OLIVARES en vista de que no logra nada de los catalanes, quiere probar con un virrey catalán, a modo de cortina de humo. En 1638 le ofrece el puesto al conde de Santa Coloma de Queralt, uno de los nobles con más clientela desde que encabezara la oposición en las cortes. El conde de Santa Coloma, pese a su entusiasmo, no está ni mucho menos a la altura de las circunstancias. Claro que tampoco se le dan facilidades y, además, los acontecimientos le arrollan.
