En el seno de la orden franciscana se había producido en 1245 una división entre los llamados «conventuales» y los «espirituales», radicales que defendían un ideal de pobreza absoluta alegando que tanto Jesús como sus discípulos carecían de posesiones ni individuales ni comunales. En 1318, JUAN XXII publica una bula en la que condena la postura de los espirituales, también conocidos como fraticelli, calificándola como herética y citando al general de la Orden, Miguel de Cesena, a comparecer en la sede de Aviñon. Éste, que no pertenece a la facción radical, se niega a aceptar los argumentos papales y decide buscar la protección del rey Luis IV de Baviera por lo que, tras ser expulsado de la orden, es excomulgado.
