En Pakistán, la crisis interna presenta visos de inestabilidad que Washington  la pasa por alto en tanto la figura militar del presidente Pervez MUSHARRAF siga apoyando la guerra contra el terrorismo y proveyendo a EEUU. de bases militares. MUSHARRAF está llegando al término de su periodo de régimen militar y ha prometido la celebración de elecciones el día 10 de octubre. Pero ya resulta evidente que prepara unas elecciones amañadas en las que a Benazir Bhutto y a Nawaz Sharif, líderes de los dos mayores partidos políticos, se les impedirá participar. Ahora trata de subvertir la Constitución para otorgar al Ejército un papel permanente en el seno del sistema político y crear un Consejo de Seguridad Nacional bajo la férula militar que desautorizará todo futuro Parlamento o primer ministro. Musharraf está actualmente completamente aislado y afronta un torrente de críticas procedentes de todos los partidos políticos y movimientos cívicos. Estallará una crisis justo antes de las elecciones o inmediatamente después, cuando el “parlamento” elegido al socaire del Ejército simplemente se limite a refrendar todos los cambios constitucionales que él quiera.

India ha empleado la guerra contra el terrorismo para continuar aplicando su política represiva en Cachemira; así se produjo la reacción pakistaní de mayor apoyo a los activistas cachemiras y las amenazas recíprocas a principios de esto año entre las dos potencias nucleares. Los esfuerzos diplomáticos de EEUU. han desactivado la crisis inmediata pero Cachemira continúa en ebúllición. India está decidida a celebrar elecciones allí en septiembre mientras Pakistán y los activistas están decididos a sabotearlas. Parece inevitable otra fase de tensiones. Resulta poco probable que el cercado gobierno militar de Pakistán y los fundamentalistas hindúes crecientemente extremistas del BJP (Bharatiya Janata Party) que dirige la coalición gobernante en Delhi abran conversaciones sobre Cachemira, a menos, que medie de común acuerdo la presión internacional.

Es apremiante que Occidente haga un gran esfuerzo para convencer a los regímenes de la India, Pakistán, Irán, etc, de que la guerra contra el terrorismo ha de implicar también que deben cambiar sus actitudes y procedimientos, así como sus relaciones con sus propios pueblos. Los gobiernos representativos, no cuentan con sustitutivo posible, y son precisamente los que sanan -en lugar de aportar mayor división- estas sociedades extremadamente polarizadas. La estrategia de la comunidad internacional ha de incluir asimismo un apoyo económico mucho mayor a la región en su conjunto. Las ideas de “construir un país” o de “un plan Marshall para la región” son básicas si Occidente tiene intención de preservar a la región de mayor inestabilidad y desastres. Las aplicaciones de tal estrategia serían beneficiosas para la mejora de las relaciones entre Occidente y el mundo musulmán.

Enfrentamiento enrtre tropas de EEUU. y Pakistán. En la frontera entre Afganistán y Pakistán se desata un intercambio de disparos entre tropas de EEUU. y de Pakistán donde un soldado estadounidense resulta herido. El enfrentamiento termina cuando los norteamericanos solicitan apoyo aéreo, acudiendo un F-16 que lanza una bomba de media tonelada. Por otra parte, Pakistán e India han intercambiado una lista de sus instalaciones nucleares. El hecho constituye una costumbre desde el Año Nuevo de 1991, pero este año tiene una carga política muy importante. El pasado mayo India y Pakistán estuvieron al borde de la guerra, por lo que el intercambio de información se toma como un signo de distensión

La pasada madrugada entró en vigor el acuerdo de alto el fuego entre Nueva Delhi e Islamabad, que abre un nuevo período de esperanza para la mejora de las dos naciones hermanas. Pero este acuerdo, vistos los antecedentes, viene acompañado de una buena dosis de escepticismo sobre su aplicación efectiva. Este acuerdo supone el primer paso de relevancia dado por ambas potencias nucleares desde 1999 y pone fin al clima de tensión que estuvo a punto de desembocar en una guerra el año pasado. Pero la emotiva cuestión de Cachemira aún dista mucho de estar resuelta. India y Pakistán no están oficialmente en guerra desde 1972, cuando los primeros ministros Indira GHANDI y Zulfikar Ali BHUTTO firmaron los acuerdos de Simla, que establecieron y delimitaron la línea de control que desde entonces ha dividido la Cachemira india de la pakistaní. Pero han intercambiado fuego de artillería de forma rutinaria con épocas (Kargill en 1999 o enero de 2002) en las que solamente faltó una declaración formal para poder hablar de combates a toda regla.

En Pakistán, Musharraf es objeto de dos intentos de asesinato.

El equipo de la India de cricket juega en Pakistán, en un intento conseguido de que el deporte ayude a normalizar las difíciles relaciones entre ambos países, que desde su independencia en 1947 de Gran Bretaña han mantenido tres guerras y han estado cerca de una cuarta en el año 2001.

La permanente crisis que enfrenta a India y Pakistán por el problema fronterizo en Cachemira se ha visto aligerada en los últimos meses e incluso ambos gobiernos han acordado un sistema de transporte, por autobús, que unirá las ciudades principales de cada lado de la frontera, atravesando el valle, a partir del mes de abril / 2005.

El presidente pakistaní, Pervez Musharraf, viaja a Calcuta (India), invitado por SINGH, el primer ministro indio, para presenciar, como aficionado, algún partido de la gira que el equipo de cricket de su país hará por la India. Seguramente aprovechará para llevar a cabo conversaciones informales respecto a las relaciones entre los dos países. SINGH, al conocer la confirmación de la venida del mandatario de Pakistán, ha dicho: nada hay que una más a la gente del subcontinente que su amor por el cricket y por Bollywood. Miles de pakistaníes han obtenido visado para poder entrar en la Inida y presenciar los encuentros, ya que le cricket es el deporte de mayor audiencia y seguimiento en ambos países.

China e India, los dos países más poblados del mundo y nuevos grandes consumidores de recursos energéticos globales, rubricaron hoy un acuerdo para zanjar su complejo pleito fronterizo que lastra sus relaciones desde hace más de cuarenta años. La solución del problema territorial, que les llevó al enfrentamiento armado en 1962, va para largo, explican en Pekín fuentes de exteriores. India reclama a China 38.000 kilómetros cuadrados en Cachemira, mientras que China hace lo propio con otros 90.000 kilómetros de territorio en Arunachal Pradesh. De lo que se trata es que ese enredado contencioso, “no obstaculice el desarrollo general de las relaciones bilaterales”, señala el acuerdo rubricado en Delhi por los primeros ministros, Wen Jiabao y Manmohan Singh, en el que las dos partes reafirman su rechazo al uso de la fuerza. “Vamos a establecer un puente de amistad que una a nuestros dos países hacia el futuro”, dijo Wen, antes de firmar once acuerdos económicos, comerciales y de cooperación enfocados a cinco años vista.