LEÓN III (Papa) (795-816)

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León III consagra emperador a CARLOS (Carlomagno) quedando de facto restaurado el Imperio romano.


En la fecha, el Papa LEÓN III desempolva astutamente el título de “emperador” que está en desuso hace hace ya tres siglos. CARLOS, asiste, en Roma, a las solemnes celebraciones litúrgicas de la noche de Navidad. Durante la ceremonia, en un gesto que sorprende a todos, LEÓN III toma una preciosa corona, que se halla sobre el altar, y la coloca en la cabeza de CARLOS, consagrándolo emperador (800-814) con la siguiente fórmula: “Vida y victoria a Carlos Augusto, coronado por voluntad de Dios emperador grande y pacífico”. El Papa LEÓN se arrodilla ante el emperador realizando así el primer y último acto de homenaje que un papa rendirá ante un emperador occidental, significando el último paso de la alianza del papado con los reyes francos y el abandono definitivo de su alianza con el emperador bizantino. Este acto no fundó un nuevo estado, un nuevo imperio, sino que el papa otorgaba al rey de los francos la posición de defensor de la iglesia, el ser su representante militar. De facto quedaba restaurado el Imperio romano que un siglo y medio más tarde tomará el nombre de Sacro Imperio Romano Germánico y que durará hasta el año 1803.

CARLOS el Joven es coronado, por su padre, rey de los francos (800-811).


CARLOS el Joven, segundo hijo de CARLOS (futuro CARLOMAGNO) es el primero de su segunda esposa, Hildegarda. CARLOS es coronado, por su padre, rey de los francos (800-811) en Roma el mismo día que su padre es coronado Emperador de Occidente por el Papa LEÓN III. (Su hermano mayor, Pipino el Jorobado, ha sido desheredado, y sus hermanos menores, Carlomán, rebautizado como PIPINO, y Luis, conocido como LUDOVICO PÍO, han recibido (781) Italia y Aquitania respectivamente. Por tanto, CARLOS el Joven ejercerá su mandato junto a su padre, el emperador).

Los frisones se hallan muy a gusto en Roma y reciben buen trato de los papas, en especial de León III.


Los frisones se hallan muy a gusto en Roma y reciben buen trato de los papas, en especial de León III. Tanto es así que cuando en Roma estalle una violenta rebelión contra el pontífice, este solo podrá contar con la ayuda de los mocetones holandeses que saldrán gustosamente a pelearse con la plebe romana en nombre del Santo Padre.