El primer ministro belga saliente Guy Verhofstadt ha logrado un acuerdo para la formación de un gobierno interino que dirigirá Bélgica, durante tres meses, mientras los partidos ganadores de las elecciones del pasado junio negocian una coalición estable. El Gobierno estará integrado por miembros de cinco partidos: los liberales flamencos, los socialcristianos flamencos, los socialistas francófonos, los reformistas francófonos y los humanistas francófonos. Vehfostadt ha aceptado el encargo del Rey ALBERTO II de formar un gobierno de excepción, ante la incapacidad de los partidos ganadores de las elecciones de junio pasado para ponerse de acuerdo sobre un programa común. Las diferencias irreconciliables entre las dos comunidades lingüísticas del país, flamencos y francófonos, han hecho imposible de momento la formación de una coalición “naranja-azul”, de democristianos y liberales, tras más de seis meses de negociaciones.

Valones y flamencos pactan en Bélgica una minirreforma estatal. Leterme forma gobierno tras ocho meses de discusiones.

En Bélgica, dimite Leterme al ser acusado de presionar a la justicia en el rescate del banco Fortis. Le sucede Herman van Rompuy.

Yves Leterme, libre de sospechas, regresa al poder en Bélgica tras la designación de Van Rompuy como presidente del Consejo de la UE.

Belgica hoy es un pais que se divide en tres estados federales que aqui se llaman regiones:
1) Flandes de habla flamenca. Formada por las cinco provincias flamencas : Flandes occidental, Flandes oriental, Amberes, Brabante Flamenco y Limburgo. Su capital se encuentra en Bruselas.
2) Valonia de habla francesa. Compuesta por las cinco provincias valonas: Brabante valon, Hinau, Namur, Luxemburgo y Lieja. A esta ultima pertenecen los cantones del este de habla alemana. Su capital es Namur. 3) Bruselas region capital unica zona bilingüe del pais. Compuesta por 19 comunas. Bruselas, capital de Bélgica y de la Unión Europea (UE), enclavada en territorio flamenco pero con una mayoría del 80% francófona, es para muchos la que mantiene unido el país, junto a la monarquía. Bélgica es uno de los pocos países en donde votar es obligatorio, y por ello tiene una de las tasas más altas de participación electoral del mundo. En esta lucha interna entre norte y sur, Bruselas queda en el centro aislada de unos y otros. La capital está rodeada de territorio perteneciente a Flandes pero la mayoría de su población es francófona.

En Bélgica, Yves Leterme vuelve a presentar su dimisión ante el Jefe del Estado. Hace apenas cinco meses que se remodeló el ejecutivo. El trasfondo es una canción tan vieja como conocida en Bélgica: la disputa lingüística entre flamencos y francófonos por la circunscripción electoral de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV). Esta vez el detonante de la dimisión forzada ha sido la salida de la coalición de gobierno de uno de los principales socios, el partido liberal flamenco (Open VLD) contrariado por las dificultades por encontrar una solución de consenso al espinoso dossier. El rey convoca elecciones para el 13 de junio. Las tasas de participación en las elecciones belgas son la envidia de cualquier país democrático. La media se sitúa en el 90%, pero el porcentaje tiene poco de espontáneo: el voto es obligatorio por ley, so pena de multa administrativa y pecuniaria, de hasta 55 euros. Pero puede que esta vez las cosas sean distintas. Muchos ciudadanos rebeldes dicen tener otros planes para el domingo 13 de junio, día en que se celebrarán elecciones anticipadas, el colofón a tres años de desgobierno y luchas internas.

Casi un siglo después de que el político francófono Jules Destrée dijera en 1912 que “ya no hay belgas”, contra todo pronóstico el Estado belga sigue ahí. Se ha transformado cinco veces en una estructura cada vez más federal. Cada comunidad ha visto reconocida su lengua como única oficial en su territorio: neerlandés en Flandes y francés en Valonia; ambas son oficiales en la capital del reino, Bruselas, aunque en la calle se oye más inglés y árabe que neerlandés. La fórmula actual sigue sin satisfacer las expectativas de Flandes, partidario de una mayor autonomía y donde hoy -en las elecciones generales que se van a celebrar- se espera un triunfo sin precedentes del nacionalismo. Sin amor, el matrimonio de conveniencia que es Bélgica busca un nuevo contrato que permita a flamencos y francófonos seguir viviendo juntos, aunque cada vez menos revueltos. La palabra de moda es confederación, aunque con sentido propio.

El paisaje político belga ha dado un vuelco espectacular que augura tiempos de incertidumbre con el arrollador triunfo de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), el partido republicano y conservador que ambiciona la independencia de Flandes. El grupo de Bart de Wever superó todas las expectativas al obtener del orden del 30% de los votos en Flandes (un 17,2% en el conjunto del país, con el 97% de los votos escrutados) y convertirse en el primer partido de Bélgica, con 28 de los 150 escaños del Parlamento en liza.

A Bart de Wever, líder de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA, en neerlandés), no le importaría ver desaparecer el país (Bélgica) y, de hecho, está convencido de que un buen día se despertará y Bélgica no estará allí, se habrá evaporado… Prepara el terreno para ver ese desenlace, pero no hace campaña por la independencia de Flandes. La etapa intermedia pasa por convertir a Bélgica en una confederación. Su imparable ascenso inquieta a Valonia, el sur francófono. “No queremos una revolución sino una evolución suave hacia mejores estructuras”. En Bélgica, tras fijar la frontera lingüística en 1964, luego se dieron poderes propios a cada comunidad. Con cada reforma, el modelo político adquirió mayor complejidad. En total, el país suma siete parlamentos. Bruselas tiene 19 alcaldes. Dotadas de más competencias, las regiones se han volcado cada vez más en sí mismas. Han surgido opiniones públicas inconexas, y ya no se vota a partidos nacionales, que han sido abolidos, sino regionales. Sus programas políticos están llenos de promesas hechas a costa de electores del otro lado de la frontera, con quien tendrán que negociarlos… para tratar de gobernar juntos el país.

Bélgica es ya un Estado federal, con un Gobierno central muy débil y casi todo el poder transferido a Flandes y Valonia. De Wever pide ahora un Estado confederal, en una estrategia dirigida a la desaparición total de Bélgica sin necesidad siquiera de hacer un referéndum de autodeterminación al estilo escocés, simplemente vaciando de poderes al Estado central. El problema gordo lo plantea Bruselas. La capital belga está en territorio flamenco, pero la mayoría de sus habitantes hablan francés. Por supuesto, ni Flandes ni Valonia quieren renunciar a Bruselas. Esa indefinición sobre qué hacer con Bruselas es ahora lo único que impide el estallido de Bélgica.