Los jóvenes han caminado más de 20 kilómetros en un recorrido sin mayores incidentes en el que su número se ha ido incrementando, alcanzando los veinte o treinta mil, hasta concluir ante la embajada japonesa, a la que han lanzado botellas de plástico y algunas piedras. A su paso por las calles de la ciudad, muchos conductores han hecho sonar las bocinas en señal de aprobación. En las aceras, la gente ha aplaudido, evidenciando que la indignación popular ante el nuevo nacionalismo japonés supera con creces la moderada contención del Gobierno de Pekín. En Manchuria, la región del nordeste, que durante la ocupación japonesa fue un protectorado, el boicot comercial es un hecho. El champú y los productos de belleza japoneses y la popular cerveza Asahi han sido allí retirados de almacenes y supermercados.

La segunda guerra chino-japonesa permanece en la memoria de los chinos como la “guerra de resistencia contra Japón”; para muchos japoneses sólo se trata de el “incidente de China”. Esta diferente apreciación de los hechos traerá graves problemas diplomáticos en 2005 entre ambos países. Debe tenerse en cuenta, por otro lado, que de los 25 jefes militares y civiles japoneses condenados en el proceso de Tokio, al término de la Segunda Guerra Mundial, 22 serán declarados culpables de crímenes de guerra cometidos en China. De los 7 que fueron ahorcados, seis están enterrados en el santuario de Yasukuni, que el primer ministro Koizumi visita reiteradamente desde 2001, lo que en China se vivie como insulto, porque todos menos uno han sido criminales de guerra.

Decenas de miles de estudiantes chinos recorren el centro de Pekín durante más de ocho horas pidiendo el boicot a los productos japoneses, en la mayor manifestación vista en la ciudad desde la destrucción de la embajada china en Belgrado por un misil norteamericano, hace seis años. Los manifestantes claman contra la candidatura japonesa a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, arremeten contra la revisión de los libros de texto en Japón, que eluden la crítica a las barbaridades efectuadas por los japoneses en China en los años 30 y 40 de la época imperial, así como contra las visitas del primer ministro japonés al santuario de Yasukuni, donde están enterrados seis criminales de guerra ahorcados por los aliados tras el fin de la contienda, y vilipendian al “pequeño Koizumi”, el primer ministro japonés.

Según el análisis de un semanario surcoreano, en el partido que gobierna Japón desde hace medio siglo, siempre hubo ultras, partidarios de honrar la memoria de los criminales de guerra, de remilitarizar el país y de anular el artículo pacifista de la constitución nipona, la novedad es que esas ideas son ahora defendidas por los principales políticos, con el primer ministro Junichiro Koizumi en cabeza, y son política oficial, lo que perjudica a los intereses económicos de Tokio.

El Gobierno japonés ha autorizado a las compañías nacionales a efectuar prospecciones de gas y petróleo en aguas disputadas por China. El anuncio, a cargo del Ministerio de Economía nipón, tiene lugar tras masivas protestas en China y Corea del Sur contra el revisionismo histórico del Gobierno de Tokio, pese a una reciente advertencia de Pekín de que tal paso “radicalizará la situación aún más”, y en vísperas de la visita a China, el próximo fin de semana, del ministro de Exteriores, Nobutaka Machimura. Preguntado sobre si la decisión deteriorará, aún más, las relaciones con China, el primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, dijo ayer que “se trata de temas independientes”. Es probable que, en medio de una tensión política, que cada vez es mayor entre los dos países, esta cuestión siga siendo un tema bastante delicado, sobre el que no se espera que se produzcan grandes avances de forma inmediata.

China inició en el año 2003 prospecciones cerca de la zona disputada, y en Japón se alega que sus perforaciones podrían vaciar bolsas de gas situadas en lo que considera su sector marítimo. La decisión de Tokio llevará todavía algunos meses, antes de que comiencen las perforaciones. Japón y China se disputan la soberanía del archipiélago Diaoyu (Senkaku, en japonés), un grupo de cinco pequeñas islas deshabitadas y tres rocas volcánicas, situadas 400 kilómetros al sudoeste de Okinawa. La importancia de las islas estriba en los recursos energéticos que existen en sus alrededores.

Japón mantiene pleitos semejantes con Corea del Sur, por las islas Tokdo (Takeshima, en japonés) y con Rusia, por las Kuriles. Eso significa que Tokio tiene disputas territoriales con todos y cada uno de sus vecinos. En noviembre del año pasado, la marina japonesa detectó un submarino nuclear chino cerca de Okinawa, en aguas territoriales japonesas. Aunque Pekín calificó inmediatamente aquel incidente de “error” y presentó disculpas, el ministro de Defensa japonés (“director de la Agencia de Defensa”, en la terminología japonesa) denunció públicamente el incidente, que tuvo gran repercusión mediática, con el envío de un avión de reconocimiento norteamericano y de varios buques tras la disculpa, lo que causó gran irritación a los chinos.

Algunos observadores chinos no descartan que su Gobierno protagonice algún gesto militar “fuerte” dirigido a Japón en la zona disputada, rompiendo una larga tradición de cuidado y prudencia, que, consideran, se está volviendo contra China. “Me parece que ha llegado el momento de lanzarles una señal y este año podría ser la ocasión”, declaró a La Vanguardia un diputado de la Conferencia Política Consultiva en condiciones de anonimato.

El presidente chino, Hu Jintao, y el primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, se reunen en Yakarta durante la cumbre afroasiática en conmemoración de la conferencia de Bandung, pero la crisis de relaciones entre ambos países sigue en los mismos términos.

Durante las últimas conversaciones celebradas en Beijing, el gobierno chino ha propuesto que China y Japón exploten conjuntamente los yacimientos de gas que puedan existir en esta ZEE ampliada, de acuerdo con la interpretación china; pero el gobierno japonés la rechaza rotundamente, porque el emplazamiento se encuentra claramente en las aguas en las que se encuentran las Islas Senkaku, que son territorio japonés, por lo que no existe justificación alguna para la explotación conjunta. Según la postura japonesa, esta explotación conjunta tan sólo tiene sentido cuando la explotación del yacimiento de gas se encuentra a ambos lados de la línea mediana de la ZEE de los dos países.