BONIFACIO VIII (Papa) (1294-1303)

Total de piezas: 23

Papa Bonifacio VIIIBonifacio VIII,  Papa de la Iglesia católica, de 1294 a 1303

(Ver relación de todos los Papas)

Guillermo de Nogaret captura al Papa Bonifacio VIII (“Atentado de Anagni”).


Guillermo de NOGARET, ayudado por Sciarra Colonna y otros «gibelinos», hace una incursión relámpago en Anagni donde se encuentra el papa por ser su residencia veraniega y, en la fecha, captura al Papa BONIFACIO VIII (“Atentado de Anagni”). “Aquí está mi cuello, aquí está mi cabeza” dice el pontífice a su secuestrador, cuando éste aparece con sus hombres en el salón del trono.

Se trata por todos los medios de hacer que Bonifacio VIII abdique o que revoque las bulas.


Sometido BONIFACIO VIII a un trato indigno, tratan por todos los medios de hacerle abdicar o revocar las bulas, pero Bonifacio se niega a hacerlo. Ante su firmeza, sus raptores empiezan a debatir qué hacer con aquel hombre «obstinado». ¿Matarle? ¿Llevárselo secuestrado a Francia?… Felizmente, el cardenal Boccasini, uno de los pocos que no ha abandonado al pontífice, y que ha podido escaparse, informa a la población de lo que está sucediendo. La reacción popular no se hace esperar; el papa es de inmediato liberado y los franceses y sus colaboradores italianos -algunos Colonna- tienen que huir.

BONIFACIO VIII ha sido liberado pero no puede superar la dolorosa impresión de aquel incidente.


BONIFACIO VIII ha sido liberado pero no puede superar la dolorosa impresión de aquel incidente y pocas semanas más tarde, en la fecha, muere. Con su muerte, el poder temporal de los Papas empieza a debilitarse. Su pontificado representa el fin de la pretensión de dominio universal de la Iglesia Católica frente a los poderes monárquicos de las nacientes naciones de Europa. Las profecías de San Malaquías se refieren a este papa como Ex undarum benedictione (De la bendición de las olas), cita que hace referencia tanto a su nombre de pila, Benedetto, como al hecho de que en el escudo de armas de su familia aparecen unas olas. Después de Bonifacio VIII, sin embargo, sus sucesores conservaron fuerza espiritual y aún pudieron actuar utilizando a gobernantes seculares adictos, pero nunca más volvieron a reclamar verdadero poder sobre las naciones.