HEREJÍAS

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Los secuaces de NOVACIANO exaltan su propia secta como “Iglesia de los puros y los santos”.


Los secuaces de NOVACIANO que exaltan su propia secta como “Iglesia de los puros y los santos”, son condenados solemnemente por un sínodo en el año 251. Este es un golpe mortal para la secta que, sin embargo, sobrevivirá en Oriente hasta fines del siglo V. Contrariamente, se acepta asimismo, que todos los lapsos serán admitidos a la penitencia.

Las herejías y los cismas resultaron provechosos para la Iglesia desde muchos puntos de vista.


No hay duda ninguna de que las herejías y los cismas constituyeron para la Iglesia naciente una prueba difícil y dolorosa. Pero esta experiencia no fue inútil; por el contrario, resultó provechosa para la Iglesia desde muchos puntos de vista. De hecho, por una parte, las tentativas de desvirtuar la sana doctrina hicieron sentir mayormente la necesidad de formularla en términos precisos. Esta necesidad aceleró el proceso de desarrollo de la especulación doctrinal: el error contribuyó a enriquecer el conocimiento de la verdad. Por otra parte, la desorientación y la incertidumbre a que conducía necesariamente la multiplicidad de las enseñanzas, hicieron sentir más vivamente el valor y la necesidad de una autoridad constituida, de la jerarquía, en modo particular del obispo de Roma, el Papa, como intérprete viviente de la verdad revelada. Así como la persecución, el gran ataque movido desde fuera, había suscitado la voz y la protesta vibrante de los apologistas, también la herejia, la gran batalla interna, suscitó y exaltó la de los controversistas: las mentes más escogidas se entregaron al servicio de la doctrina católica, intentando sistematizarla.

El emperador más o menos cristiano, determina qué punto de vista es herético y cuál “ortodoxo”


Mientras el cristianismo ha sido una religón más o menos fuera de la ley, los obispos han podido disputar entre ellos a propósito de puntos doctrinales, lo que ha dado lugar a las que se llamarán “herejías” (de una palabra griega que significa “escoger”, en el sentido de “escoger cada cual su punto de vista”). Como consecuencia de ello, se han suscitado interminables querellas y polémicas. Ahora bien, una vez la religión cristiana se coloca bajo un emperador más o menos cristiano, éste último es el que, determina qué punto de vista es herético y cuál “ortodoxo” (de una palabra griega que significa “opinión verdadera”).

Aparición de un grupo de herejes llamados pneumatómacos que niegan la divinidad del Espíritu Santo.


Aunque surgido también como oposición a la herejía arriana, el movimiento de los pneumatómacos le está ciertamente próximo en su estructura. Surgido a mediados del siglo IV en Asia Menor, sus orígenes y motivos son controvertidos hasta hoy. ATANASIO proporciona ciertamente el primer testimonio de la aparición de los pneumatómacos y de su doctrina, cuyo contenido se expone en los siguientes términos: Fieles al Concilio de Nicea, confiesan la unidad ontológica del Hijo con el Padre; pero, del Espíritu Santo dicen que «no es que sea una mera criatura, sino incluso uno de los espíritus servidores y sólo distinto de los ángeles en un grado». Consciente de la problemática teológica trinitaria de esta postura, el defensor del sínodo niceno exige también para el Espíritu Santo la confesión de la igualdad esencial que corresponde al Hijo. La doctrina de los pneumatómacos hace «aparecer la Trinidad no ya como unidad ontológica, sino como la composición de dos naturalezas distintas, a causa de la diversidad ontológica del Espíritu, que éstos mismos imaginan» 40. A esta doctrina se opuso el obispo de Alejandría, sobre todo por cuanto alteraba la unidad de la Trinidad y enlazaba a una criatura con el creador.

Se da el nombre de luciferianos a los partidarios del obispo Lucifer de Cagliari (Cerdeña).


