ORDEN DE LOS FRANCISCANOS (San Francisco de Asís)

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La Regla de FRANCISCO es demasiado severa y la mayoría de sus hijos no puede soportar ese género de vida.


Profundamente conmovido por las crueldades que ha visto en Tierra Santa, FRANCISCO regresa a Italia, donde le espera una gran desilusión. Sus hijos espirituales no están conformes con las constituciones que él mismo ha redactado. El Cardenal Hugo de Ostia, que es el Cardenal protector de la orden, trata de explicar a Francisco que la Regla es demasiado severa y que la mayoría de sus hijos no puede soportar ese género de vida. Es imposible que miles y miles de hombres -son ya diez mil- tengan la libertad de movimientos que tenían los doce primeros… En una palabra: es preciso introducir un principio de disciplina, organizar la Orden.

La Orden franciscana, al crecer, tiene que desarrollar y transformar su cuerpo, aunque conservando su espíritu.


Es, en cierto modo, lo mismo que ha ocurrido con la iglesia. Los franciscanos, como los cristianos, no son, no pueden ser todos perfectos. Se ha de pensar también en los menos ardorosos, los menos humildes, los menos mortificados. Y así como los Papas no pueden gobernar ya la iglesia como los primeros sucesores de San Pedro -Lino, Cleto, Clemente-, FRANCISCO tiene que comprender que lo que se quiere hacer es necesario y agradable a Dios. Como la iglesia en su conjunto, la Orden franciscana, al crecer, tiene que desarrollar y transformar su cuerpo, aunque conservando su espíritu.

FRANCISCO es autorizado para que los miembros de su Orden puedan ser los guardianes de los Santos Lugares.


FRANCISCO de Asís es autorizado para que él y los miembros de su Orden puedan visitar libremente los Santos Lugares y ser sus guardianes. Desde entonces los franciscanos tendrán a su cargo la custodia de los Santos Lugares.

Esta pieza también aparece en ... QUINTA CRUZADA (1217-1221)

Los monjes franciscanos y dominicos llegan a Inglaterra, mejorando la moral eclesiástica.


Los monasterios, especialmente los cistercienses, encabezan la expansión rural de Inglaterra y se enriquecen en el proceso. A partir de 1220 los monjes franciscanos y dominicos llegan a Inglaterra, mejorando la moral eclesiástica y convirtiéndose en los principales eruditos de las universidades.

FRANCISCO de Asís toma la decisión de fundar una orden para seglares -“Tercera Orden”.


La decisión de fundar una orden para seglares -“Tercera Orden”- la toma FRANCISCO de Asís en 1221, durante la celebración del capítulo general correspondiente a este año, de acuerdo con los ministros y demás religiosos de su orden. Probablemente es en este momento cuando se da el visto bueno al proyecto, dejando para más adelante la redacción de un memorial o regla, en espera de que el santo y el cardenal Hugolino puedan elaborarlo juntos, cosa que se hará el verano siguiente, en Florencia. Esta “Tercera Orden” (llamada así porque es la tercera en el orden de creación por FRANCISCO de Asís) acoge a los hombres y a las mujeres que desean llevar una vida evangélica, sin abandonar la familia y la vida secular. La Tercera Orden se revela incomparable instrumento de eficaz penetración y difusión del espíritu evangélico entre la masa del pueblo.

HONORIO III aprueba definitivamente la regla de la Primera Orden de los franciscanos.


HONORIO III aprueba definitivamente la regla de la Primera Orden de los franciscanos.

Esta pieza también aparece en ... HONORIO III (Papa)(1216-1227)

En la madrugada de este día, San Francisco ora en el monte Alverna pidiendo poder sufrir tal cual sufrió Jesús en la cruz.


Es la madrugada del 14 de septiembre de 1224, fiesta de la Exaltación de la Cruz, San Francisco ora en el monte Alverna con un ímpetu nuevo: “Oh Señor mío Jesucristo, dos gracias te pido que me hagas antes de que muera: la primera, sentir en mi alma y en mi cuerpo cuanto es posible el dolor que tú, dulce Jesús, soportaste en la hora de tu acerbísima pasión; la segunda, sentir en mi corazón cuanto es posible, aquel extraordinario amor del cual tú, Hijo de Dios, estabas inflamado hasta soportar gustoso una pasión tan grande por nosotros pecadores”. Desde la profundidad del cielo deslumbrante, San Francisco vio venir un Serafín con seis alas de llamas: dos que iban unidas a su cabeza, dos cubrían todo su cuerpo, y dos se abrían para volar. En aquel Serafín alado destellaba la felicidad de ver al Señor y el dolor de verlo crucificado, un admirable ardor devoró su alma e invadió su cuerpo, quedando con dolorosas heridas en los pies, las manos, el costado, mientras una voz le decía: “¿Sabes lo que te he hecho? Te he dado los Estigmas que son los signos de mi Pasión, para que tú seas mi adalid”.

San Francisco sintió las manos bañadas y un riachuelo cálido le corría por el costado izquierdo.


En la aparición a San Francisco de Asís, el Serafín alado desapareció, el dolor cesó y cuando después de mucho rato San Francisco volvió en sí, sintió las manos bañadas y un riachuelo cálido le corría por el costado izquierdo. Miró: era sangre. Trató de levantarse, pero los pies no lo sostenían. Sentado en tierra bajo el abrazo verde de los árboles, se miró las manos, se miró los pies, y los vio traspasados por clavos de carne, negros como el hierro, con gruesas cabezas redondas que sobresalían en las palmas de las manos y en las plantas de los pies. Se abrió la túnica, miró el pecho al lado izquierdo, donde sentía un dolor que le llegaba al corazón, y descubrió una herida como de una lanza, roja y sangrante. Eran las llagas de que había hablado el Serafín. Por lo tanto había sido escuchado! El amor lo había transformado en el Amado, porque uno se convierte en aquello que ama. Mientras el Serafín se aparecía a Francisco, una luz brillante aureolaba la cima de la Verna, iluminando los montes y valles de alrededor.

Fallece San Francisco de Asís.


Francisco de AsísFallece San Francisco de Asís. Ha deseado volver a la Porciúncula a pasar sus últimos días. Llegado a Asís es llevado al palacio del obispo y resguardado por hombres armados, puesto que la localidad estaba en estado de guerra. En su lecho escribe su Testamento. En sus últimos momentos entona nuevamente su Cántico al Hermano Sol —al que agrega un nuevo verso dedicado a la hermana Muerte— junto a Angelo y Leo. De acuerdo con su último deseo, es encaminado a la Porciúncula, donde se establece en una cabaña cercana a la capilla. Muere el 3 de octubre de 1226. El día siguiente, el cortejo fúnebre se encaminará hacia San Damiano y después a San Giorgio, donde será sepultado.