Bien conocida es la obra de CARLOS III en Madrid: Museo del Prado, Puerta de Alcalá y, en general, convertir a una modesta ciudad en una gran capital europea, lo que le valdrá el apodo de el “Rey Alcalde”. Sin embargo, justo es destacar que esa obra urbanística se extiende a la mayor parte de las ciudades del Reino, complementándose con numerosas obras de infraestructura. Incluso ciudades enteras son trazadas durante el reinado de CARLOS III según los nuevos cánones rectilíneos que impone la geometría de Descartes. El Ferrol y Cádiz, en la península, y Buenos Aires, en América, son buen ejemplo de ello.

JOSÉ I Bonaparte, en diciembre de 1809, publica el anuncio de fundación de un museo de Bellas Artes, bajo la denominación de Museo Josefino. Su pretensión era equiparar Madrid a otras capitales europeas que ya contaban con museos reales abiertos al público. Por otro lado, con dicha institución pretendía retener las obras de arte que su hermano Napoleón y ciertos militares franceses estaban llevándose a Francia. (El museo como tal no llegará a fundarse; será su sucesor en el trono español, Fernando VII de España, quien abordará su creación y lo inaugurará en 1819, como Museo del Prado). Durante su reinado, a José I se le conoció con el apodo de Pepe Botella, en referencia a un supuesto alcoholismo, que parece seguro que no era cierto. El pueblo de Madrid también le apodó El rey plazuelas, puesto que abrió muchas plazas en la capital, principalmente derribando iglesias y conventos. La más importante fue la plaza de Oriente, delante del Palacio Real.

Se inaugura el Museo del Prado en Madrid, bajo la dirección del marqués de Santa Cruz y del pintor Vicente López, rehabilitado tras los daños sufridos durante la guerra de independencia. Su primera denominación es Museo Real de Pinturas, que muestra algunas de las mejores piezas de las Colecciones Reales españolas, trasladadas desde los distintos Reales Sitios. En este comienzo el museo cuenta con 311 cuadros expuestos en tres salas, todos ellos de pintores de la escuela española, aunque almacena muchos más. En años sucesivos se irán añadiendo nuevas salas y obras de arte, destacando la incorporación de los fondos del Museo de la Trinidad, creado a partir de obras de arte requisadas en virtud de la Ley de Desamortizaciónde Mendizábal (1836). Dicho museo  será absorbido por el Prado en 1872.

Tras el destronamiento de la reina Isabel II de España en 1868, el Museo Real pasa a ser nacional, una decisión irrevocable tras absorber al de la Trinidad, puesto que ello supone además que asume la designación como Museo Nacional de Pintura y Escultura que hasta entonces ha tenido éste. Esta denominación se mantendrá hasta 1920, año en que por Real Decreto de 14 de mayo recibe oficialmente la actual de Museo Nacional del Prado, que es como se le conoce habitualmente por haberse construido el edificio en terrenos del antiguo Prado de los Jerónimos. Posteriormente el Museo Nacional del Prado absorberá otros Museos: Museo de Arte Moderno en 1971 (salvo su sección del siglo XX, que se convertiría posteriormente en la base inicial del Museo Reina Sofía),  Museo Biblioteca de Ultramar y parte del Museo Iconográfico.

En 1995, un acuerdo parlamentario suscrito por los dos principales partidos de las Cortes, PP y PSOE, pone al Museo del Prado a salvo de los vaivenes políticos y proporciona la calma necesaria para un proceso de modernización, que incluye cambios jurídicos además de la ampliación. Ésta, tras un controvertido concurso de ideas, será adjudicada al arquitecto Rafael Moneo

Actualmente, el Museo del Prado alberga las mejores obras coleccionadas por la realeza española —que en su mayoría fueron compradores ávidos, entendidos y adinerados—, así como pinturas españolas provenientes de otras fuentes y reunidas durante los dos últimos siglos. En total hay 7.000 cuadros, de los que unos 1.500 (una cifra impresionante) están expuestos de forma permanente. El proyecto de modernización y ampliación del museo (con la incorporación de tres edificios cercanos) permitirá que el Prado duplique el número de pinturas expuestas. Lo más destacado del museo son las obras flamencas, incluidas casi todas las mejores de El Bosco, y por supuesto la incomparable colección de artistas españoles, en particular las pinturas de Velázquez (incluidas Las Meninas), Goya (entre ellas las majas y la serie Pinturas negras) y de El Greco. También hay una gran colección de arte italiano (entre cuyos cuadros destacan los de Tiziano) que reunieron Carlos V y Felipe II, ambos grandes mecenas del Renacimiento, y una excelente colección de pintura flamenca y holandesa recopilada por Felipe IV.

La colección de obras españolas del Prado empieza con los ciclos de los frescos románicos del siglo XII, reconstruidos a partir de un par de iglesias de Soria y Segovia de la época mozárabe y con las primitivas tablas pintadas, dedicadas a temas exclusivamente religiosos de los siglos XIV y XV, Francés, Bermejo, Berruguete. Las colecciones provenientes de los Siglos de Oro español (finales del siglo XVI y XVII bajo los Habsburgo) corresponden a El Greco (1540 – 1614): Trinidad, y Adoración de los pastores, también a Diego de Velázquez (1599 – 1660): Las Meninas, Las Hilanderas,  Cristo crucificado, Los Borrachos, La Rendición de Breda, La Villa Médici. Por otra parte, hay cuadros de Zurbarán (1598 – 1664), Murillo (1618 – 1682), Cano (1601 – 1667), Valdés Leal (1622 – 1660), Carreño (14641 – 1685), Ribera (15914 – 1625) y otros. Finalmente, dentro de las obras españolas, este museo posee una impresionante colección de las pinturas de Francisco de Goya y Lucientes (1746 – 1828) ya bajo los Borbones: La Maja vestida y La Maja desnuda, La lucha con los mamelucos, Los fusilamientos  de la montaña del Príncipe Pío. También son de Goya los Cartones pastoriles y las Pinturas negras.