FEDERICO III es nombrado rey de Prusia y emperador de Alemania (1888). Es liberal y se opone abiertamente a BISMARCK y a su táctica de mano dura, pero ya cuando accede al trono está muriendo a causa de un cáncer de garganta.

La primera decisión importante que toma GUILLERMO II de Alemania al convertirse en emperador, es obligar a BISMARCK a dimitir. BISMARCK cuenta 75 años y ha sido canciller por espacio de 28 años. Quizá ya es tiempo de que se retire, pero debería haberse cuidado más de no herir su amor propio. Sus servicios a Alemania han sido excepcionales, y desde luego no merece que se le despida sin más ceremonias. El problema es que GUILLERMO II está dispuesto a desempeñar el papel de BISMARCK por sí solo, pero él no es BISMARCK. Ni siquiera está a la altura de BISMARCK de 75 años y cansado, y con él Alemania tomará un nuevo y desastroso rumbo.

BISMARCK pretende ampliar indefinidamente la Ley de excepción que ha sido promulgada en 1878, tras varios atentados contra el káiser que BISMARCK atribuye a los socialistas. El nuevo monarca, sin embargo, se opone a ello atribuyéndose el título de “rey de los mendigos”. Por otra parte, GUILLERMO II deroga una ordenanza que impide a los ministros comunicarse con él si no es a través de BISMARCK.

En Alemania, en las elecciones de 1890, el partido socialdemócrata se convierte en el más fuerte del Parlamento en número de votos, aunque no en el de escaños, reducidos por sistema electoral desfavorable.

Cuando dimite Bismarck empiezan a aflorar los problemas del país, disimulados por el hábil juego del canciller. La población alemana ha pasado de 48 millones a 67 millones entre 1890 y 1914; el crecimiento de su población industrial no puede ser absorbido por su mercado nacional ni por el de sus colonias. Esto obliga a la búsqueda desesperada de mercados mediante el sistema de dumping y de primas a la exportación. Las crisis serán constantes y perturbarán con frecuencia la vida política de la nación. Ante estas dificultades Guillermo II impulsará la industria de guerra, y al mismo tiempo empezarán a difundirse los ideales pangermanistas, junto con la apología de la guerra y las doctrinas racistas.

l hombre que ha asegurado de sí mismo que, menos en el nombre, en todo lo demás es el verdadero rey de Alemania tendrá que asistir al desmantelamiento de su obra. Pero a partir de ahora, el culto alrededor de su persona llegará a extremos impresionantes. Hasta 450 ciudades le proclamarán ciudadano de honor. BISMARCK involucrado en su propia mitificación, prestará su nombre a bicicletas, aguardientes, puros, barcos e incluso a un plato de arenques, sin contar las numerosas calles y plazas que llevarán su nombre. Sociedades Bismarck proliferarán en toda Alemania y propulsarán la construcción de monumentos en su honor. Habrá planes para más de setecientos monumentos. Estos monumentos seguirán pautas comunes: Bismarck de pie, en uniforme de coracero, una mano apoyada en el sable, la otra manteniento el texto de la Constitución, con expresión seria y amenazadora: el unificador y político, que era ante todo militar y guerrero, atento al destino de su país.

Con motivo del cumpleaños de BISMARCK, en la fecha, medio millón de cartas, postales y telegramas inundan la oficina de correos de su sede en Friedrichsruh.

BISMARCK, retirado en su latifundio prusiano, muere en 1898 no sin haber ejercido una imponente tarea de oposición en la sombra. El equilibrio europeo, tal y como él lo ha concebido, agoniza y en su lugar crecen ya los bloques que acabarán enfrentándose en la I Guerra Mundial.