La fiesta del Corpus Christi comienza a celebrarse en Bélgica, en Lieja, en 1246. El Papa URBANO VI quiere que se extienda por toda la Iglesia. El Pontífice busca que esa idea, generalizada y admitida en toda la cristiandad, de la presencia real de Jesús en la Eucaristía, tenga mayor resonancia por la dedicación de una fiesta universal. No obstante, ya en esos tiempos, se celebraban las procesiones eucarísticas que han llegado a nuestros días. El Papa URBANO VI deseaba que hubiese un día específico para reflexionar en ese acto de generosidad de Cristo que es quedarse realmente junto a nosotros.
URBANO VI (Papa)(1378-1389)
Total de piezas: 14
Fallecido Gregorio XI, el cónclave se inicia el 7 de abril de 1378.
Fallecido Gregorio XI, último Papa del período aviñonense, el cónclave se inicia el 7 de abril de 1378; los cardenales hacen su entrada en el palacio vaticano en medio de un tumulto que varía en función de la personalidad que llega, según se le considere partidario o no de la permanencia en Roma. El cónclave esta internamente dividido en tres facciones, lemosinos, franceses e italianos, cada una con su candidatura. Este cónclave es uno de los más cortos de la historia. Una parte del populacho consigue entrar en el Vaticano e introducirse en el palacio donde discuten los cardenales, tratando de conseguir de ellos la promesa de que se elegirá un papa italiano. El Cardenal d’Aigrefeuille declara que los cardenales no pueden hacer tales concesiones, sin embargo el pueblo desencantado permanece dentro del Vaticano toda la noche, bebiendo y gritando: «Romano lo volemo, o al manco Italiano» (lo queremos romano, o al menos italiano). Y es que en los últimos 73 años, todos los papas han sido franceses (siete papas). Desde 1309 en que se había iniciado el pontificado en Aviñón hasta 1378, se han promovido 134 cardenales, de ellos 111 franceses.
Mientras los cardenales del conclave que está en curso, celebra misa, el pueblo pide un papa romano.
En la mañana del 8 de abril de 1378, mientras los cardenales que han acudido al conclave iniciado el día anterior, celebran misa, el pueblo insiste violentamente con sus deseos de que el nuevo papa sea al menos italiano. El miedo y el desorden se apoderan de los cardenales. Entonces Pedro de Luna propone sin más rodeos la elección de Prignano, el Arzobispo de Bari, añadiendo que como todos saben, es un hombre de edad madura, santo y culto y bien relacionado con los cardenales. Esta propuesta obtiene el efecto deseado. Después de algunas dudas todos los cardenales, con la excepción de Orsini (quien se declara sin la suficiente libertad) están de acuerdo en aceptar a Prignano, sin embargo prefieren mantener su elección en secreto hasta asegurarse de que éste aceptará. Se le solicita a Prignano que haga acto de presencia en el Vaticano acompañado de otros prelados para ocultar al pueblo la persona seleccionada. Pasan algunos días, y el alboroto no cede.
Los cardenales comienzan a temer que su elección no satisfaga a la multitud.
Los cardenales comienzan a temer que su elección no satisfaga a la multitud. Habiendo sido restablecida la calma, Orsini anuncia al pueblo elección del papa omitiendo mencionar el nombre y gritando: «Id a San Pedro». Sus palabras son mal interpretadas y la multitud cree que el elegido ha sido el cardenal de San Pedro, el anciano Tebaldeschi. Otro cardenal intenta subsanar el error gritando a su vez: «Bari, Bari» indicando con ello que el elegido es el arzobispo de dicha ciudad italiana. Pero la multitud cree que lo que se ha anunciado es que el elegido ha sido el cardenal francés Jean de Bar lo que provoca el asalto del Vaticano y que los cardenales temiendo por su seguridad personal presenten a Tebaldechi como nuevo pontífice. Gracias a esta estratagema los cardenales pueden abandonar el cónclave, pero al correrse por Roma la voz de que todo es un engaño, el pueblo al grito de “¡non le volemo!” y «mueran los cardenales», impide que estos abandonen la ciudad. En tanto, Prignano llega al Vaticano y declara que acepta la dignidad papal y el homenaje de todos los cardenales. El nuevo papa será llamado Urbano VI (18.4.1378-15.10.1389). El pueblo depone su actitud.
Todos los cardenales son favorables a las medidas de reforma en la Curia dictadas por URBANO VI.
