El fósil (substancia de origen orgánico más o menos petrificada que se encuentra en las capas terrestres) “hominoide” (no hombre) más antiguo encontrado, hasta el momento, es el “oligopithecus savagei” (Egipto), y al que se le estiman más de 33 millones de años de antigüedad

Los cazadores y recolectores que habitan a lo largo del Nilo adoptan hacia el 5.500 aC una forma de vida sedentaria. Aprenden a vivir con el Nilo, lo que al principio no es, seguramente, nada fácil. En efecto, el imponente río tiene una crecida todos los veranos e inunda el país. La riada es peligrosa, pero cuando las aguas vuelven a retirarse en otoño dejan tras de sí una capa de lodo. Aquel lodo es un abono estupendo y proporciona gran fertilidad a los campos. La gente se muestra agradecida al Nilo y lo venera como a un Dios. Y como el río es vital para ellos, lo observan con gran atención. El surgimiento de la civilización egipcia, los avances en agricultura, en la fundación de nuevas ciudades y en materia de instituciones religiosas, tendrán lugar paralelamente a la de los sumerios.

Las ciudades empiezan a aparecer en lo que más tarde será China alrededor del año 4.000 aC. Esas ciudades se edifican junto al curso inferior del río Hoang-ho (Río Amarillo). China será una de las tres civilizaciones más importantes de la Antigüedad. Al igual que las civilizaciones de Egipto y Mesopotamia, la de China emerge en torno a un sistema fluvial compuesto por la densa red del Hoang-ho que discurre por el norte del inmenso país. Pero mientras las civilizaciones mesopotámica y egipcia declinarán con cierta rapidez, la de China se consolidará. Constituye otro centro autónomo de difusión del Neolítico. (Por todo ello el pueblo chino actual puede mostrar la más antigua y continuada historia escrita de toda la humanidad.)

En Egipto se multiplican y crecen las Ciudades-Estado a lo largo del río. A medida que se ensanchan sus límites e incrementan su población, sus territorios están destinados a encontrarse, y aumenta su interdependencia así como las ocasiones de antagonismo. Así pues, las distintas Ciudades-Estado deciden actuar de forma mancomunada. Las Ciudades-Estado de la zona triangular del delta del Nilo, en el curso inferior forman una frágil unión conocida como el “Bajo Egipto”, con capital en Menfis, mientras que las Ciudades-Estado situadas río arriba, al sur del delta, hasta la primera catarata, se constituyen en “Alto Egipto” con capital en Tebas.

En sus observaciones del río Nilo, los egipcios comprueban que la crecida llega, por término medio, cada 365 días. Ese número de días suma para ellos un año nilótico, que dividen en doce meses de 30 jornadas, Las cinco restantes las intercalan entre un año y otro. De ese modo, hacia el 3000 aC., los egipcios introducen un calendario utilizado hasta hoy en el mundo entero con pocos cambios.s.

En Egipto, para administrar este gran imperio de cerca de un millón de habitantes y organizar la producción y distribución de alimentos, los funcionarios adoptan de los sumerios el arte de la escritura, pero desarrollan un sistema propio. La mezcla de imágenes y signos recibirá más tarde el nombre de “jeroglífico”, que significa “escritura sagrada”. Al principio los textos se graban en piedra. Más tarde, los egipcios fabricarán con plantas de papiro un precedente del papel y escribirán sobre él con plumas de caña y tinta. Los egipcios que saben escribir, hacer cuentas y leer pertenecen a la alta sociedad. Los altos funcionarios y los sacerdotes ocupan en la jerarquía del Estado el rango inferior al del visir. Un grado más abajo, pero encima todavía de los comerciantes y artesanos, se hallan los escribas corrientes. En el escalón inferior de aquella jerarquía vive la gran masa de campesinos y trabajadores, que constituyen el 85 % de la población. Ellos serán quienes levantaran los palacios, los templos y los sepulcros de los faraones.

El faraón ZOSER funda en Egipto la III Dinastía (2649-2575 aC.) penetrando en la época del florecimiento clásico de Egipto, que se prolongará hasta el 2200 aC y que comprenderá las Dinastías III a VI. Estas dinastías constituyen el denominado “Imperio Antiguo”. Se impone el mayor peso del Delta y la capital pasa a ser, durante estas dinastías, Menfis. La organización del Estado en Egipto difirió notablemente de la contemporánea mesopotámica. El faraón no gobernaba por elección divina, ni era un hombre deificado: era dios en medio de su pueblo. Teóricamente, todo Egipto le pertenecía, todos sus recursos estaban a disposición de sus proyectos.

Dentro de la pirámide se halla la cámara sepulcral del faraón donde, tras su muerte, se hallará a salvo de cualquier peligro. Aquella protección es una necesidad, pues los egipcios creen en una vida tras la muerte. Para esa vida, sin embargo, hay que disponer del propio cuerpo. Para conservar su cuerpo, el faraón es embalsamado mediante un procedimiento costoso y envuelto en vendas de lino empapadas en resina. Y con el fin de que se sienta a gusto incluso en el más allá, se deposita junto al faraón, en la cámara sepulcral, una parte de sus tesoros, además, por supuesto, de comida y bebida. Hoy, todo aquel dispendio nos parece monstruoso. Pero entonces la gente creía que los faraones intervenían desde el más allá a favor del bienestar de Egipto, lo cual les compensaba de unos gastos tan grandes.

Se inicia la IV Dinastía en Egipto (2575-2480). La riqueza y el poder acumulados por los reyes de este Estado teocrático, quedó patente en los monumentos funerarios que construyeron: las complejas y ricas tumbas que a partir de estos años, aproximadamente, pasaron a tener forma piramidal, convirtiéndose de ese modo en uno de los símbolos emblemáticos de la civilización del Antiguo Egipto, las pirámides. Las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, todas ellas ubicadas en la meseta de Gizeh, a 8 km del actual El Cairo, integra la única de las siete maravillas del mundo antiguo que continúa en pie hoy día.

Por estos años, Egipto estaba bajo el gobierno de ministros que representaban al faraón y tenían a su cargo la administración, la justicia y el sistema tributario. El territorio egipcio estaba dividido en provincias o “nomos”, cada uno de los cuales se regía por un gobernador provincial o “nomarca”. Poco a poco estos funcionarios fueron separándose del poder central.