EEUU. e India han firmado un acuerdo militar y de defensa por diez años de duración, suscrito en Washington por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y su homólogo indio, Pranab Mujeryi. El acuerdo abarca la fabricación conjunta de armas, así como la cooperación en misiles de defensa. EEUU. intenta consolidar sus relaciones con India y Pakistán, aliado importante en la guerra contra el terrorismo. El Gobierno de EEUU. ha propuesto la venta del caza F-16 a Pakistán y ha ofrecido a India la posibilidad de comprar los cazas F-16 o los F-18, para reemplazar su inventario de MIG-21, un modelo de aeronaves más antiguo y de fabricación rusa. Este acuerdo puede interpretarse como una señal de que EEUU. considera India como la fuerza dominante en la región y de que podríadejar de considerar prioritario a Pakistán, su aliado en la guerra al terrorismo y, antes, durante la guerra fría.

Seismo en Azad Cachemira (Pakistán). Magnitud 7,6. Se producen 75.000 muertos.

Desde que el general Musharraf accedió a la comandancia de las fuerzas armadas de Pakistán en 1998, India viene siendo golpeada una y otra vez por un terrorismo cuyo rastro siempre conduce a los Servicios de Inteligencia Militar pakistaníes. La participación del régimen militar pakistaní en estos actos, modulada sea la presión internacional, no es una sospecha o una hipótesis, es un hecho corroborado por las autoridades indias masacre tras masacre, antes y después del inicio del proceso de paz. El chantaje nuclear de Musharraf, sin embargo, neutraliza, como sucedió con la última gran escalada de tensión entre los dos países en 2002, cualquier estrategia de diplomacia coercitiva india basada en la amenaza de la confrontación. Hasta que EE. UU. y el Reino Unido no dejen caer a Musharraf (y parece ser que ya van dándose cuenta que este señor les está tomando el pelo) el Ejecutivo de Manmohan Singh permanecerá sin opciones reales para combatir la postura del liderazgo pakistaní de no abandonar, de una vez por todas, el terrorismo como política de Estado.

La obsesión de Musharraf por tener un mayor control sobre el agua que fluye desde la Cachemira india hacia el Punjab pakistaní asoma tras el discurso oficial de Islamabad articulado alrededor de la teórica injusticia india sobre el pueblo cachemir, forzado a permanecer en un país de mayoría hindú. Hasta que la cúpula militar pakistaní, interesada exclusivamente en seguir aumentando su poder económico, no tenga una mayor porción del pastel de los recursos hídricos, no habrá paz en el subcontinente. Para ello, el ejército pakistaní seguirá exagerando la amenaza del fundamentalismo islámico dentro de sus propias fronteras para legitimar, ante Occidente, su continuidad en el poder mientras sigue exportando la ideología integrista en Cachemira, Bangla Desh, Nepal y – y esto sí que es realmente preocupante- dentro de la misma India, con la finalidad de perpetuar al ataque a este país, el Estado y la idea, por medio de nuevos agentes difíciles de identificar o categorizar. Lo que más inquieta en estos momentos al liderazgo de Delhi es saber hasta dónde serán capaces de llegar en Pakistán para que hindúes y musulmanes acaben a tortas de verdad en la India.

El Gobierno indio reaccionó airado a las declaraciones de rechazo y condolencias de Islamabad (Pakistán) por el atentado de Bombay, que fueron por cierto inmediatas, la misma noche del martes. El motivo es un comentario del ministro de Exteriores pakistaní, Jurshid Mehmud Kasuri, diciendo que “el incidente de Bombay, por trágico que sea, y sin duda lo es, subraya la necesidad de que ambos países colaboren para controlar este clima, pero sólo pueden hacerlo si resuelven sus disputas, en particular sobre Jammu y Cachemira”. La diplomacia india, a través de su portavoz, Navtej Sarna, consideró “espantoso” que se quiera “relacionar este inhumano acto de terrorismo con la llamada falta de resolución en la disputa entre India y Pakistán”.

Violenta manifestaciones en Baluchistán (Pakistán)

Se renuevan las discusiones con la India sobre Cachemira.

Alrededor de 70 personas mueren carbonizadas en un tren, en Panipat, 100 km al norte de Nueva Delhi, a causa de dos bombas destinadas a hacer descarrilar el tímido acercamiento entre India y Pakistán. El atentado se produjo en el llamado tren de la amistad,el único que une ambos países. El ministro de Exteriores pakistaní, Jursid Mahmud Kasuri, que mañana inicia una visita oficial a India de cuatro días, se encontrará con la inesperada urgencia de repatriar decenas de cadáveres, ya que unas tres cuartas partes de los viajeros eran pakistaníes. Entre los muchos paquetes abandonados en el ferrocarril horriblemente siniestrado, se han encontrado dos maletas con botellas de queroseno que no llegaron a explotar, así como temporizadores. Aun así, el Gobierno indio califica el suceso de tragedia humana, sin usar el término terrorismo. En cualquier caso, asegura que mantendrá el acercamiento con el país vecino y afirma tener ya información sobre la autoría; de hecho, después de visitar a las víctimas de las explosiones en el hospital de Safdarjung, el ministro de Ferrocarriles anuncia la primera detención, basada “en la información dada por testigos oculares”.

Un coche bomba mata a 24 militares en el norte de Waziristán (Pakistán)

Dos suicidas matan a 25 personas en Rawalpindi (Pakistán)