Todos los cardenales, incluidos los franceses de Aviñón, son favorables a las primeras medidas de reforma en la Curia dictadas por URBANO VI. Sin embargo, de inmediato, el papa comienza a mostrarse altanero, desconfiado y colérico en sus relaciones con los cardenales que lo habían alzado por encima de sí mismos, reprochándoles en público su absentismo, lujo y vida lasciva. También se crea enemigos al entrometerse en la política de Nápoles al declarar que el reino estaba mal gobernado porque lo regía una mujer, Juana, a quien amenazó con deponer y meterla en un convento por no haber pagado los tributos que Nápoles debía a la Santa Sede por ser feudo pontificio. Hacia finales de abril, algunos cardenales, descontentos con el trato que reciben, comienzan a pensar que se ha producido un error al elegir a URBANO VI.
Los cardenales franceses anulan la elección de URBANO VI porque consideran que la misma es ilegal.
La actitud del papa, junto al hecho de que se niegue a volver a Aviñón, hace que, con la excusa del calor que padece Roma, los cardenales, salvo los cuatro italianos, se reúnan en Agnani donde, el 9 de agosto publican una declaración a toda la cristiandad en la que anulan la elección de URBANO VI porque la misma es ilegal al haberse efectuado por miedo a la violencia del populacho. Declaran vacante la Santa Sede y rechazan cualquier arbitraje de un concilio ecuménico argumentando que este sólo podía convocarlo un papa. En las siguientes semanas se van endureciendo las relacion entre los cardenales y el Papa, mientras aquellos buscan apoyos internacionales a su actitud.
El cardenal Roberto de Ginebra y trece cardenales franceses forman una coalición que busca reemplazar a URBANO VI al declarar inválida su elección.
El cardenal Roberto de Ginebra y trece cardenales franceses forman una coalición que busca reemplazar a URBANO VI al declarar que su elección fue inválida, ya que el cónclave había sido celebrado bajo la amenaza de violencia de parte de una muchedumbre. En Fondi, en el territorio de Nápoles, los cardenales franceses eligen por unanimidad a un sustituto más acorde con sus pretensiones: el cardenal Roberto de Ginebra que adoptará el nombre de CLEMENTE VII (20/9/1378- 16/9/1394). Éste, que no puede quedarse en Roma, se instala en Aviñón… se inicia el Gran Cisma de Occidente (1378-1417). Cualesquiera que hayan sido las causas de este suceso, lo cierto es que la elección de URBANO es legal y la de CLEMENTE no canónica. (En 1377, mientras servía como legado papal, personalmente dirigió las tropas prestadas al papado por John Hawkswood para reducir la pequeña ciudad de Cesena en el territorio de Forlì, que había obtenido recientemente su independencia de los territorios pontificios; allí supervisó la masacre de 4000 civiles, una atrocidad por las reglas de guerra en el momento, lo que le ganó el título del carnicero de Cesena).
CATALINA de Siena corre de nuevo a Roma para ponerse a disposición de URBANO VI.
CATALINA de Siena corre de nuevo a Roma para ponerse a disposición de URBANO VI y batalla a su favor de manera casi sobrehumana.
El Cisma de Occidente, tiene terribles consecuencias para la Iglesia y para toda la cristiandad.
El Cisma de Occidente, tiene terribles consecuencias para la Iglesia y para toda la cristiandad, que se dividirá en dos bandos: Francia, Escocia, Castilla, Aragón y el reino de Nápoles reconocerán a CLEMENTE VII, mientras que Inglaterra y los demás países se pronunciarán por URBANO VI. Así, pues, los monarcas de Europa se alinean junto al que les resulta políticamente más ventajoso, de modo que la Santa Sede se convierte en un instrumento del que todos se sirven y al que nadie respeta.La obstinación de los pontífices hará que durante mucho tiempo fracase cualquier tentativa de acercamiento. Esta división entre las sedes abre el período conocido como el «Gran Cisma de Occidente», en el que se sucederán los nombramientos de antipapas.
CATALINA de Siena fallece sintiendo todo el peso de la nave de la Iglesia, que zozobra, sobre sus frágiles hombros.
CATALINA de Siena fallece en la fecha sintiendo todo el peso de la nave de la Iglesia, que zozobra, sobre sus frágiles hombros. No verá el fin del lamentable cisma, que durará todavía treinta y siete años, pero su sacrificio dará su fruto: Roma ya no será abandonada voluntariamente jamás por sus obispos, los Papas.