En este momento, el Imperio romano alcanza su máxima extensión. Su población se cifra entorno a los 40 millones de habitantes (la de la China es de unos 61 millones; la India, 35 millones; Partia, 4 millones. Podría afirmarse que las tres cuartas partes de la población mundial se localiza en la franja civilizada que cruza Eurasia. Las regiones del mundo todavía no civilizadas acaso tengan 40 millones de habitantes en total, con lo que la población mundial de la época asciende a 180 millones de personas.)

BAN YONG, hijo de Pan Ch’ao restablece, en la fecha, la dominación china (123-130). La población china alcanza por estas fechas, unos 61 millones de habitantes.

La iglesia de Roma ha pasado, de ser fundamentalmente greco-parlante, a ser de latino-parlante. La comunidad la forman al menos quince mil personas, y probablemente muchas más. En un solo siglo, el número ha crecido aceleradamente, hasta llegar a duplicarse.

Teotihuacán, en la fecha, es una de las ciudades más pobladas del mundo, con unos entre cien y doscientos mil habitantes. La ciudad se extiende sobre veinte kilómetros cuadrados, un área mayor que la que ocupa Roma, aunque tiene menos población.

Hacia el año 250, Monte Albán, la capital zapoteca, tiene unos 30.000 habitantes.

Roma para mantener su hegemonía, necesita una masa militar de cuatrocientos mil soldados absolutamente disciplinados, cifra que no es exagerada si se tiene en cuenta que el número de habitantes del Imperio se cifra en unos sesenta millones de personas. Ahora, sin embargo, la indisciplina reina en el estamento militar. Para ganarse la lealtad de las tropas, los emperadores romanos de estas fechas devalúan la moneda para emitir más dinero, pero eso sólo sirve para añadir una inflación incontrolada a los problemas del Imperio. La vida urbana empieza a declinar, sobre todo en el oeste donde muchas ciudades se reducen a un mero núcleo administrativo fortificado. Continuamente se suceden por diversos puntos del Imperio, guerras civiles e invasiones de las tribus.

Alrededor de la fecha, los judíos se han establecido en todos los territorios del Imperio romano a excepción de Bretaña. Se les garantiza libertad de culto y se les permite aplicar la ley judía en disputas entre judíos. Están exentos del servicio militar. Hay, probablemente, por lo menos tres millones de judíos en la fecha, de los cuales un millón vive al este de Macedonia.

En estas fechas, la comunidad cristiana de Roma alcanza más de las 50.000 personas, convirtiéndose en un cuerpo de considerables dimensiones que ha empezado a introducirse en los niveles más altos de la sociedad romana. Los obispos son elegidos, como en el resto del mundo cristiano, por los presbíteros, ahora cada vez más considerados y llamados «sacerdotes», y después son confirmados o aprobados de alguna manera por otros miembros de la iglesia local. El proceso se desarrolla de manera natural, sin legislación alguna que lo determine o regule. Esta falta de unos procedimientos claros e inequívocos da lugar a controversias y enfrentamientos que a veces alcanzan niveles escandalosos. Por otra parte, la era de la iglesia doméstica ha pasado a la historia definitivamente. Los cristianos de Roma no viven en las catacumbas, porque nunca han vivido en ellas y, a pesar de las leyendas románticas, ni siquiera las han utilizado como lugar de refugio. Las catacumbas son simplemente los lugares en que enterraban a sus muertos, aunque algunas veces, sin embargo, se celebraban en ellas ceremonias religiosas.

Por estos años, aproximadamente el 10% de la población del Imperio romano es cristiana. Sobrepasan los siete millones. Se trata de un 10% importante, pues los cristianos tienden a vivir sus creencias con fervor, mientras que la mayoría no cristiana tiende a la tibieza cuando no a la indiferencia. Las causas del crecimiento del cristianismo son diversas. Ante todo, la inminente desintegración del Imperio, que parece probable e incluso casi inevitable tras la muerte de Septimo Severo, contribuye a dar la impresión de que las cosas de este mundo están tocando a su fin y predicen la segunda venida de Cristo (la nueva forma de mesianismo). La Iglesia, que va incrementando su fuerza, organización y eficacia, precisamente cuando el Imperio está perdiendo las suyas, parece cada vez más un baluarte de seguridad en un mundo agitado y miserable.

INOCENCIO I -papa- (21.12.401-12.3.417). INOCENCIO I, de Albano, es hijo del papa anterior, Anastasio I. Ordena que todos los casos graves tienen que ser revisados por él y en los demás se reserva el derecho a intervenir. Ejercerá este derecho en muchas cuestiones diversas, especialmente en aquellas relacionadas con las celebraciones litúrgicas. Su capacidad para proclamar el primado romano en una época de dificultades notables le ha merecido el calificativo -inexacto pero revelador- de “primer papa”. Es indiscutible que fue el primero en dar una formulación precisa a las pretensiones de primado de la sede romana. Para estas fechas, se estima que más de la mitad de la población del Imperio romano ha recibido el bautismo.