PEDRO EL ERMITAÑO Y SU CRUZADA

Total de piezas: 3

Los “cruzados” de Pedro el Ermitaño son aniquilados por los turcos selyúcidas.


Pedro el Ermitaño y sus “cruzados” llegan a Constantinopla, donde el emperador griego ALEJO I Comneno les facilita buques para el paso del Bósforo. A principio de agosto atraviesan el Bósforo y prosiguen su descontrolado avance. ALEJO I ha aconsejado a Pedro el Ermitaño que acampe y espere a los otros cruzados que provienen del resto de Europa, pero los lugartenientes de Pedro se desesperan y deciden seguir la travesía animados por los botines que consiguen en el camino, marchan hacia Nicea con un ejército de unos 20.000 integrantes pero son emboscados por los turcos. En Nicea son aniquilados por los turcos selyúcidas. Pedro el Ermitaño y un reducido número de supervivientes regresan a Constantinopla, donde esperarán la llegada de los caballeros cruzados de la Primera Cruzada.

Empieza a cundir el sentimiento de que es menester rescatar Palestina.


El hecho de que los turcos seljúcidas animados de un renovado fanatismo protagonizaban abundantes casos de atrocidades contra los cristianos que acudían a Tierra Santa, fue divulgado por Pedro de Amiens, conocido como «Pedro el Ermitaño», y empezó a cundir el sentimiento de que era menester rescatar Palestina. Él mismo, organiza una cruzada que formará parte de la historia de la Edad Media europea en conexión con las cruzadas que llevarán a Tierra Santa a miles de combatientes. En su caso, Pedro ha recorrido los burgos y campos de Italia y Francia predicando la Cruzada a los humildes. Es un hombre de pequeña talla, de faz enjuta, larga barba y ojos negros llenos de pasión; su sencilla túnica de lana y las sandalias le dan un aspecto de auténtico asceta. Las multitudes le veneran como si fuera un santo y se consideran felices si pueden besar o tocar sus vestidos.

Pedro el ermitaño reúne una abigarrada muchedumbre de 100.000 personas.


Pedro el ermitaño reúne una abigarrada muchedumbre de 100.000 personas, entre hombres, mujeres y niños. La mayoría carece de armas, otros se llevan las herramientas, enseres de la casa y ganados, como si se tratara de un corto viaje. Atraviesan Alemania, Hungría y los Balcanes, creyendo siempre que la ciudad próxima será ya Jerusalén. Saquean las aldeas y roban el ganado por el camino para alimentarse, por lo que los gobernantes de de las regiones por las que pasan se ven obligadas a darles suministros o a usar la fuerza para librarse de ellos. En algunas ciudades atacan a los judíos y sus propiedades.