El contraalmirante japonés Masahuma Arima se convierte, desobedeciendo órdenes superiores, en el primer kamikaze al estrellar su avión contra el portaaviones estadounidense Franklin. Cuatro días después será creada la primera unidad regular de kamikazes.
SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (Final de la guerra en Europa) (1945)
Total de piezas: 52
Las ciudades del Reich son sistemáticamente arrasadas por grandes formaciones de bombardeo.
Las ciudades del Reich son sistemáticamente arrasadas por grandes formaciones de bombardeo, que tanto de día (norteamericanos) como de noche (británicos) las van convirtiendo en llameantes teas. Los escasos aparatos de la Luftwaffe sólo pueden impedir a unos pocos bombarderos aliados llegar a su destino. Gran número de ancianos y niños han sido ya trasladados al ámbito rural, mucho menos afectado por las destrucciones, pero la mayor parte de los ciudadanos siguen residiendo en sus ciudades. Además, las ciudades situadas más al este, como Breslau, Dresde o Königsberg, ven crecer el número de habitantes con el constante aluvión de refugiados que huyen del Ejército Rojo que avanza desde Rusia. Con su proverbial disciplina (a la que no resulta ajeno el severo control ejercido por las autoridades), los alemanes procuran continuar con sus actividades cotidianas. Y Y todo ello a pesar de las largas horas que deben pasar en los insuficientes refugios antiaéreos, a los que los extranjeros tienen prohibido el acceso.
El Reich se halla rodeado, y parte de la lucha se desarrolla dentro de sus fronteras.
Desde un punto de vista militar, el Reich se halla rodeado, y parte de la lucha se desarrolla dentro de sus fronteras. Tras haber consumido las últimas reservas en la fracasada ofensiva de las Ardenas, la carencia de medios resulta evidente. La creación de una milicia popular (Volkssturm) y el llamamiento a filas de la quinta de 1929 significan que todos los varones de entre 16 y 60 años capaces de empuñar un arma han sido ya alistados. Su movilización es una prueba inequívoca de que el régimen se ha instalado en una posición de resistencia numantina, aun a costa de que Alemania entera perezca. Uno a uno, los antaño aliados han ido abandonando su campo. Primero ha sido Rumanía, seguida por Finlandia y por Bulgaria después. Además de los estados satélites de Eslovaquia y Croacia, sólo continúan luchando a su lado lo que queda de la Hungría de Ferenc Szalasi (colocado en el poder por Hitler) y la cada vez más reducida República Social Italiana de Benito Mussolini. Mientras, Japón, desde el primer día, desarrolla más mal que bien su propia guerra.
La tradición militar prusiana halla un último recurso de combate: los Karripfgruppen.
Pese a todo, la tradición militar prusiana halla un último recurso organizativo para hacer frente a los distintos ejércitos que invaden suelo alemán: los Karripfgruppen (grupos de combate). Constituidos con los restos de distintas unidades y servicios, en número variable y agrupados en torno a un jefe resolutivo del que toman nombre, funcionan a la perfección en la lucha defensiva que tiene lugar. Se apoyan en las numerosas vías de agua del país, aprovechando su condición de barreras naturales. Se les proporciona una nueva arma que, además de sencilla, resulta tremendamente eficaz: el Panzerfaust, un antitanque de un solo uso que puede ser utilizado por cualquiera tras una mínima instrucción. Esta y otras magníficas armas (como el temible tanque Panzer VI «Kónigstige» o el cazabombardero a reacción Messerschrnitt 262) siguen llegando al frente. Sin embargo, su escaso número y las crecientes dificultades para su óptima utilización (la abrumadora superioridad aérea enemiga impide casi cualquier movimiento diurno) restan eficacia a su evidente calidad técnica.
A comienzos de año 1945, HITLER se retira a las profundidades de un búnker en Berlín .
A comienzos de año 1945, HITLER se retira a las profundidades de un búnker en Berlín y, salvo en una o dos ocasiones, nunca más saldrá de él. Mientras tanto, los ejércitos aliados, cada uno por su lado, van acercándose.
Alemania tiene a tres millones de hombres del Ejército rojo, frente a sus fronteras orientales.
