El FMI decide no conceder un desembolso de 1.260 millones de dólares ante la falta de cumplimiento de las metas fiscales de Argentina. En efecto, a lo largo de 2001, el FMI exigió a Argentina que respetara el déficit cero. El déficit sigue en los 6.500 millones. Cavallo, ministro de economía, amplía a 1.000 pesos a la semana la cantidad de efectivo que pueden sacar los argentinos y a 10.000, el máximo que pueden sacar del país. Al día siguiente, el superministro admitirá que el país ha entrado en una “virtual” suspensión de pagos y se trasladará urgentemente a Washington para negociar con el Fondo Internacional la concesión del préstamo. No lo conseguirá. No hay señal alguna de reactivación: las estimaciones adelantan que el PIB se contraerá un 0,8% en 2002.

Huelga general en Argentina contra las impopulares restricciones bancarias.

En Argentina, dimite “por motivos personales” el viceministro de Economía, Daniel Marx. Mientras, Argentina cancela los 700 millones de dólares en obligaciones y evita la suspensión de pagos. El FMI exige al Gobierno un Presupuesto 2002 “creíble” y prevé un retroceso del PIB en torno al 1,4%.

El ministro de Economía argentino, Domingo Cavallo, embarga los ahorros de miles de pequeños ahorradores como medio para detener la crisis económica del país, creando el llamado «corralito financiero». Estalla, pues, en Argentina, una violenta ola de saqueos a supermercados y violentas protestas. Los ciudadanos cansados de ajustes gubernamentales y empujados por el hambre y la rebeldía contra las restricciones bancarias salen a la calle el 18 de diciembre a buscar comida, en el mayor estallido social que ha vivido el país desde 1989. Las protestas se saldarán con 39 muertos y más dos centenares de heridos. El Gobierno declara el estado de sitio.

En Argentina, Domingo Cavallo, ministro de economía de Argentina, presenta la dimisión junto con la del resto de su gabinete.

De la Rúa se ve obligado a dimitir de su cargo como presidente de Argentina, tras el mayor estallido social vivido en el país desde 1989.  El Presidente pierde definitivamente el respaldo de la mayoría de su propio partido, la Unión Cívica Radical, y aferrado al escaso sector radical que aún le responde intenta convocar al justicialismo a un acuerdo de gobernabilidad, sumándose al gobierno. El obvio rechazo del PJ decide a De la Rúa a presentar su renuncia al Parlamento a las 19.45 horas del 20 de diciembre de 2001, cuando no ha completado sino apenas la mitad de su mandato constitucional. La imagen del renunciante Presidente saliendo en helicóptero de la Casa Rosada, queda grabada para siempre en el recuerdo de los argentinos. Este hecho tiene además como afectado al partido político del ex presidente, perdiendo la mayoría de las elecciones que se realizarán a partir de entonces, debilitando a la Unión Cívica Radical frente a un peronismo en alza, que ante la ausencia de su rival clásico llega a dividirse en dos frentes.

En Argentina, De la Rúa dimite, incapaz de lograr una “unidad nacional” con la oposición peronista, tras la decisión de su superministro de Economía, Domingo Cavallo, de abandonar el cargo unas horas antes. Es el fin del Gobierno de la Alianza, que después de 740 días no puede cumplir más de la mitad de su mandato y que deja el país sumido en una crisis política, económica y social de proporciones gigantescas. De la Rúa dimite cuando no hay ninguna duda del rechazo de la oposición peronista a aceptar su invitación a formar parte de un Gobierno de unidad. Quedan derogadas las leyes de restricción bancaria vigentes desde principios de diciembre.

El puesto del presidente saliente en Argentina, es cubierto por el presidente provisional del Senado, Ramón Puerta. Según establece la Constitución, al estar vacante el puesto de vicepresidente, asume el cargo el presidente del Senado, el peronista Ramón Puerta. El empresario de la provincia de Misiones estará en el cargo sólo 48 horas.

La suspensión de pagos de la deuda externa de 132.000 millones de dólares y el anuncio de una serie de promesas de claro corte populista -creación de un millón de empleos- son los primeros anuncios que ha hecho el peronista Adolfo Rodríguez Saá, de 54 años, tras su investidura como presidente provisional de Argentina.

La vulnerabilidad de la economía argentina y la del resto de los países iberoamericanos están íntimamente vinculadas al modelo neoliberal y a los planes de ajuste diseñados por el FMI. En el origen de las continuas recesiones económicas y de la generalización de la pobreza radican factores como la pérdida de soberanía cambiaria en virtud de la llamada convertibilidad (que mantenía artificialmente la paridad del peso argentino con el dólar estadounidense), el endeudamiento crónico, la reducción del patrimonio estatal como consecuencia de las privatizaciones de empresas y servicios públicos (entre éstos el de la seguridad social), la carencia de bienes de servicios y tecnológicos y un obsoleto sistema fiscal. Pero, junto a estas causas directas del colapso económico y social que estalló en diciembre del pasado año, no son menos importantes la descapitalización cultural (reflejada en la reducción de la calidad de la enseñanza y en la fuga de cerebros), la extensión de la corrupción en todo el tejido social y el vacío político dejado por la desaparición de toda una generación, la que debía tomar el relevo en la dirección del país.