El nombre de OCTAVIO en la infancia fue Caius Octavius Thurinus. Tras la adopción testamentaria de su tío abuelo, Julio César, pasa a llamarse Caius Iulius Caesar Octavianus. Finalmente, el 16 de enero de 27 aC., por aclamación del Senado a propuesta de L. Munacio Planco, su nombre oficial queda fijado como IMPERATOR CAESAR AVGVSTVS. Exhaustos tras un siglo de enfrentamientos civiles, proscripciones y matanzas, Roma concede todo su apoyo a ese hombre sereno y prudente, que ofrece paz y orden a cambio del dominio del estado. Respetando la idiosincrasia romana, que detesta profundamente la monarquía, Augusto supo combinar con inteligencia tradición y renovación al crear el Imperio, una nueva forma de gobierno en la que el emperador no sería un rey, ni un tirano, sino el primero de los senadores, destinado a velar por el bienestar de todos. Por esta causa, los romanos conocieron el nuevo sistema político como Principatus. El título de Augusto, es un calificativo de carácter religioso, que eleva a su portador por encima del resto de los hombres.

OCTAVIO (CÉSAR AUGUSTO) recibe, en la fecha, los poderes repartidos hasta este momento entre las distintas magistraturas (27aC al 14 dC). Con él se inicia el imperio en Roma y queda fundada la dinastía Julio Claudia, una estirpe real sin reyes. En efecto, mantiene formalmente las instituciones republicanas pero en la práctica, sin embargo, gobierna como rey absoluto. Rey en todos los sentidos, salvo por su nombre, que está muy desacreditado. César Augusto adopta los títulos de “princeps” (primer ciudadano) y “augusto” (el venerado), título, éste último, concedido por el Senado. Sus sucesores utilizarán el título de “imperator” (jefe del ejército). Reorganiza las provincias a las que divide en senatoriales (pacificadas, y por tanto, desarmadas) e imperiales (las anexionadas recientemente, menos estables y defendidas por legiones). En pocos años, CÉSAR AUGUSTO restaurará la estabilidad y llevará a cabo reformas fundamentales que permanecerán más o menos vigentes durante tres siglos. Dará tierras a miles de soldados y alejará al ejército de la vida política.

El emperador CÉSAR AUGUSTO reorganiza las provincias hispánicas. Además de impulsar la red de carreteras, divide en dos la provincia Ulterior: la Bética (capital: Córdoba) y la Lusitania (capital: Mérida). La Bética del todo pacificada, está bajo control del Senado. Por el contrario, la Lusitania y la Citerior, llamada a partir de ahora, Tarraconensis, donde la presencia del ejército es todavía necesaria, dependen directamente del emperador. La Lusitania comprende el actual Portugal, pero con capital en Mérida y sin las regiones del Norte, que siguen perteneciendo a la Citerior, con capital en Tarragona. La Baetica, cuya capital es Córdoba, se extiende algo más hacia el norte que la actual Andalucía; pero no comprende ya la región oriental de la actual provincia de Granada: Acci (Guadix), Cástulo (Cazlona, junto a Linares) Salaria (Úbeda), Basti (Baza), pertenecen a la Tarraconensis. Esta división territorial estará en vigor durante la primera expansión del cristianismo en Hispania hasta la gran división de Diocleciano a fines del siglo III.

Las provincias hispanas se dividen en “conventus” (unidades administrativas con fines jurídicos) y cada unidad conventual englobaba varias “civitates”. Las capitales de los conventus de la Baetica fueron Gades (Cádiz), Astigi (Écija), Corduba (Córdoba) e Hispalis (Sevilla). Los conventus jurídicos de la Lusitania tienen por capitales a Pax Iulia (Beja), Scallabis (Santaren y Emerita Augusta (Mérida).

