Un conflicto militar estalla, en la fecha, entre Etiopía y Eritrea en 1998, por diferencias en las fronteras. Etiopía y Eritrea comparten una frontera de más de 1000 km, que no está claramente delimitada por los tratados internacionales y por los acuerdos que se han ido tomando a lo largo de los años y que han ido variando por una u otra razón. Es por ello, que esta guerra que estalla en 1998 ha sido calificada por los organismos internacionales como una \”guerra absurda\”, pues no es ni étnica, ni religiosa ni tribal y no está determinada tampoco por una lucha por el poder; se trata de este antiguo conflicto entre dos estados, de un conflicto \”a la antigua\”.

Empiezan nuevos combates fronterizos entre Etiopía y Eritrea por la posesión de 400 km2 de tierras áridas, cinco años después de que la primera reconociera la independencia de la segunda.

Etiopia y Eritrea firman, en la fecha, el acuerdo de paz que pone punto final a dos años de una cruenta guerra fronteriza que ha provocado más de 100.000 muertos en el misérrimo Cuerno de África. El acuerdo firmado en la capital argelina, entre Meles ZENAWI, primer ministro etíope y Isayas AFEWERKI, presidente eritreo, ha sido posible tras varios meses de presión diplomárica internacional, que el pasado junio logró un alto el fuego. No se ha establecido ningún calendario para el proceso de paz y la demarcación de fronteras, pero Kofi Annan, secretario general de la ONU, no cree que los 2.400 cascos azules desigandos deban estar más de un año en el Cuerno de África.

En Etiopía, el régimen establecido en 1991 por el Frente del Tigré (FPLT) descubre con estupor, tras las primeras elecciones libres celebradas, en la fecha, que los partidos de oposición son mayoritarios. Sin dudarlo, adultera los resultados y se atribuye los dos tercios de los escaños. Las huelgas y las manifestaciones pacíficas de la oposición son reprimidas, y dejan decenas de muertos y miles de detenidos, entre ellos, los dirigentes de la Coalición para la Unidad y la Democracia. Mientras susbsisten pequeños focos guerrilleros de base étnica (oromos y somalis), el régimen aparece totalmente alejado de la población de las ciudades y del campesinado amhara, núcleo tradicional del poder.

En la actualidad, Etiopía, uno de los países más pobres de África, depende de la colaboración internacional para que no empeoren aún más las condiciones de vida de sus ciudadanos. Etiopía sufre: Sanidad insuficiente (contra el sida, la malaria, la tuberculosis), acecho de las hambrunas, exceso de natalidad (fracaso de los intentos de introducir la planificación familiar que es rechazada por la elevada mortalidad infantil, ya que la consideración social de la mujer depende de los hijos que es capaz de dar a luz. Hasta el segundo o tercer parto no se las comienza a tener en cuenta. Tanto la Iglesia ortodoxa como el Islam rechazan, por otra parte, el empleo de anticonceptivos), la ablación (costumbre muy arraigada en Etiopía: extirpación del clítoris femenino con el objeto de que la mujer, al no sentir placer sexual, sea fiel a su marido)

En Somalia, el jefe de los islamistas llama a la guerra santa contra Etiopía.

El jefe del Ejecutivo provisional de Somalia ha regresado a Mogadiscio acompañando por tropas etíopes. A su llegada, ha anunciado la imposición de la ley marcial por tres meses, recalcando que el potente ejército de Etiopía permanecerá en el país el tiempo que necesite su gobierno. Los islamistas prometen seguir luchando. La entrada de un primer ministro en la capital es altamente simbólica en este país del Cuerno de África en el que la guerra civil, que estalló en 1991 al ser derrocado el dictador Siad Baré, continuó por las batallas entre clanes durante 15 años. En este tiempo, ningún gobierno ha controlado Mogadiscio, disputada por los señores de la guerra hasta que fueron desalojados por los islamistas en junio pasado.

Los Tribunales Islámicos retomaron ayer la línea expresada la víspera. Mohamed Ibrahim Bilal, un alto comandante de los islamistas parapetados en Kismayo, repitió sin sombra de duda: “No nos rendiremos jamás a los etíopes y al Gobierno de transición somalí”. Luego predijo “operaciones de guerrilla en todo el territorio somalí”. “Puedo asegurarles que las fuerzas islamistas están por todo el país y nos verán operar dentro de poco. Lo que haremos es atacar y huir”, concluyó. La presencia de esos grupos islamistas partidarios de la charia o ley islámica -al margen de cuál sea su vinculación con la red de Bin Laden- dispuestos a continuar la lucha y la existencia de los clanes que se han enfrentado los pasados 15 años y que, armados, siguen dominando en sus feudos, no son tranquilizantes para el futuro de Somalia.