TEODOMIRO, obispo de Iria (Península Ibérica), reconoce el cuerpo del apóstol Santiago.


Según una leyenda popular que sitúa el acontecimiento en la primitiva diócesis de Iria Flavia (Hispania), explica que el ermitaño Pelayo tiene una «revelación divina»: en la espesura del bosque ve unas «luminarias» y «oye canciones de ángeles». Los feligreses de la antigua iglesia de San Félix de Solobio, al pie del bosque, participan de esas visiones. En el lugar se descubren unas tumbas. TEODOMIRO, obispo de Iria, las estudia e indica que los cuerpos hallados corresponden al del apóstol y a los de sus discípulos Teodoro y Anastasio. Parece que todo ello se fundamenta en creencias e himnos de tierras astures de los siglos VII y VIII. El rey ALFONSO II de Asturias, manda edificar en el mismo emplazamiento, que desde entonces se denominará Compostela, un templo que se convertirá en destino de peregrinación del Occidente cristiano. Se dice que hace ocho siglos que el cuerpo del apóstol SANTIAGO fue traído de la Palestina por sus discípulos y depositado en el lugar en el que ahora se ha encontrado. Las incesantes guerras y trastornos habían hecho olvidar su precisa ubicación.