos resulta familiar.

Durante los últimos años del reinado de ENRIQUE IV, los franceses fundan un asentamiento permanente en Norteamérica, en el mismo lugar a donde sus viajes de exploración habían llevado a Cartier tres cuartos de siglo antes. Se inicia la creación de “Nueva Francia” en lo que después, a lo largo de los siglos, se convertirá en el sudeste de Canadá. En esta misma época, los franceses efectuaron también asentamientos en algunas pequeñas islas de las Indias occidentales, en particular en Guadalupe y Martinica. Que pudieran hacerlo sin que España fuera capaz de detenerlos pone de manifiesto la magnitud de la decadencia de este país por entonces.

La participación de los moriscos, repartidos por toda España después de la rebelión de las Alpujarras, en conspiraciones con los enemigos de la patria es cierta. El tráfico de espías entre las comunidades moriscas y Argel, Estambul y París es constante. Muchos moriscos ayudan a los piratas berberiscos a asolar el Levante español. Pero la conjura más peligrosa se produce entre el rey francés ENRIQUE IV -seguramente instigado por Antonio Pérez-, el sultán y los protestantes suizos. La señal del ataque se da el 31 de marzo, Jueves Santo de 1605, en Valencia, que será ocupada por los moriscos de la región y por franceses venidos en barco; a continuación se sublevan los moriscos de Castilla y Aragón y un ejército francés cruza los Pirineos en dirección a Pamplona. El plan se desbarata gracias a dos denuncias: la de un morisco valenciano converso y la del rey inglés Jacobo I, a quien el francés ha propuesto participar en la destrucción de España. Por tanto, la expulsión de los moriscos fue un acto político justificado y no capricho de un rey fanático y de sus consejeros.