En octubre de 1967 el Ejército boliviano anuncia haber derrotado a los rebeldes en un lugar próximo a la aldea de Vallegrande. Ernesto Che GUEVARA que se encuentra en Bolivia dirigiendo operaciones de guerrilla, es capturado por el ejército de Bolivia y ejecutado, en la fecha, sin juicio previo. Cuando el mundo conoce su muerte, el Che lleva más de un año y medio sin ser visto en público. Había entrado clandestinamente en Bolivia para extender la revolución a todo el subcontinente sudamericano, pero no cosechó más que fracasos. Asimismo, tras su muerte, la publicación de su diario personal y la aparición rocambolesca de sus manos -cortadas de un cuerpo que permanecerá inencontrable hasta 1997- completarán la imagen de mártir ajusticiado sin que fuera posible callar su verdad. Apóstol del socialismo en el Tercer Mundo, autor de libros de testimonios y teorías que se convertirán en éxitos de ventas planetarios.

Estados Unidos ha querido capturar vivo al Che GUEVARA, muerto por disparos de un suboficial boliviano que cumplía órdenes directas del dictador René Barrientos. La CIA se sorpende ante el asesinato del guerrillero, un crimen que desbarata los planes de propaganda anticastrista cuyo eje debía ser un Che desmitificado y preso en Panamá. Tradicionalmente se ha hecho recaer en los servicios secretos de Estados Unidos la última responsabilidad de su ejecución. Al contrario, documentos inéditos procedentes de la inteligencia norteamericana aportarán una nueva versión sobre lo sucedido el 8 y el 9 de octubre de 1967 en torno a la captura y ejecución del médico argentino convertido ya en un personaje de fama mundial. Tras cuatro décadas de ensayos, libros e investigaciones dedicadas a la vida y muerte del Che, la arraigada idea de que Estados Unidos, o mejor dicho la Central Intelligence Agency (CIA), fue el impulsor de su asesinato se desvanece merced a la desclasificación de documentos secretos que apuntan en sentido contrario. Es decir, la documentación norteamericana muestra que lejos de ordenar matarle, la CIA dio instrucciones a su gente en Bolivia para que lo capturaran vivo: “Keep him alive”, cogedlo vivo, ordenaron desde Washington a sus dos agentes incrustados en el destacamento de rangers bolivianos que combatían al grupo guerrillero que dirigía el Che.

El plan sobre GUEVARA, según los escritos desclasificados, era atraparlo y llevarlo preso a Panamá para mostrarlo al mundo como un trofeo y echar públicamente en cara a FIDEL CASTRO los intentos de expansión de la revolución que se ha dicho pretende convertir Iberoamérica en un nuevo Vietnam. Pero la orden, los deseos del país más poderoso del mundo, no sirve de nada ante las ideas propias de René Barrientos, el militar dictador de Bolivia, que ordena la ejecución del prisionero Ernesto GUEVARA de la Serna. Lo ha hecho por radio desde La Paz en cuanto ha sabido por el mismo medio que el Che había sido capturado.

´¡Serénese y apunte bien! – dice Che GUEVARA a su verdugo-. ¡Va a matar a un hombre!´. Mario Terán, que así se llama el sargento encargado de dispararle, da un paso atrás, cierra los ojos y dispara. El Che, con las piernas destrozadas, cae al suelo, se contorsiona y empieza a regar muchísima sangre. Terán recobra el ánimo y dispara la segunda ráfaga, que lo alcanza en un brazo, en el hombro y en el corazón. Está muerto.

La muerte convertirá inmediatamente a GUEVARA en mártir y en mito. El avispado editor italiano Feltrinelli, que también obtuvo los derechos para publicar el Diario de Bolivia del Che en Italia, no tarda en sacar el máximo partido al regalo de Alberto Korda. Al calor del Mayo del 68 francés, Feltrinelli hace un póster con el retrato y lo reproduce en cantidades industriales. Vende alrededor de un millón de copias, según las versiones más cautas. Korda -el fotógrafo- no verá un duro. El retrato se convirtió en el mayor símbolo universal del espíritu revolucionario, la rebeldía, el inconformismo… y el anticapitalismo.