Al producirse la reestructuración provincial que efectúa Roma en Hispania, Vasconia queda incorporada a la Tarraconense. Los vascones se sentirán tentados de cuando en cuando por operaciones predatorias a costa de las ciudades y villas de la cuenca del Ebro. Este peligro obligará a establecer guarniciones en toda la zona. Estrabón (63aC -21dC), que es el primero de los autores romanos que proporciona algunas noticias, posee de los vascones un concepto peyorativo, como de un pueblo ajeno a la civilización y agresivo.

En la fecha, CÉSAR AUGUSTO pacifica y reorganiza las Galias. Por otra parte, legada a Roma por el rey Aminas, Galacia, en el Asia Menor, pasa a ser provincia romana y, también, la Grecia central -Tesalia y Épiro- y el Peloponeso quedan constituyendo la provincia romana de Acaya.

La nueva división de la península Ibérica se produce, precisamente, como consecuencia y en mitad de las guerras cántabras. Al mismo tiempo se da la circunstancia de que Asturiae y Gallaecia (Asturias y Galicia) quedan encuadradas en la provincia de Lusitania, mientras que Cantabria queda encuadrada en la provincia Citerior, bajo el control directo del emperador César Augusto que se presentará, precisamente, ese mismo año (27 aC.), en tierras cántabras. Este hecho implica expresamente que Cantabria no se considera aún una tierra pacificada y que, por lo tanto, necesita tropas bajo el gobierno del legatus augusti propaetore para ser pacificada. Es más, desde el año 26 aC., el historiador Floro sólo mencionará a cántabros como contendientes y es a partir de esa fecha cuando Roma desplegará todo su poderío militar en la región. Así, pues, el emperador CÉSAR AUGUSTO al final del 27 Ac llega a Hispania, decidido a dar el golpe de gracia a los cántabros. Está en juego la zona de Hispania que falta conquistar por los romanos, la cornisa cantábrica, aquél “húmedo y montuoso territorio”. Lo conseguirá siete años después.

Poca cosa sabemos de los detalles de la guerra contra cántabros y astures a excepción de lo ocurrido en las campañas de 26 y 25 aC. por el hecho de que en ellas participa el propio emperador. Cuando CÉSAR AUGUSTO está dirigiendo la campaña contra cántabros y astures, enferma y se retira a Tarraco. Durante su estancia en Tarraco, esta ciudad se convierte en la capital efectiva del mundo romano. Tarraco llega a situarse con sus 30.000 hombres (alrededor del 25 aC.) muy por encima de las otras ciudades de lo que luego será Catalunya convirtiéndose en el cerebro y motor de toda la provincia romana. Tarraco está dividida en dos zonas dispuestas en terrazas escalonadas y separadas por el circo. En la zona alta se encuentra el foro provincial. En la zona baja, que se extiende desde el circo hasta el puerto, se encuentran los barrios residenciales, el foro local y las termas. Fuera del recinto amurallado está el teatro y el anfiteatro.

CÉSAR AUGUSTO restituye a JUBA II como rey de Numidia, convirtiéndose JUBA II en un fiel aliado de Roma al haber sido educado en Roma. Entre el 26 y el 20 aC., CÉSAR AUGUSTO le compromete a casarse con Cleopatra Selene II, dándole una gran dote y confirmándola como reina. Sin embargo JUBA II y Cleopatra II no reinarán juntos mucho tiempo en Numidia, debido a que la población local se opone a JUBA por su excesiva romanización, lo que causa desórdenes civiles. La pareja real deja entonces Numidia, trasladándose a Mauritania. Se constituye un reino en Mauritania por JUBA II (26aC-23dC).

El emperador CÉSAR AUGUSTO antes de partir hacia Roma, a finales del año 25 aC, encarga la fundación de una colonia romana, para los soldados veteranos (emeriti) de las guerras cántabras a los que se premia con tierras por sus servicios. Esa colonia será Emerita Augusta (Mérida), ciudad situada en la orilla izquierda del río Guadiana que adquirirá gran fama, será la capital de la Lusitania y llegará a ser la novena ciudad más importante del Imperio Romano.