BENEDICTO V es depuesto por el emperador. En su lugar se repone a LEÓN VIII.


OTÓN I al tener noticias del nombramiento de BENEDICTO V, retorna a Roma, donde el 23 de junio de 964, tras apresarlo, lo depone al rango de diácono y lo destierra en Hamburgo tras haber hecho BENEDICTO V formal renuncia de su derecho a la silla de Pedro. Un sínodo posterior lo tachará de usurpador. A continuación, OTÓN I repone en la silla de San Pedro a su protegido LEÓN VIII (23.6.964 – 1.3.965) y BENEDICTO V es exiliado a Hamburgo. A LEÓN VIII se le atribuyen dos bulas por las cuales el papa concede a OTÓN y a sus sucesores el derecho de nombrar a todos los obispos del Imperio y hasta al propio pontífice. (Hoy esos documentos son considerados apócrifos admitiéndose que fueron compuestos en tiempos de la lucha por las investiduras, con el fin de apoyar las pretensiones imperiales).