Mientras en Centroeuropa los seres humanos iban de un lado a otro como cazadores y recolectores, inicia su penetración en el valle del Tigris-Éufrates, o sea, por Mesopotamia (que quiere decir “entre los ríos”), el grupo humano llamado de los sumerios (por el nombre de la región donde se asentaron: país de Sumer). Ignoramos la procedencia de los sumerios aunque se supone que eran semitas. Pero su lengua no tiene vínculos con ninguna otra, con lo que no podemos relacionarla.

Los sumerios descubren la fermentación del mosto de uva y de la cebada puesta en remojo, con lo que se inicia el consumo de vino y cerveza. Se descubren, también, menas de cobre, plata y oro que mediante el fuego hicieron posible la metalurgia, esto es, la obtención de metales a partir de sus menas.

La principal actividad de los sumerios es la agricultura, para la cual construyen un importante sistema de canales de riego. Por otra parte, los sumerios están fundando ya activas Ciudades-Estado en el curso bajo del Éufrates.

En Sumeria a fin de asegurarse de que las ciudades están adecuadamente organizadas y de que funcionan con eficacia en toda su complejidad, los gobernantes de las Ciudades-Estado sumerias han de ganarse el reconocimiento de una autoridad indiscutida. Para conseguirlo asocian al gobernante con la divinidad, convirtiéndolo en sacerdote-rey, capaz de interceder ante los dioses de parte de su pueblo, a fin de asegurarse que todas las actividades de la ciudad sigan siendo prósperas. Los sumerios crean, en consecuencia, una jerarquia sacerdotal encargada de la burocracia de la Ciudad-Estado. Se edifican templos para que sirvan de casas a dioses y sacerdotes, de archivos gubernamentales, de silos para el cereal, etcétera. La religión se ha institucionalizado y sirve de apoyo al Estado.

En Sumeria, que era la civilización más avanzada y compleja del mundo en esta época, la vida tenía que ser también más compleja. Sus habitantes debían cuidar del cereal que producían, gran parte del cual era objeto de comercio, y de los demás productos que manufacturaban, así como de aquello con lo que se contribuia al fondo común («impuestos»). Cada vez se hizo más difícil retener todos esos datos en la memoria, por lo que se impuso llevar la cuenta. A cualquiera puede ocurrírsele hacer algún tipo de marca en el suelo por cada cesto lleno de fruta, y luego contar las marcas a fin de saber cuántos cestos se han entregado.

En Sumeria, cuando la memoria ya no podía retener los datos, sin duda se recurrió a marcas: los sumerios iniciaron tales prácticas poco después del 3500 aC. Se pudieron convenir distintas marcas para representar otras tantas cantidades, a fin de que no fuera menester contar un elevado número de marcas de unidad. Los sumerios idearon sistemas numéricos basados en el 12, el 60 y, con el tiempo, el 360, porque esos números podían ser divididos de muchas maneras y ahorraban la tarea de operar con fracciones. Todavía hoy nuestras docenas constan de doce unidades, la hora se compone de 60 minutos y el círculo tiene 360 grados, y todo ello data de los sumerios. Junto a los números, los sumerios pudieron escribir signos específicos que significaran “fruta”, “cereal”, “hombre”, etcétera.

Una sociedad que posee escritura es “histórica”. Y la que carece de ella es “prehistórica”. En otras palabras, la historia humana empieza con Sumeria no mucho antes de 3000 aC. O sea que los primeros 5.000 años de civilización son prehistóricos, y sólo los últimos 5.000 han sido históricos. Los seres humanos pueden, pues, en esta fecha, dividirse en dos clases: los habitantes de las ciudades, sedentarios, conocedores de la escritura y tecnológicamente avanzados, y las tribus nómadas que ignoran la agricultura y la escritura. Con frecuencia, estos últimos tratan de invadir los territorios, mucho más ricos, de los habitantes de las ciudades y apoderarse de ellos, pero cuando lo consiguen también hacen suya la cultura. Así, pues, aun cuando los habitantes de las ciudades pierdan, la civilización suele salir victoriosa.

Al este de Sumeria se extiende Elam, con su capital Susa, que está comenzando a absorber la civilización sumeria

En Sumeria sucede un desastre natural inesperado. Cuando Woolley -en 1920- exploraba las ruinas de las ciudades sumerias, halló un estrato de lodo de algo más de 3 m de espesor que no contenía restos ni objetos. Decidió que ese lodo debía haberlo depositado allí una gran inundación. Al fin y al cabo, los ríos se desbordan en ocasiones, y alcanzan una altura insólita si las lluvias han sido particularmente copiosas, o las nieves invernales de las montañas se funden a una velocidad desacostumbrada. Si esto se combina con una red de acequias descuidadas, el resultado puede ser un gravísimo desastre. Woolley estimó que el lodo que encontró lo produjo una inundación, ocurrida alrededor del año 2800 aC. que hizo subir las aguas más de 7 m y que cubrió una zona de casi 500 km de longitud por 300 de ancho. O sea que la práctica totalidad de Sumeria pudo haber quedado cubierta. (La altura de los montículos en el valle del Tigris y del Eufrates, oscila entre 0 y 100 m sobre el nivel del mar)

En Sumeria, cuando las diversas Ciudades-Estado tratan de recuperarse de la catástrofe (“Diluvio Universal”), cada una de ellas tiende a apropiarse de cuanto territorio puede a expensas de sus vecinas devastadas. Así, pues, por estas fechas, las ciudades sumerias emprenden una serie de guerras entre ellas, que duran hasta 2350 aC, en las que, ora una ora otra, logran breves ventajas.