Siendo CLEMENTE VI muy afín a Francia, es de comprender que no acceda al encendido ruego que le hace Francesco PETRARCA -poeta italiano-, en visita a Aviñón, para que regrese a Roma. Acompañaba al poeta un joven romano de humilde condición, Nicolás de Lorenzo -COLA Rienzi- que impresiona al papa con su inflamada oratoria a favor de la Ciudad Eterna, al punto que CLEMENTE VI le nombra Notario de la Cámara Apostólica.

COLA de Rienzi, basándose en los dictados de la Lex Regia, que concede todo el poder al pueblo romano, el día de Pentecostés de 1347 logra, gracias a sus extraordinarias dotes de orador, sublevar a las capas más humildes y medias del pueblo romano, haciéndose proclamar tribuno, con plenos poderes. Con más valor y entusiasmo que medios, se enfrenta y vence a los todopoderosos Colonna, obligando a huir a muchos que habían sojuzgado y robado a los humildes. Comienza a poner en marcha un plan de notables reformas.

CLEMENTE VI, temeroso del creciente poder de COLA Rienzi que se ha convertido en señor de Roma, envía ante él un legado a quien el nuevo señor dice que los papas deben obedecer al pueblo romano -representado por él, naturalmente- que es el único soberano en la tierra. Como es de imaginar, CLEMENTE VI lo excomulga, instando a los nobles a acabar con él, cosa que hacen, obligándole a huir de Roma.

Tras dos años de retiro, COLA Rienzi se presenta en la corte del emperador CARLOS IV, proponiéndole la conquista de Italia. El soberano lo entrega al papa CLEMENTE VI, quien lo encarcela en Aviñón, y lo hubiese condenado a muerte, de no ser por la intervención de Francesco PETRARCA. Vuelto al favor papal, regresa a Italia como asesor del cardenal Albornoz, encargado por CLEMENTE VI de la pacificación de las ciudades que forman el estado papal de Italia, y sobre todo a Roma.

COLA di RIENZO nombrado senador de la Ciudad Eterna, defrauda al pueblo, transformándose en un violento tirano. El 8 de octubre de 1354 el pueblo ataca al Capitolio, y el senador, el que había soñado con la nueva gloria de Roma, es muerto, y sus cenizas son arrojadas al Tíber. Poetas y músicos perpetuaron la memoria del primer político del Renacimiento, hombre de pueblo, humanista, amigo de Petrarca y enemigo de los feudales. (Lord Byron, Bulwer Lytton, Wagner, D\’Annunzio, exaltarán la figura del tribuno romano).