El Imperio bizantino se fragmenta. Los cruzados constituyen un Imperio latino con capital en Constantinopla con BALDUINO, conde de Flandes, como emperador (1204-1205). En teoría, domina a Grecia y a las regiones en torno a Constantinopla, pero diversas partes del país están controladas directamente por distintos cruzados, y el emperador latino tiene escaso poder. Los bizantinos, por su parte, gobiernan el Imperio de Nicea, en el noroeste de Asia Menor, y el Despotado del Epiro, en lo que, posteriormente, será Albania. También existe el «Imperio de Trebisonda», a lo largo del litoral oriental del mar Negro. Bulgaria mantendrá su posición en el norte de los Balcanes. Todos los fragmentos del Imperio bizantino, sean propiamente bizantinos o latinos, son ahora potencias menores en el mejor de los casos.

BALDUINO I, emperador del Imperio Latino de Oriente, al primer encuentro en Adrianópolis con Kalojoannes, rey de Bulgaria, con quien ha tenido la poca habilidad de enemistarse, es hecho prisionero y muere, en la fecha, en cautiverio.

A Balduino I le sucede en Constantinopla, ENRIQUE de Hainaut. Con su victoria de Filipópolis contra los búlgaros, con sus conquistas en Bitinia y en Misia a expensas de los griegos de Nicea, permite la superviviencia del Imperio Latino. Hábil diplomático, sostiene buenas relaciones con el clero ortodoxo y consigue atraerse así la simpatía de la población indígena.

La muerte prematura de ENRIQUE de Hainaut impide que se acabe de consolidar el Imperio Latino de Oriente que sus ineptos sucesores reducirán a Constantinopla y sus alrededores. Sólo el valor de Juan de Brienne y de un puñado de caballeros, con el apoyo de una escuadra veneciana, salva la ciudad del asalto que protagonizan búlgaros y griegos coaligados. La división de sus enemigos permite que sobreviva todavía un cuarto de siglo.