El Adopcionismo deduce de la absoluta unidad de Dios, que Cristo es simplemente hombre.


La fe enseña que Dios es sólo uno y, al mismo tiempo, que Jesucristo, su Hijo, es también verdadero Dios. Se trata, pues, de conciliar ambas verdades: si Dios es sólo uno; ¿cómo es posible que también Cristo sea Dios? (Un problema similar se planteará después en torno a la Persona Divina del Espíritu Santo.) Las dificultades de semejante conciliación se manifiestan en tres corrientes de pensamiento, que terminarán cayendo más o menos declaradamente en la herejía: el modalismo, el adopcionismo y el subordinacionismo. Los seguidores de la herejía del adopcionismo deducen de la afirmación de la absoluta unidad de Dios, que Cristo es simplemente hombre, pero que es elevado a categoría divina por designio de Dios por su adopción, o bien al ser concebido, o al ser bautizado, o en algún momento a lo largo de su vida, o tras su muerte. Esta herejía encuentra acogida entre los judaizantes y paganos. Esta doctrina herética es condenada hacia el año 190 por el papa VÍCTOR I. Con todo, TEODOTO el Curtidor de Bizancio consigue organizar una comunidad cismática en Roma, pero, falta de consistencia, se desmorona y muchos de los antiguos herejes retornan al seno de la Iglesia.