Alejandro I carecía de descendencia, pero contaba con dos hermanos menores: Constantino y Nicolás. El primero es el heredero, pero no experimenta deseo alguno de ocupar el trono, por lo que en 1822 ha renunciado en favor de Nicolás. Éste como NICOLÁS I sucede a Alejandro I como emperador de Rusia (1825-1855) y como rey de Polonia (1825-1830). (Es coronado el 3 de septiembre de 1826) Educado en un ambiente extremadamente tradicional y militarista, su admiración por el régimen prusiano se ve aumentado por su boda, en 1817, con Carlota de Prusia (Alejandra Feodorovna), de la que tendrá varios hijos, incluyendo al futuro Alejandro II. Durante su gobierno intentará eliminar los movimientos nacionalistas, perpetuar los privilegios del estamento aristocrático e impedir el avance del liberalismo. NICOLÁS I es la auténtica personificación de la reacción y el absolutismo. Odia y teme el liberalismo como Felipe II de España ha odiado y temido al protestantismo doscientos cincuenta años antes. Lo mismo que Felipe, NICOLÁS considera su deber atacar al enemigo en cualquier nación y en cualquier momento, sin tomar en consideración el beneficio o el perjuicio que ello pudiera causar a Rusia.

En Rusia es proclamado emperador jurando su lealtad, NICOLÁS I, hijo del fallecido Alejandro I. Tendrá que enfrentarse durante toda su vida a insurrecciones y guerras desgraciadas. Su primera medida será aplastar la insurrección de los decembristas.

Pero la renuncia de Constantino se mantuvo en secreto, y el 26 de diciembre de 1825 algunos militares que dirigen cerca de 3.000 soldados rusos, se alzan en San Petersburgo en favor de Constantino, a quien se atribuyen tendencias liberales. Esta «rebelión decembrista» fue aplastada de inmediato por NICOLÁS I, que no mostró signo alguno de liberalismo. Como este incidente ocurre en diciembre, los rebeldes serán denominados Decembristas. Los sublevados toman la Plaza del Senado en San Petersburgo. En 1925, para marcar el centenario del evento, dicha plaza será renombrada como Plaza Decembrista.

El reinado de NICOLÁS I de Rusia se inicia con otra guerra, cuando Persia ataca los nuevos territorios rusos de Transcaucasia en 1825.

En 1826-1827 Rusia invade Irán. La Rusia zarista quiere expandir su territorio y conseguir una salida al golfo Pérsico. Los rusos infringen una dura derrota a Irán en 1827, después los dos países firman el tratado de Turkomanchai. El acuerdo concede a la Rusia zarista la tierra del norte del río Aras, que demarca el límite entre los dos países.

Paz de Adrianópolis suscrito en la fecha, que pone fin a la guerra ruso-turca de 1818-1829 y a la guerra de liberación griega. A Rusia se le reconoce el derecho a ocupar las provincias de Moldavia y Valaquia (equivalentes a gran parte de la actual Rumania).

Polonia, unida a Rusia desde 1815 como reino satélite, siendo su rey el mismo Zar, que lleva a cabo una política autoritaria, hiriendo los sentimientos nacionalistas de los polacos. Desde el advenimiento de NICOLÁS I (diciembre 1825), sucesor de Alejandro I, han aumentado las dificultades. El movimiento nacionalista comienza a tomar fuerza y a organizarse en sociedades secretas. Existen dos partidos: por una parte, los moderados, que aceptan al Zar como Rey de Polonia y se conforman con una mayor autonomía del país; de otro lado, los liberales, que se creen con la suficiente fuerza para construir una gran Polonia independiente, republicana y liberal. La actitud hostil del Zar, ante las revoluciones de Francia y Bélgica, provoca el estallido de la sublevación en Varsovia, que se inicia en la Academia de Cadetes el 29 de noviembre 1830. En Polonia, los insurrectos llevan a cabo una matanza de funcionarios rusos, y el gran duque Constantino, virrey y hermano de Nicolás I en Polonia, ha de retirarse con sus tropas. La revolución se extiende a las provincias orientales y se proclama la independencia de Polonia, nombrándose dictador al general Chlopicki.

En su enfrentamiento con Rusia, la ayuda que los polacos esperan recibir de Occidente no llega, y el Zar Nicolás envía inmediatamente un ejército para someter a los sublevados. Las discrepancias internas y las desavenencias entre los polacos facilitan la victoria a Nicolás I, en una guerra que dura desde enero al 8 de septiembre de 1831 en que Varsovia es tomada por los rusos. Constantino muere en el transcurso de la rebelión, víctima de la epidemia de cólera que asola por entonces Europa. La represión rusa es muy dura. Se abroga la Constitución liberal, concedida en 1815 por el zar Alejandro, el Reino de Polonia es anexionado al Imperio ruso como una provincia conquistada y el país es ocupado por el ejército del Zar, dispuesto a reprimir cualquier rebrote de nacionalismo. Polonia pierde en consecuencia su condición privilegiada y pasa a formar parte de Rusia y, por tanto, queda sujeta a un proceso de «rusificación». El fracaso de la revolución de 1830 constituye un duro golpe para las aspiraciones nacionalistas y liberales de los polacos.

Tras la represión de que es objeto en 1849, Hungría continúa inquieta. Austria tiene motivos para sentirse preocupada por un nuevo levantamiento húngaro, coincidiendo con un momento en que sus fuerzas armadas están ocupadas en otra parte. Un ejército austríaco al mando de Windischgratz invade ese país el 5 de enero de 1849 y toma Budapest fácilmente, reduciendo a Hungría  a una mera provincia austríaca. Pero Kossuth proclama una «República húngara» en la parte oriental y esto, al menos, brinda una oportunidad a Nicolás I de Rusia.

Con ocasión de las revoluciones de 1848, NICOLÁS I de Rusia, que durante todo su reinado permanece fiel al espíritu de la Santa Alianza, presiona sobre los soberanos europeos para que mantengan su intransigencia, llegando incluso a prestar su ejército al emperador de Austria para aplastar la sublevación húngara, lo que le valdrá el mote de “el gendarme de Europa”. Así, el emperador de Austria, FRANCISCO JOSÉ I, sólo aliándose con el zar ruso puede ahogar en sangre la heroica guerra de independencia húngara que dura un año. El 13 de agosto de 1849 las tropas húngaras deponen las armas en Világos, tras unos días de combate. No obstante, cuantos esfuerzos harán los Habsburgo por centralizar y germanizar el país se estrellarán contra el nacionalismo húngaro.