El «Edicto» de Milán de 313, fue una auténtica declaración de libertad religiosa: «Hemos pensado que la política más razonable es que, bajo ningún pretexto, pueda privarse a nadie de la libertad de escoger su religión, tanto si prefiere la cristiana como otra cualquiera», se dice en un párrafo del mismo; sin embargo sucesivos edictos irán limitando el campo hasta dejar sólo muy pocas opciones, parece que su función es legitimar la religión cristiana como única del Imperio. Así, pues, en el año 341 se prohíben los sacrificios paganos, posteriormente seguirán otra actuaciones en este sentido. CONSTANCIO publica un decreto -“Que cese la superstición” (Cesset Superstitio), que alienta una actitud belicosa y, en algunos casos, la destrucción deliberada de estatuas y templos.
