Melchor de Macanaz nace en Hellín (Albacete), el 31 de enero de 1670. Es hijo del Regidor perpetuo de aquella villa. Provinciano, ambicioso y ansioso desde sus años más jóvenes de alcanzar fama y notoriedad, llega a los veinte años a la Universidad de Salamanca. De esta época arranca su formación «regalista». Los jurisconsultos llamados regalistas sostienen la autoridad real en materias económicas contra la codicia de la Curia romana que ha llegado a ser a lo largo del siglo XVII francamente abusiva. Se trata en definitiva de «dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César», y en este sentido ya se han producido algunos intentos aislados de deslindar ambas competencias. Pero han sido intentos abortados por el miedo a la omnipotente Inquisición.
MELCHOR DE MACANAZ (Fiscal de la Cámara de Castilla)
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A los veinticuatro años, Macanaz deja Salamanca y consigue entrar en la Corte de Carlos II.
A los veinticuatro años, Macanaz deja Salamanca y consigue entrar en la Corte de Carlos II. Por este tiempo el rey, débil, impotente y manipulado por su ávida camarilla, no es más que un símbolo de la desintegración del país, una sombra. En noviembre de 1700, rodeado de vergonzosas presiones y prácticas de hechicería, se extinguirá en palacio sin dejar heredero la miserable figura del último Austria, dando paso al nuevo siglo, que en toda Europa trae aires de renuevo. Su último testamento, que de momento se considera como válido, ha de dar pretexto, como es sabido, a la guerra de Sucesión. En él instituye como heredero del trono español a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, de diecisiete años de edad, que reinará en nuestro país durante cuarenta y seis con el nombre de Felipe V.
El problema de España, ramificado en múltiples conflictos, es de raíz fundamentalmente económica.
El problema de España, ramificado en múltiples conflictos, es de raíz fundamentalmente económica. El quid de la cuestión está en sacar dinero de donde sea a las puertas de una guerra civil que durará doce años y cuyos altibajos condicionarán el curso de los demás asuntos. Son casi más precisas las dotes de un inteligente administrador que las de un guerrero animoso. Como consecuencia de este nuevo rumbo político, ciertos burgueses ilustrados, pero de oscuro origen, que han demostrado su lealtad a la causa borbónica, son incorporados lentamente a las tareas gubernamentales, con el consiguiente malestar por parte de los nobles. Y, sobre todo, del clero que tiene en sus manos la mayor parte de la riqueza del país, y sospecha que la labor de aquellos burgueses de nuevo cuño encumbrados por el rey consistirá fundamentalmente en administrar el dinero de otra forma aun a costa de anular privilegios hasta entonces incuestionados. Y uno de estos oscuros burgueses es aquel infatigable jurista de Hellín, a quien el rey, con gran escándalo por parte de muchos, llega a situar en uno de los puestos de más responsabilidad del gobierno: el de Fiscal de la Cámara de Castilla.
Melchor de Macanaz prepara un borrador para ser consultado secretamente con los otros miembros de la cámara de Castilla.
Melchor de Macanaz prepara un borrador -conocido como «Pedimento de los cincuenta y cinco párrafos»- para ser consultado secretamente con los otros miembros de la cámara de Castilla. Pero Macanaz se olvida que entre aquellos consejeros tiene muchos enemigos personales, confidentes en cambio del Cardenal Del Giudice, Inquisidor general. Son algunos de éstos los que, apenas leído aquel borrador sobre el que tienen que opinar secretamente, violan el secreto y lo denuncian a la Inquisición como subversivo y herético. El contenido del «Pedimento» es de tipo fundamentalmente económico. Agostado el país por los gastos de una guerra larga y costosa, se trata fundamentalmente de cerrarle la puerta a Roma para que deje de sacar dinero de las arcas españolas, a base de invocar inveterados argumentos de costumbre y de religión. Por ello, el «Pedimento» establecía que en caso de necesidad está el rey autorizado a hacer uso de la plata de las iglesias y se le recuerda su derecho a intervenir en el nombramiento de obispos y de reducir el número de religiosos y conventos.
La Inquisición no se anduvo con remilgos para excomulgar a Macanaz.
La Inquisición no se anda con remilgos para excomulgar a Macanaz inmediatamente. El rey, influenciado ya por Isabel de Farnesio, no hace nada para evitarlo. Melchor de Macanaz sale desterrado para Francia el 7 de febrero de 1715 y no vuelve a pisar tierra española hasta 1748, para ser encarcelado en el Castillo de San Antón, de La Coruña, por el nuevo monarca, Fernando VI. Y solamente en 1760 pocos meses antes de morir, es liberado Macanaz de aquella injusta prisión por Carlos III, hermanastro del anterior, quien permitirá al achacoso anciano que cruza la Península de punta a cabo para que fuera a morir, ya desdentado, sin fuerzas y con la cabeza medio perdida, a Hellín, su patria chica.