DIDIUS JULIANO compra el título de emperador a los propios pretorianos que lo acaban de subastar. En efecto, tras el asesinato de Pertinax, el asesino pretoriano anuncia que el trono será vendido al mejor postor. Tito Flavio Sulpiciano , prefecto de la ciudad, se encuentra en ese momento en el campamento al que ha sido enviado para calmar a las tropas, comienza sus ofertas. Didius JULIANO, abandona un banquete en el que participa junto a su esposa y su hija pero no puede entrar al campamento. Desde el exterior con una gran voz compite por el premio. A medida que la licitación progresa, los soldados informan a cada uno de los dos competidores. Finalmente Sulpiciano promete 20.000 sestercios a cada soldado; JULIANO, por temor a que Sulpiciano gane el trono, ofrece 25.000. Los guardias de inmediato cierran la oferta de JULIANO y abren la puerta del campamento proclamándolo emperador. El Senado asimismo lo declara emperador (193). Su esposa y su hija reciben el título de Augustas.

La mayoría de los jefes militares romanos no están de acuerdo con el nombramiento de JULIANO por lo que se dirigen con sus legiones hacia Roma. SEVERO -gobernador de la provincia de Panonia- es el que está más cerca y por ello, el senado aprueba una moción proclamando emperador a SEVERO, la concesión de honores divinos a Pertinax, y la condena a muerte a JULIANO. Este es abandonado por todos y es asesinado en el palacio -en la fecha- por un soldado. SEVERO rechaza a la guardia pretoriana y ejecuta a los soldados que habían matado a Pertinax. Las últimas palabras de JULIANO, son: “Pero, ¿qué mal he hecho? ¿A quién he matado?”.