El Estado Mayor alemán está convencido de que la guerra es inminente.


Sin decir nada a Italia, en la fecha, el Führer convoca al Estado Mayor del Ejército. En esta conferencia se constata que hasta los aspectos más aventurados de los planes de HITLER, propuestos dos años antes en noviembre de 1937, parecen haberse cumplido a la perfección. Austria y Checoslovaquia han sido borradas del mapa, tragadas por un Gran Reich que ahora engloba casi todo el centro del Continente. Por tanto, el cuadro de la situación que HITLER desarrolla es optimista. Les comunica su decisión de dar un nuevo paso en la conquista de los amplios espacios continentales que precisa su pueblo: esta vez le toca el turno a Polonia. A la vista de los antecedentes, los riesgos parecen pequeños: “Nuestros enemigos -confía a su auditorio- son hombres que están por debajo del término medio. Ninguna personalidad. Ningún genio, nada de hombres de acción… “. Es el momento adecuado para la invasión, aunque ello signifique entrar en guerra con franceses y británicos. Todos se levantan con la convicción de que la guerra es inminente y de que la suerte de las naciones europeas va a decidirse en ella. Sobre la sala flota la rotunda sentencia con que HITLER ha resumido sus planes: “La fuerza es el derecho”.