Los comerciantes ingleses que llegan por primera vez a Cantón (Guangzou) a finales del siglo XVII, buscan las sedas y el té chinos y los canjean por plata.
PRIMERA GUERRA DEL OPIO (1839-1842)
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En China, un edicto imperial prohibe la venta de opio declarándose ilegal la importación de la droga.
El virrey de Cantón confisca y ordena quemar veinte mil cajones de opio.
Cuando el Gobierno de Londres empieza a preocuparse por la disminución de sus reservas de plata, los mercaderes que trafican en China comprando sedas y té a cambio de plata, resuelven el problema importando opio de India e introduciéndolo ilegalmente en China como moneda de cambio a pesar de la prohibición de este tráfico desde 1729 por el gobierno imperial chino. Las flotillas armadas inglesas llegan a la isla de Li Ting, no lejos de Hong Kong y Macao, y descargan el opio de las cajas de almacenaje. No quedan los fardos de opio mucho tiempo flotando en el mar, porque los buques ligeros chinos se encargan pronto de transportarlos a escondrijos estratégicamente situados a lo largo de toda la costa de piratas. Ello alarma al Gobierno imperial que no puede soportar el perjuicio que el opio está causando en su población y, por otro lado, tampoco puede mantener por mucho más tiempo la sangría de los pagos en plata, y, en 1839, el virrey de Cantón confisca y ordena quemar veinte mil cajones de opio, pertenecientes a la Compañía de las Indias Orientales, controlada por los ingleses.
Estalla la guerra entre Inglaterra y China.
En esta acción del Gobierno imperial de China, el Gobierno de su Majestad ve un pretexto para satisfacer lo que exigen los comerciantes ingleses, que desde hace años piden el apoyo a su país y sugieren la ocupación de Hong Kong. Estalla, pues, la guerra en 1840, al abrir Inglaterra hostilidades contra el Gobierno, tan débil como tiránico, del Emperador. Esta es la Primera Guerra del Opio (1839-1842) en la que el arcaico ejército chino nada puede hacer contra las modernas fuerzas británicas que bombardean Cantón y toman Shanghai y Nanking, remontando el Yangtze.Tanto el efecto de las drogas como el drenaje de los recursos de plata contribuyen a acelerar el declive que ahora está experimentando China. Sin embargo, los británicos se mantienen firmes en el comercio del opio para su provecho, e incluso están dispuestos a recurrir a la fuerza en caso necesario. Mirando hacia atrás desde nuestra privilegiada posición, y sabiendo el daño que causan las drogas, no podemos por menos de asombrarnos del proceder británico en este asunto.
Los chinos son derrotados en la primera guerra del opio y obligados a firmar el tratado de Nanking.
Los chinos son derrotados en la primera guerra del opio y obligados a firmar en 1842 el Tratado de Nanking. Por él, en la fecha, ceden a la soberanía de Gran Bretaña, además de cinco puertos francos y diversas concesiones aduaneras, un territorio de poco más de cincuenta kilómetros cuadrados, la «isla pelada sin apenas una casa» que Lord Palmerston, ministro de asuntos exteriores de Gran Bretaña, bautizará más adelante como Hong Kong y que la corona británica, en un comunicado oficial de la época, dice ocupar como un emporio de riqueza, no con fines coloniales, sino diplomáticos, comerciales y militares».
China, por el tratado de Nanking, accede a comerciar con Gran Bretaña según las condiciones de ésta.
China, por otro lado, por el tratado de Nanking, accede a comerciar con Gran Bretaña según las condiciones de ésta, así como a pagar una indemnización equivalente a veinte millones de dólares. Desde entonces, amparándose en la bandera británica, los cargamentos de opio llegan a Hong Kong sin causar a los traficantes las zozobras de antaño. La población de seis mil chinos que habita Hong Kong en 1842 se triplica en poco tiempo, y numerosos ingleses y escoceses rechazados en los círculos victorianos de Londres se establecen en la nueva colonia intentando emular el opulento estilo de vida de la India. Por el tratado de Nanking, los súbditos británicos no están sometidos a la legislación china, bastante cruel, por cierto.