El V Dalai Lama y su valedor, el mongol GUSHRI KAN, logran controlar el Tíbet central. Obtienen el reconocimiento de SHIZU, primer emperador chino de la dinastía QING, quien les confia el gobierno de esta zona. Paralelamente, en el Tíbet oriental (Kham) y nororiental (Amdo) se configura un mosaico de pequeños Estados feudales, también vasallos de Pekín.

Nace el VI Dalai Lama, Tshangyang Gyatso, VI Dalai Lama (1683-1706), desbarató el prestigio adquirido por los monjes amarillos con su comportamiento disoluto y mujeriego. El emperador chino aprovechó la ocasión para intervenir en Tíbet, poniendo coto a su influencia espiritual sobre Mongolia y la propia China. En 1720 los chinos invadieron el Tíbet y sometieron al Dalai Lama a una relación de vasallaje, que perduró hasta la desaparición del Imperio Chino en 1911.

Nace el VII Dalai Lama, KALZANG GYATSHO (1708-1757).

Misioneros capuchinos envían una misión a Lhasa (capital del Tibet).

En 1713, al Panchen V se le otorga el título de Panchen Erdeni. Esto crea el sistema que permitirá al Gobierno Central mantener el poder para aprobar las posteriores generaciones del Dalai Lama (título ya otorgado en 1653) y del Panchen Erdeni.

En 1720, como resultado de disputas internas entre las facciones mongolas, una de ellas, los dzungaros, ocupa Lhasa, capital del Tíbet Central. K’ang-hi, emperador chino, somete la región del Tibet (Asia) y restablece al dalai lama en el trono.

Los chinos se retiran del Tíbet y su presencia en la región, que es cerrada a cal y canto a los extranjeros, se irá debilitando hasta que, en el siglo XX, irrumpan los británicos.

Pholhawa, como miembro del consejo de ministros que gobiernan el Tíbet tras la derrota de los dzungaros, expulsa a los rivales nacionalistas tibetanos y rige el Tíbet con el apoyo de los chinos.

Pholhawa es coronado rey del Tíbet por el emperador de China.

El asesinato de dos altos comisionados chinos en 1751 -instigado por el Dalai- produce una reacción inmediata de la dinastía Manchú, que detenta el poder en Beijing. En represalia, el emperador chino ordena una sangrienta incursión militar en Lhasa. A partir de ese momento la relación de los sucesivos Dalais con China será más difícil que la de los Panchens, la otra cabeza de la jerarquía religiosa. La competencia terrenal entre los dos dirigentes del budismo lamaísta, a menudo será campo fértil de discrepancias y sectarismos. El Tibet se convertirá en protectorado chino. El Dalai lama acepta la situación.