La decisión de HITLER de hacer una ofensiva en el oeste (Las Ardenas) supone que las tropas que tendría que haber usado contra los rusos están combatiendo en otra parte y que hay pocas posibilidades de hacerlas regresar al Frente del Este a tiempo. La errónea creencia de HITLER de que la situación de los rusos no les permitiría atacar durante algún tiempo, ha hecho que no tenga unas reservas adecuadas en el Este. Ha dejado sólo unos 400.000 soldados alemanes para enfrentarse contra 2.200.000 rusos. Los propósitos bárbaros y vengativos del Ejército Rojo no extrañan a HITLER ni a nadie en Alemania, pues son consonantes con el bestial trato dispensado por los ejércitos del III Reich a las poblaciones conquistadas en la URSS. Pero lo que HITLER -que desprecia a los soviéticos y que siempre les supone al borde del agotamiento- no ha podido ni soñar es que a comienzos de 1945 va a tener cinco grupos de ejércitos rojos, con dos millones doscientos mil hombres, 8.000 carros de combate, 50.000 cañones y 20.000 aviones penetrando por sus fronteras orientales.
El mariscal Koniev inicia la ofensiva soviética en la cabeza de puente de Baranov.
Cuando su último jefe del Estado Mayor de la Wehrmacht, Guderian, le advierte del gravísimo peligro en que se hallan Prusia Oriental, Pomerania y Silesia, además de Checoslovaquia, Austria y Hungría, HITLER monta en cólera creyéndose objeto de un engaño; se niega a aceptar que aquello pueda ser verdad y supone que se le exageran las cifras para que ordene el repliegue de sus ejércitos. Así se niega a reforzar aquellos frentes, sacando tropas de zonas donde no hay actividad, como en Curlandia. Las consecuencias se comienzan a ver el 12 de enero, cuando el mariscal Koniev inicia la ofensiva soviética en la cabeza de puente de Baranov. Los alemanes, combaten en una inferioridad artillera de 1 a 5, de 1 a 3 en carros de combate, de 1 a 12 en aviones y de 1 a 2 en infantería. Son arrollados. Lógicamente, el Ejército Rojo acaba imponiéndose. Una consigna oficiosa comienza a extenderse entre los combatientes: Se ha de resistir en el este para que el mayor número posible de civiles pueda trasladarse hacia el oeste.
El Ejército Rojo se lanza al ataque. «¡Matad! iMatad! No hay inocentes entre los alemanes.
La Batalla de Las Ardenas, aunque aún registrará algunos coletazos y aunque los aliados tardarán semanas en recuperar lo perdido, ya está terminada cuando, en el Este, en la fecha, estalla la más temida de las tormentas. El Ejército Rojo, que lleva dos meses casi inactivo, reforzándose y situándose para la ofensiva final, se lanza al ataque. «¡Matad! iMatad! No hay inocentes entre los alemanes. Obedeced las órdenes de vuestro camarada Stalin, destruyendo para siempre a la bestia negra en su guarida. Mancillad el orgullo racial de las mujeres alemanas. Tomadlas como legítimo botín», arenga el activista rojo, Ilia Ehrenburg, a los ejércitos de Rokossovski, Koniev, Zúkov, Malinovski y Tolbukin que se disponen a atacar en un frente de 1.200 kilómetros, desde Hungría al Mar Báltico. Se trata de la operación Vístula-Oder.
En la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos entran en Varsovia y sigue su avance imparable.
Grupos del Ejercito Rojo, por el norte y por el sur de Varsovia, avanzan hasta tomar la ciudad, el 17 de enero, cruzando el río Oder, a 160 km de Berlín.
En Alemania, ocho millones de personas se lanzan a las carreteras heladas en busca de salvación .
El espanto ante las violencias soviéticas contra la población civil -aumentadas por la propaganda y los rumores- y la sensación de culpabilidad por los inmensos atropellos cometidos por sus tropas en la Unión Soviética y en Polonia, originan un éxodo sin precedentes. Ocho millones de personas se lanzan a las carreteras heladas en busca de salvación en el Oeste. Padecen penalidades sin cuento, huyen bajo tempestades de nieve y soportan temperaturas de hasta 25º bajo cero, sin medios de transporte, ni alimentos, ni abrigo. Caminan aterradas, temiendo los ametrallamientos o lo que es peor hallarse en el camino de una división acorazada que les haga papilla con las cadenas de sus blindados. Marchan con la máxima celeridad posible, abandonando a los que se retrasan o arrollando a los que se encuentran en el camino. En este terrible éxodo perecerán más de millón y medio de civiles alemanes, cuyos cuerpos quedarán insepultos en las cunetas de los caminos o entre las ruinas de las ciudades donde creerán hallar cobijo seguro, como Koenigsberg, Posen, Glogau, Küstrin, Breslau o Francfort del Oder.