Se da el nombre de luciferianos a los partidarios del obispo Lucifer de Cagliari (Cerdeña) en el siglo IV. Partidarios de una línea intransigente contra los obispos que, habiendo cedido ante el arrianismo, desean ahora volver a la plena comunión con la Iglesia. Su postura durísima les llevará incluso a romper la comunión con el obispo de Roma. Comunidades de este tipo se formarán en España, Italia, Alemania y Oriente dando lugar al denominado cisma luciferino o luciferiano. No se reprocha, pues, a Lucifer de Cagliari ningún error dogmático, sino que es cismático por aversión al arrianismo.

Los primeros siglos de la Iglesia son los que producen mayor número de herejías. Son perdonados.


Los primeros siglos de la Iglesia son los que producen mayor número de herejías, a cuyo frente se encuentran casi siempre obispos y arzobispos. JESUCRISTO manda perdonar al que cae en la impiedad, y que se le reconcilie tantas veces como reincida si se arrepiente. Tal ha sido la doctrina de la Iglesia en su primera época que abarca los tres primeros siglos terminando en la paz de Constantino (313). Era entonces opinión general la de que convenía observar, tocante a los herejes, la conducta blanda y humana que inspira la caridad, con el fin de que no se mostrasen obstinados. Lejos estaba la Iglesia de pensar en penas corporales, y castigaba solamente con la excomunión, no sin haber empleado antes de tal severidad todos los medios de persuasión para atraerlos a la fe. De todas maneras, tampoco era posible emplear el poder temporal contra los herejes, puesto que los príncipes eran todavía paganos. Las herejías obligan a la Iglesia de Cristo a profundizar en los diversos puntos de su doctrina y a definir claramente cada uno de sus extremos.

Pero los papas y obispos del siglo IV creen su deber extirpar las herejías de su seno.


Pero los papas y obispos del siglo IV creen su deber extirpar las herejías de su seno y comienzan a imitar la conducta que tanto han reprendido a los sacerdotes paganos, aprovechándose de su ascendiente en los emperadores, recién convertidos al cristianismo, para recabar de ellos que establezcan leyes civiles contra los impíos y que consideren las herejías como crímenes que conviene someter a penas temporales. Éstas, tal como serán decretadas sucesivamente en la segunda época de la Iglesia, o sea desde el siglo IV hasta el VIII, son la privación de los honores y empleos, la confiscación de bienes, la prohibición de testar y gozar herencias y la condena a multas de mayor o menor cuantía según el caso.

Filasterio, el anciano obispo de Brescia, recopila información acerca de 156 herejías.


Hacia la década de 390 Filasterio, el anciano obispo de Brescia que ha consagrado la vida entera a recopilar información acerca de las herejías, tiene una lista de 156 bien delimitadas y, al parecer, todas aún florecientes.

JUAN CRISÓSTOMO es ordenado Obispo de Constantinopla con el beneplácito del emperador.


JUAN CRISÓSTOMO, después de haberse retirado cuatro años con un ermitaño, de regreso a Antioquía, fue ordenado diácono en el 381 y sacerdote en el 386. Desde este año hasta 397, fue predicador de la iglesia principal. Muerto Nectario, en la fecha, es elegido para sucederle como patriarca de Constantinopla, JUAN CRISÓSTOMO que es ordenado Obispo con el beneplácito del emperador ARCADIO. Juan CRISÓSTOMO confiesa que es muy urgente reducir a silencio a los herejes e impedir que seduzcan a los demás. Pero añade que no se les puede aplicar la pena de muerte: “Matar a un hereje es un crimen imperdonable”. León, Martín y otros, han proclamado que nada puede justificar el que la Iglesia derrame sangre. Desprovisto de las dotes diplomáticas elementales para moverse en los círculos cortesanos y deseoso de reformar al relajado clero, sólo encontrará una encarnizada oposición pese a que dedicará cuantiosos fondos a obras de beneficencias como hospitales y auxilio de los necesitados.