El desastre de la invasión de España por Lérida a cargo de pequeños grupos comunistas, juntamente a la consolidación del régimen franquista hace replantear a las organizaciones antifranquistas la eficacia de la lucha armada. Se produce un aumento considerable del números de las ejecuciones durante el verano y otoño de 1944. Según rumores, se ejecutan unos 200 prisioneros políticos entre agosto y septiembre. Por recomendación del nuncio, todos los obispos españoles firman una petición de clemencia y se la envían al ministro de Justicia, Aunós, pero tiene escaso efecto inmediato. Esta oleada de nuevas ejecuciones no disminuye hasta abril de 1945, cuando ya está claro que el Régimen no tiene que enfrentarse con ninguna oposición de gran importancia.

Pequeños efectivos de maquis penetran en España por los pasos de Roncesvalles y Roncal (unos 700 hombres). Pero muy pocos llegan a infiltrarse más allá de la línea del Ebro. Más tarde entran otros por el valle de Arán, aunque no consiguen tomar Viella. La guerrilla desaparecería totalmente en 1951.

En los años 1946 y 1947 la actividad de los maquis es notable en toda Catalunya y se combina con acciones de partidas del PSUC y de la CNT. No obstante, en 1948, el PSUC decidirá retirarse de los maquis y dejará la actividad guerrillera en manos de los anarquistas, que abandonarán, cada vez más, las zonas de montaña y adoptarán una lucha más urbana consistente en sabotajes a fábricas, redes eléctricas, instalaciones ferroviarias y atracos a entidades bancarias. La represión será particularmente sangrienta y siempre estará acompañada de la censura informativa.