El papa JUAN XII corona a OTÓN como emperador y a Adelaida de Italia como emperatriz.


Desvanecido el Imperio Carolingio, el autoproclamado -desde 950- rey de Italia, BERENGARIO II, amenaza las posesiones eclesiásticas. El papa JUAN XII requiere el amparo del rey de Alemania OTÓN I, prometiéndole a cambio la corona imperial, en una especie de repetición de la escena representada por León III y Carlomagno ciento cincuenta años antes. Hay, sin embargo, una significativa diferencia: aunque los delegados papales transmiten a OTÓN I el mensaje del papa, también le hacen saber que desaprueban su conducta. No obstante, OTÓN I acepta de buen grado la invitación, pues esto es exactamente lo que desea. Llega a Italia con sus bien armadas tropas y no tiene ninguna dificultad en someterla a su control. OTÓN el Grande doblega al hostigador -BERENGARIO- y entra triunfante en Roma.