Sobre el cerro que hoy cubre el barrio del Albayzín (Granada), existe un poblado íbero llamado Ilbyr cuyos habitantes comercian con griegos y fenicios. Al pasar de los años, llegan también los cartagineses, primero los mercaderes y después los soldados y los habitantes de esta región se verán inmersos en las guerras púnicas contra los romanos.

Tras el ocaso de los griegos focenses (de Focia comarca de la antigua Grecia) y de los etruscos, las únicas superpotencias son Cartago y Roma. En 348 aC. acuerdan repartirse el Mediterráneo. La península Ibérica queda escindida en dos zonas de influencia: Roma se queda con el norte y Cartago con la región minera del sur desde Cartagena. También Cartago consolida su presencia en la isla de Córcega.

Durante los siglos III y parte del II a.C. los vascones se expanden hacia el este, hasta parte de la futura Catalunya, vasconizando la tribu jacetana y parte de la ilergeta. Lo que acarreará la pérdida de sus idiomas que eran de la misma familia lingüística que el euskara de los vascones (en el caso de los jacetanos), y por otro lado, la desaparición de la lengua íbera hablado por los ilergetas, ya vasconizados después de esta expansión.

Las obras de arte ibérico del noredeste de la península son de cualidad menor que las de otras zonas ibéricas más meridionales. Se conservan algunos relieves, cremadores de perfumes (en forma de cabeza femenina) y muchas piezas de orfebrería (pendientes y collares de oro). Destaca el denominado tesoro de Tivissa (del segle III o II aC.), encontrado en la zona ocupada por los ilercavones. Se trata de diversas piezas de clara influencia griega. Con referencia a la cerámica ibérica muy influida por la griega se han encontrado piezas decoradas con motivos geométricos o vegetales y alguno animal.

Los “ilercavones”, pueblo ibérico establecido en el bajo Ebro, levantan una “ciudad” para dominar el río Ebro en su parte más estrecha. Su capital será llamada “Hibera” (Tortosa). Regirá un amplio territorio, los límites del cual se mantendrán prácticamente intactos hasta la mitad del siglo XX dC. La ciudad será habitada por iberos y romanos, y llegarán hasta nuestros días numerosas muestras de arte árabe, medieval, renacentista,barroco y modernistas testigos de la importancia histórica de la ciudad. (Tortosa, situada a orillas del Ebro, muy cerca de su desembocadura, es -en 2006- un importante centro agrícola y comercial. Capital de la comarca del Baix Ebre y de la diócesis de Tortosa.)

A mediados del siglo III aC, el pueblo celta de los lusitanos que se asienta en el territorio occidental de la Península, que abarca desde el Duero al Tajo y con preferencia en la zona ocupada por la sierra de la Estrella y las estribaciones de Gata, padece un gravísimo problema económico y social, debido a la falta de tierras y a la concentración de la riqueza ganadera en pocas manos, pues es un pueblo fundamentalmente de pastores. Esta desatrosa situación económica obliga a los lusitanos a dedicarse al bandidaje como medio de subsistencia. El bandidaje se hace en los territorios que limitan con los pueblos lusitanos, como son los turdetanos, asentados en Andalucía.

Los íberos ya acuñan monedas de plata y de bronce, imitando los dracmas de Empúries, y dejan su nombre escrito en ellas como señal de prestigio y de poderío económico. Con la llegada de la moneda, de las ciudades y de la organización tribal, cada pueblo, cada tribu, se asienta sobre un territorio que considera como suyo. Y se acuerdan tratados para delimitar los territorios de unos y de otros. Todas las monedas aparecen inscritas con carácteres iberos, con el nombre de su centro emisor, Así es como cada uno de ellos se va identificando con un territorio y como surge la conciencia de nación y de Estado. Pero todo este proceso quedará alterado -unos años después- con la aparición de los romanos y la historia dará un giro considerable.

Antes de la llegada de los romanos, existen en la zona de Burgos, futura Castilla, dos grupos étnicos: un substrato mediterráneo con cultura, raza y lengua procedente de gentes venidas de África, Asia Menor, Grecia, Etruria, Córcega y Cerdeña, de carácter matriarcal y ganadero, y tenemos también, un substrato “celta” especialmente emparentado con gentes que habitaron en la antigüedad el norte de Italia, Francia, Bélgica e Inglaterra. Estas poblaciones indoeuropeas son agricultores mayoritariamente y de sociedad patriarcal y estructura de clan, habitan en los valles y conocen la metalurgia del hierro.

Sigue siendo un misterio cómo y quién fundó Barcelona. En las edades Antigua y Media se aceptaba la leyenda de su fundación por el mitológico Hércules, o por AMÍLCAR BARCA, el año 248 antes de Cristo para festejar sus victorias sobre los celtíberos en su campaña de ocupación de la península Ibérica. Barcino, según esa leyenda, significa ciudad de los Barca que era la familia más importante de Cartago. Otros atribuyen la fundación de Barcelona a Asdrúbal, en el año 245 aC. para ofrecer un puerto a su suegro Amílcar, en agradeciento por haberle concedido la mano de su hija. Los historiadores no han encontrado jamás una base documental o pruebas arqueológicas que permitan demostrar que existe algo de cierto en esas leyendas. Aún así, periódicamente  reabre la polémica sobre el posible origen cartaginés de Barcelona, siempre a partir de conjeturas o deducciones que pueden o no ser acertadas.