Primer eclipse solar registrado en la historia, en China, según el libro Shu Ching. La crítica histórica moderna considera esta fecha sólo como aproximada.

Primer eclipse solar conocido, documentado en una tablilla de barro encontrada en 1948 en las ruinas de la antigua ciudad de Ugarit.

El Imperio medo ha llevado su frontera occidental hasta el río Halis, en el centro de Asia menor. En la otra orilla de este río se halla Lidia. Estalla la guerra entre CIAXARES de Media y ALIATES de Lidia, pero se desarrolla de manera cautelosa. Al cabo de un par de años, ambos bandos se lanzan a la batalla decisiva, cuando de pronto se produce un eclipse total de sol. Tan seriamente toman ambos ejércitos lo que consideran una advertencia de los dioses, que la batalla se suspende de inmediato y las dos naciones concluyen la paz. El principal resultado de esta abortada batalla es que su fecha constituye el primer acontecimiento de la historia humana que podemos fijar sin duda en un día concreto y no en otro. Los modernos astrónomos, calculando los movimientos del sol y la luna, han averiguado el día del eclipse, y por ello sabemos que el suceso se produjo el 28/5/585 aC.

En De coelo, de Aristóteles, primer testimonio de un eclipse de luna.

Primera aparición documentada del corneta Halley, en testimonios chinos.

Fallece el geógrafo y astrónomo alejandrino Claudio TOLOMEO (138-180) autor de una famoso mapa que representa la culminación de la cartografía grecorromana. En él se puede ver que los romanos de la época tienen un conocimiento relativamente preciso de las tierras situadas entre Hibernia (Irlanda) y Cherson (la península de Malaca, pero carecían de noticias acerca de África meridional, de los confines septentrionales y orientales de Eurasia y lógicamente de Ámerica y Oceanía. Sus criterios científicos fueron seguidos con gran respeto durante más de catorce siglos.

En la obra “Un yanqui de Connecticut en la corte del rey Arturo”, de Mark Twain, se hace referencia a un eclipse de sol que ocurrió el 21 de junio del año 528 de nuestra Era, tres minutos de las doce del día. Sin embargo, al no hacer referencia al cambio del calendario, que fue aprobado después de dicha fecha tanto por Gran Bretaña como por los Estados Unidos, deja sin efecto la posibilidad que se indica en la novela de predecirla, tema crucial en la novela, además de que la hora solar romana (que se tomó en cuenta para la creación del calendario gregoriano), tampoco coincidía con la hora solar de la isla de la Gran Bretaña, por lo que la exactitud de la hora (tres minutos después de las 12 del día) tampoco tenía nada que ver con lo que en realidad ocurrió.

El 24 de noviembre del año 569, tiene lugar un eclipse total de sol. (Los que aceptan el año 569 para el nacimiento de Mahoma consideran que este eclipse se produjo momentos antes de su nacimiento)

Un interesante episodio evidencia la superioridad científica de China sobre Occidente. En la fecha, se hace visible en la Tierra la luz procedente de la explosión de una estrella en la constelación de Tauro. La estrella brilla dos o tres veces más que el planeta Venus cuando presenta su mayor brillantez. Durante tres semanas llega a proyectar sombra, y resulta visible a la luz del día. Los astrónomos chinos y japoneses recogen con detalle el evento (que ahora llamaríamos una “supernova”), pero en occidente la astronomía se halla en tal estado de postración, que no se publica informe alguno del fenómeno.

El más eximio de los polacos en estos años es Nicolás Copérnico. Considera que resulta mucho más fácil explicar el movimiento de los planetas en el cielo partiendo del supuesto de que los mismos (incluida la Tierra) orbiten en torno al Sol, y no de que los planetas (incluido el Sol) giren en torno a la Tierra. Algunos astrónomos griegos han tenido esa idea dieciséis siglos antes, pero Copérnico la revitaliza elaborando los necesarios cálculos matemáticos de su «teoría heliocéntrica». Duda mucho tiempo antes de publicar sus conclusiones, pues teme suscitar la ira de la Iglesia católica (y también de los protestantes, pues éstos no muestran más simpatía por las teorías científicas iconoclastas que los católicos, y tal vez incluso menos). El manuscrito circula, y al fin Copérnico es convencido para que lo publique. En 1543 sale a la luz, y se dice que uno de sus ejemplares le llega al autor en su lecho de muerte.