MOVIMIENTO CRISTERO (México)

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El presidente mexicano Plutarco Elías Calles, promueve la reglamentación del artículo 130 de la Constitución.


En 1926, el presidente mexicano Plutarco Elías Calles, general revolucionario, promueve la reglamentación del artículo 130 de la Constitución a fin de contar con instrumentos más precisos para ejercer los severos controles que la Constitución de 1917 establece como parte del modelo de sujeción de las iglesias al Estado aprobado por los constituyentes. Estos instrumentos buscan limitar o suprimir la participación de las iglesias en general en la vida pública, pero–dadas algunas características de la legislación, como el hecho que se obliga a los ministros de culto a casarse y se prohibe la existencia de comunidades religiosas–es posible afirmar que tienen un claro sesgo anti-católico por ser esta confesión la única que en México cuenta con ministros solteros y con comunidades en las que personas deciden convivir.

En México, la radicalización hace que crezca un movimiento social que reivindica los derechos de libertad de culto en México. Aparecen los cristeros.


En México, la radicalización hace que en zonas del Bajío (Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Aguascalientes, Nayarit, Colima, Michoacán y parte de Zacatecas), en la Ciudad de México, y en la península de Yucatán crezca un movimiento social que reivindica los derechos de libertad de culto en México. La dirección del movimiento, cercana pero autónoma respecto de los obispos mexicanos, cree viable una salida militar al conflicto. En enero de 1927, empieza el acopio de armas; las primeras guerrillas están compuestas por campesinos. El apoyo a los grupos armados irá creciendo, cada vez se unirán más personas a las proclamas de ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva Santa María de Guadalupe! lanzadas por quienes son ya conocidos como los cristeros.

En México, en la fecha, se publican los acuerdos a los que han llegado el Gobierno y la Iglesia. Se garantiza amnistía a los combatientes.


Para el gobierno mexicano, la única manera de salir del atolladero al que había llegado el movimiento cristero es entenderse con la Iglesia. Urge hacerlo unos meses antes de las nuevas elecciones presidenciales, para evitar una posible alianza entre las fuerzas políticas urbanas, las facciones revolucionarias de oposición y los cristeros, que podrían hacer el papel de brazo armado de la disidencia. En junio de 1929 el entendimiento cristaliza en los llamados “arreglos”, basados en el acuerdo que han alcanzado (siempre oralmente, ya que nunca llegan a firmarlo) el presidente Calles y monseñor Ruiz y Flores, por intermedio del embajador norteamericano y la diplomacia francesa. Roma, informada por Washington, da su autorización, y monseñor Ruiz y Flores, nombrado delegado apostólico, llega a México en la primera semana de junio. Entre el 12 y el 21 de junio todo queda resuelto; el 22 la prensa publica los “arreglos”: la ley no se modifica, pero se suspende su aplicación. Se garantiza amnistía a los combatientes, así como la restitución de las iglesias y de los presbiterios.

Se beatifican en Guadalajara (México) a 13 mártires de la guerra cristera, en su mayoría laicos, quienes murieron en defensa de la fe a finales de los años 20.


El 20 de noviembre de 2005 se beatifican en la ciudad de Guadalajara a 13 mártires de la guerra cristera, en su mayoría laicos, quienes murieron en defensa de la fe a finales de los años 20, durante la persecución religiosa. La Comisión Diocesana de Causas de Canonización en Guadalajara, con el apoyo de las parroquias, comunidades, grupos y movimientos de la Arquidiócesis de la ciudad, además de las Diócesis de León, Veracruz y Zamora se encargaron de los preparativos para la celebración litúrgica que presidió el cardenal José Saraiva Martins, planeada en el Estadio Jalisco y donde se esperaba la asistencia de aproximadamente 60 mil personas.