Nace Federico Guillermo IV de Prusia, el último rey absoluto, cuya concepción de la monarquía le ocasionará no pocos problemas.

Fallecido Federico Guillermo III, le sucede en el trono de Prusia su hijo FEDERICO GUILLERMO IV (1840-1861), que parece dispuesto a corregir el rígido absolutismo hasta entonces imperante. Esto anima las tendencias liberales latentes en la zona renana, que se marcaban como objetivo el establecimiento de una Constitución y la existencia de un Gobierno representativo. Ese fue el sentido del memorándum que David Hansemann presenta al rey ese mismo 1840, en el que critica los peligros del excesivo burocratismo, a la vez que se muestra partidario de conjurar la amenaza de una revolución a través de la consolidación de la propiedad y el desarrollo de la educación. La organización de congresos y reuniones para estudiar los asuntos alemanes tiene una gran significación política, y las autoridades se ven muchas veces obligadas a intervenir en los asuntos académicos.

La existencia de numerosos Estados separados en Alemania, cada uno de los cuales procura crear una universidad como forma de mantener su prestigio, determina una activa vida cultural que a menudo rebasa las tendencias reaccionarias de la época, de manera que Alemania acaba dominando el progreso de la ciencia durante el siglo XIX. Sin embargo, las revoluciones son aplastadas con prontitud. En Austria se disuelve una asamblea liberal y se impone una constitución que proporcione un gobierno muy centralizado, aunque representativo. Hungría, que ha proclamado la República, es sometida por la fuerza. En Prusia, FEDERICO GUILLERMO IV impone una Constitución autoritaria. Mientras tanto, el Parlamento de Frankfurt redacta una Constitución liberal para una Alemania unificada bajo un emperador hereditario. Austria rehusa permitir que sus posesiones alemanas sean incluidas, así que la asamblea decide con disgusto que Austria quede excluida. Ante la carencia de una alternativa, ofrecen la corona a FEDERICO GUILLERMO IV de Prusia, quien la rechaza con arrogancia. La asamblea se dispersa ante el fracaso.

Junto con las fábricas, aparece la nueva clase del obrero fabril. Está integrada por personas que en un principio han encontrado en la industria mejores posibilidades de ingresos; pero el rápido crecimiento de la población conduce pronto a una superoferta de mano de obra. Como, además, no existe legislación social alguna, la masa de los obreros vive en la extrema miseria. Las tensiones se descargan violentamente. Así, en 1844, se produce una revuelta de tejedores en Silesia, que es reprimida por las tropas prusianas, pero que revela la profundidad de lo que se denomina la cuestión social. Las primeras asociaciones para luchar contra este estado de cosas tienen carácter clandestino, como consecuencia de la legislación prusiana en contra del asociacionismo.

Por estos años, la siderurgia alemana (cuenca del Ruhr) se encuentra en condiciones de contrarrestar la competencia de ingleses y belgas. Los cambios económicos traen un problema generalizado de empobrecimiento como consecuencia de la aparición de un nutrido proletariado agrícola, debida a las medidas de liberalización de la propiedad agraria. También aparece un proletariado artesanal como consecuencia de la aparición de las nuevas formas industriales.

Federico Guillermo IV de Prusia publica una patente real en la que se pretende cumplir la promesa de un gobierno representativo, pero el rechazo es universal ante el excesivo papel que en el nuevo orden iba a jugar la nobleza.

En esas circunstancias, unas manifestaciones populares son aprovechadas por FEDERICO GUILLERMO IV, en los primeros días de noviembre, para despedir a los liberales y establecer un gobierno de excepción bajo la presidencia del general conde Brandeburgo, con Otto von Manteuffel en el Ministerio del Interior. El nuevo Gobierno llama a las tropas del general Wrangel a Berlín y ordena que la Asamblea constituyente abandone la ciudad.

A comienzos del mes de diciembre FEDERICO GUILLERMO IV de Prusia disuelve la Asamblea a la vez que otorga una nueva Constitución, de carácter bicameral, en la que todas las atribuciones quedan reservadas al monarca. Mientras se produce esta reacción conservadora, el Parlamento de Francfort, que ha dedicado cuatro meses a la discusión de los derechos políticos individuales, inicia las tareas de configurar un Estado alemán unitario. La primera gran cuestión, en torno a la extensión territorial del futuro Estado, enfrenta a los que son partidarios de integrar a todos los Estados con poblaciones germanas (Gran Alemania), lo que supone también integrar otras nacionalidades dentro del futuro Imperio, frente a los que se manifiestan partidarios de una fórmula unitaria que abarque exclusivamente a los Estados en los que sólo hay población alemana (Pequeña Alemania). La cuestión debatida, en la que los sentimientos nacionalistas se mezclan con consideraciones históricas y estratégicas, equivale a optar entre un Estado liderado por Austria o bien por Prusia.

Los ojos de BISMARCK contemplan el fallido proyecto de unidad de 1848 cuando una revolución romántica quiere echar abajo el trono de FEDERICO GUILLERMO IV de Prusia, un hecho tan inaceptable como el predominio de Austria sobre la Confederación germánica que existe desde 1815, precisamente el año de su nacimiento.

FEDERICO GUILLERMO IV, rey de Prusia desde 1840, es un conservador acérrimo. Más aún: se muestra partidario de retroceder a la Edad Media, restaurando el Sacro Imperio romano. Como no desea forma alguna de gobierno representativo y carece de la fuerza para imponer sus deseos al país, vacila hasta verse sobrepasado por los acontecimientos. Las noticias de la Revolución de febrero de 1848 en París levantan el descontento en toda Alemania, al igual que en Austria. En este último país, los levantamientos implican división: Hungría, Bohemia e Italia tratan de obtener mayor libertad de sus dominadores de cultura germánica. Se hace famoso el dicho: “Cuando París se resfría, Europa estornuda”. Pero en Alemania el fermento tiene signo unificador, como expresión del deseo de constituir un Estado alemán más grande. El 15 de marzo de 1848 se registran tumultos en Berlín. FEDERICO GUILLERMO IV, incapaz (y reconocerlo así le honra) de disparar contra su propio pueblo, accede a hacer concesiones, pese a que las consideraba humillantes. Queda entre la espada y la pared: las concesiones son muy poco para los liberales alemanes y demasiado para Austria.